Capítulo I

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Un plato se deslizó frente a mí, me encontraba sentada en el suelo siendo mirada por aquel hombre sentado en el comedor. Era un plato de verduras y algo de carne. El aroma del cigarro llegaba hacia mi y me asqueaba.

Había vivido la mitad de mi vida de prostíbulo en prostíbulo, no por que yo quisiera, era por que no había otra forma de vivir para una joven que no tenía nada.

Mi vida consistía en bailarle a desconocidos, pasar tiempo con ellos y llorar en el poco tiempo que tenía de descanso, odiaba sentir esas manos recorrer mi cuerpo, me revolvía el estomago y me daba asco  a más no poder.

Comprendo que muchas de las que trabajan ahí les gusta bailar o tal vez solo lo hacen por necesidad de dinero, quizá por que era el unico trabajo que encontraron y les pareció rentable, podían ser un millon de situaciones por las cuales trabajarían ahí. Por suerte habia hablado con muchas chicas durante las horas de trabajo, todas eran personas honradas que tenían motivos para estar ahí, ser una dama de compañía no las hacía dejar de ser personas, ni se hacían menos por ello... Quizá si yo pudiera... estar por cuenta propia, no habría problema alguno.

— Hoy me llamaron de Shinra... ¿sabes que significa eso? —no dije nada, solo miraba el plato que se encontraba frente a mi— es una buena oportunidad de trabajo, allá arriba estan  los peces grandes... —sonrió burlón mientras le daba una calada a su cigarrillo— Solo no lo arruines... —caminó hacia mi y me tiró el humo en la cara, si pudiera, le daria unos buenos golpes hasta matarlo— un amigo te esperará allá arriba y te acompañará. Aquellas esposas y cadenas que me mantenían inmóvil no me permitían escapar, no podía hacerlo por más que quisiera pues Rafael siempre me mantenía protegida y si iba a un prostíbulo, tenía que ir con guardaespaldas.— ¿Por qué me miras así? —regresó a su asiento y se dejo caer en la silla, sonriendo mientras se cruzaba de piernas y me miraba con superioridad— ¿Quieres renunciar?... —dió otra calada y después sonrió nuevamente— recuerda que eres de mi propiedad —solamente le miré, después de mucho tiempo había entendido que no podía hacer nada más que guardar silencio, si le respondía o intentaba hacer algo, el se encargaría de que no lo volviera a hacer.— Tendremos que alistarte para mañana en la mañana —se levantó de nuevo, esta vez, con entusiasmo— ah... Por poco lo olvidaba —camino nuevamente hacia mi y se colocó de cuclillas— escuché por ahí lo mal que hablaban de nosotros... Mencionaron algo como... " La puta esa atacó a Don Corneo, por suerte le permitió seguir viva " —dejó de mirarme y miro el platillo frente a mí y lo tomo con cuidado— sabes que no consiento ese tipo de comportamientos... —estaba segura de lo que estaba por venir, sabía perfectamente el castigo que le daría por lo que hice.

No era la primera vez que atacaba a un cliente por querer huir, por esa razón había perdido mucho peso durante algunos meses. Esta ocasión había sido perfecta para finalmente morir de no ser por los fetiches extraños de Don Corneo.

Y el castigo que siempre le daba, era dejarme sin comer. Nunca me golpeó, tampoco puso ni un dedo sobre mí pues decía que la mercancía debía permanecer en perfecto estado.

"Una muñeca como tú, se debe de cuidar"

Una frase que siempre solía decir y me repugnaba

— Olvídate de la comida... También de la cena —se levantó con el platillo en manos y tiro la comida a la basura— cuando te quieras comportar como una dama, te daré los lujos que quieras —dicho aquello, se fue de la habitación.

Permanecí atada, mirando al vacío.

No iba a ceder, nunca más.



𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐉𝐚𝐝𝐞𝐨𝐬 𝐲 𝐆𝐞𝐦𝐢𝐝𝐨𝐬 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora