El Arbol de la Muerte

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Un día de muchos, la muerte decidió visitar este mundo. Entre las grandes obras del planeta, se fijó en una planta moribunda. Rasgadas sus hojas, seco su tallo, daba sus últimos pulsos al aire. Con la hoja su hoz, toco su rama mas alta y dijo: "Por cada vez que muera una persona malvada, esta planta se hará mas grande, mas fuerte y hermosa. Y el día que, un alma inocente muera, también lo hará este frágil ser".
     Los años pasaron. El mal hacia estragos por todos lados, a través de los corazones de la gente. Solo en su muerte, extrayendo el yugo de la sensibilidad perdida, se reflejaba en el ahora gran árbol, que se convirtió aquella pobre planta hace mucho tiempo. Sus ramas se habían diversificado en onduladas formas; subiendo y bajando, retorciéndose desde el tronco. Otros, que se empeñaban de tocar el cielo azul, para que sus hojas pudieran despedir su aire puro, y descender hasta las colonias mas alejadas. Adornado con varias flores; todas ellas eran rojas por la sangre derramada, y todos también tenían su esencia obscura, con el alma de un dictador poseyendo sus pétalos. Todas olían diferente: acercabas una a tu nariz, y recordabas al blanco chocolate. Olías otra, y sentías la dulce avena caliente preparada en una taza de cerámica. Jamas se parecían entre si. Las hojas, tenían la forma de lágrimas derramadas; una, por cada gota en señal de la perdida por un ser querido. Los niños lo usaban para recostarse en su gran sombra en las épocas calurosas, que se alzaba desde su tope, descendiendo por el húmedo prado. Ocultarse de sus amigos, mientras jugaban ilusionados. El tiempo pasó, sin que nada afectara su inmortalidad. Solo ese trágico día, cambio toda esa confección.
     Una vagabunda llegó al barrio. Iba puerta en puerta, llegando a sus viviendas ajenas. Rogando por un poco de comida para su nene: una niña recién nacida. Todos ellos cerraron su asilo para con ella,por su espantosa apariencia. Vistiendo harapos sucios y cortados. La anciana estaba débil, moribunda, pidiendo seguir viva por su nieta, un ratito mas, para que la niña, no tuviera que dejarse sola. Llegaba el ocaso. Tomo un desvío por el campo. Vio una sombra que se extendía por casi todo el prado, después mirando, con vehemencia al gran árbol de ahí. Dio caminata hacia el lugar para descansar un poco su viaje. "Solo un ratito me quedare". Puso la cabeza recostada en su corteza, con la niña en sus brazos, exhalando suavemente. El césped era suave, el sol abrigador, y la vida se veía en ese momento, mas tranquila. Un estreñimiento sacudía a la mujer. No podía respirar; su vista solo lograba ver blanco en todos lados; intentando levantarse, su cuerpo se tambaleaba, dejándose caer arrimada en el árbol. Después de darse cuenta lo que seguiría después, sentóse ella sobre la tierra, cuidando poner bien a la nieta. Cerró los ojos, y murmuro: "Dios tenga piedad en ambas". Sus manos, dejaron de sostener a la niña, y se postraron en el movimiento del viento. La bebe se quedó sola. y comenzó a gritar de tristeza. Nadie se ocupaba de ella. Las lágrimas dejaron de correr por sus mejillas de porcelana, no podía expresar mas en la tierra, lo que para ella, seria sepultar con ella, lo mejor de su corta vida. Al final, se quedo dormida, para descansar, por siempre.
     El árbol, estaba ahí, como un soldado que había perdido a su reina, y la princesa por su culpa. Todas las hojas comenzaron repentinamente a caerse, bailando en el vacío en pareja, hasta caer el suelo, para cesar su acto,  por cada una, prometiendo mostrar su convalecencia, por el resto de su existencia, que terminaría, esta noche.
     A la mañana siguiente, los niños del barrio fueron hacia el árbol, cuando vieron ante ellos, la escena de tres muertes: una mujer, una bebe, y el majestuoso árbol, que había perdido todas sus hojas durante la noche; y sus ramas, estaban secas como la arena de los caminos. Sustrayendo la esencia de su vida.
     Los niños fueron a avisarles a sus padres sobre algo acontecido en el árbol. No les creyeron al principio. Decidieron, vencidos por el cansancio, ir a ver de que se trataba esas cosas de niños. Sus hijos los arrastraron, sujetando fuertes las manos de sus padres hacia el árbol. Vieron, ahí, un extraño bulto arrimado en el tronco. En el momento de divisar la imagen, les pidieron a sus hijos  que se quedaran detrás de ellos. Ver esa escena, hizo que las mujeres vomitaran, y lo hombres quedarse escépticos ante al situación. Seguían ahí, la señora y su hija, sin haber sido afectadas por la muerte, siendo mas hermosas en su lecho de muerte, que en sus agonizantes vidas. Postradas en su descanso.
     Los que vivían en el barrio, decidieron quitar los cuerpos del árbol, y mandarlos a cremar. El árbol fue talado, dejando al tronco descubierto. Usaron entre todos sus machetes, una buena herramienta para cortar las ramas secas, metiéndolas en el horno, para seguir ardiendo.. Algunos niños, intentaron plantarlas en los patios traseros de sus casas, con el sueño de poder resurgir de nuevo al árbol. Pero pasaron los meses, y jamas llegaron a dar un solo brote en la tierra, por lo cual, muchas quedaban en el basurero al acabar el año.
En la improvisación, decidieron hacer un funeral para las dos desafortunadas, haciendo una caminata. Desde la iglesia, hasta donde estaba el árbol, esparciendo sus restos alrededor del tronco. Como nunca supieron el nombre de las difuntas, encima de este, pusieron una lapida con la leyenda:"Aquí yace, la inocente hermosura que se perdió".
     Un siglo su fue, y el tronco podrido, aun existía entre las grandes ciudades Ahora era un lugar de veneración, uno sagrado del recuerdo que se desvanece, cada día que pase.
     En el barrio, una mujer estaba en trabajo de parto en su casa. Los vecinos se quedaron afuera, para dar un respiro a la señora. En su auxilio, un doctor de avanzada edad, se apresto en soporte del nacimiento. Se especializo en el extranjero. Y aunque pudo haber atendido a cualquier lugar del mundo con sus servicios, decidió quedarse en su pueblo natal. Tenia aquí, un extraño cariño por algo... Estaba ahora la señora dando a luz. El doctor pidió que pujara mas, que siguiera así. Primero se vio la cabeza, luego los brazos, después el pecho, las piernas y... era una niña. Cortaron el cordón umbilical, para que la madre, envolvida la criatura en sus brazos, pudiera coger en sus brazos, el amor mas grande en su vida. El doctor, viendo el parecido de alguien en el pasado, buscó en su memoria, lo que le escapaba. Regreso a su trabajo. Luego a sus estudios. La juventud, la adolescencia, la infancia y luego... "Señora", dijo inesperadamente el doctor. "¿Si?" recalco la madre. "Le voy a pedir que, esta personita que carga en sus brazos, mientras no pueda sostener su vida por su cuenta, lo proteja usted. No de lo inesperado o las personas. Solo, de evitarle la gran infelicidad de la vida. Uno es tan débil así, que no puede resistir haya afuera sin afecto, compañía, o amor." Sin notarlo, aquella madre que sostenía a su hijo recostado en su pecho, dejo rodar una lágrima, y se detuvo ahí, reflejando, de la luz amarilla, la matiz de los colores. Volviendo en si, logro decir: "Lo hago ahora, doctor". Calló ahora, para dejar ver en su recuerdo, como había visto aquella niña, arrimado en el árbol. Estaba lejos de ahí, detrás de su padre. Pero pudo divisar bien. Y no entendió esa imagen durante u tiempo. Cuando lo hizo, la olvido. Sin embargo, no dejando aparte su significado. El bebe lloraba a gritos. Para el doctor, aun intentando respirar, aun queriendo el luchar para vivir, aun si no lograba una vida llena de felicidad o dichosa, creía que, el tendría lo suficiente en este mundo, para ser con alguien, lo bueno de el. Eso, era su regocijo.
     Pensar que no había no había esperanza; pensar que no habría nada mas. Estando ahí, entre la negrura de la noche y la tierra, pudo brotar entre los grisáceos escombros, una plantita en el tronco. Estando ahí, postrada en ese centro circular, diría al primero que la encontrase:"Se puede ser mejor".

SIN AR/LMA EN HONDURASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora