Parte 8

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Al día siguiente Clay miraba a las mujeres de la casa mientras estas desayunaban; no tardó en unirse junto a ellas. Dio a los buenos días y empezó a devorar el desayuno. Mientras Ellen jugaba con su comida, este empezó a observarla y en su fantasías recordó a todas las mujeres que conocía y cayó en la cuenta de que ninguna se le parecía, ni en olor ni en suavidad de la piel. También pensó en que reconocería su perfume en cualquier parte.

Cada vez le agradaba más la idea de su matrimonio con ella, por ello se dedicaba tiempo en conocerla, aunque fuera molestándola; cuando más le gustaba era cuando sonreía, aunque todavía ninguna de sus sonrisas había sido provocada por él, él solo la había hecho enfadar y llorar, aparte de hacerle sentir confusión y deseo.

-¿ Vienes hoy a montar conmigo a caballo?- preguntó Clay

- lo siento, pero aún estoy de luto, pero parece ser que a ti te da todo igual...-

-Mira te voy a explicar una cosa, que seas una niña de ciudad mimada, no te da derecho a decir que me da igual o no, ¿ comprendido?, así que deberías obedecer un poco, cambiarte la ropa que llevas por otra algo más fresca o mejor vístete para montar- tenía los músculos tensos y cerraba los puño para contenerse lo más posible

- ¡A sus ordenes mi capitán!- dijo con algo de burla- pero igual necesitaría ir a comprarme algo de ropa para la ocasión

- No hace falta yo te la daré, en diez minutos te quiero lista- dijo con voz grave mientras le daba la espalda y se dirigía a la habitación.

Dejó a Ellen sobre la cama las prendas, las cuales pertenecieron a su madre, lo hizo con todo amor y cariño pensando en que las disfrutaría igual que lo había hecho ella. Luego ella entró en la habitación.

- ¿ y está falda?. Preguntó mientras acariciaba la prenda

- Solo cuídala ¿Vale?

- De acuerdo- dijo un poco dudosa, la verdad es que Ellen se encontraba un poco confundida la trataba mal y bien al mismo tiempo, no entendía esos cambios de humor, y ella solo podía pensar en el olor masculino que desprendía , sus fuertes y definidos músculos y en las fuertes manos que la cogían en cada ocasión, luego terminó de vestirse y se dirigió a las cuadras. Allí su futuro marido, la esperaba con los caballos ensillados.

-¿Quieres que te ayude a subir?-

-Me lo dices en serio- dijo con ironía- me lo dices a mi que llevo montando toda mi vida, ¡Venga! deberías darte prisa abuelo, antes de que me quede dormida encima del caballo- dijo divertida

los dos galoparon hasta llegar a un prado, la muchacha se veía más relajada que al principio y esa capa de frialdad iba desapareciendo poco a poco, Clay lo veía y le gustaba esa sensación de calma.

Obligados a casarse (Acabada)(1ªparte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora