Capítulo I

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La vida era, sin duda, algo sorprendente; eso como mínimo. Shota Aizawa se podría haber imaginado haciendo una variedad increíble de cosas, pero nunca pensó que se vería a sí mismo a punto de protestar en una boda. Y, para mayor mal, ni siquiera había tenido la consideración de arreglarse un poco antes de salir corriendo de su desastrosa casa hacia la iglesia. Solo cuando se encontró frente a la gran puerta de madera se paró a considerar que su aspecto quizá no fuera el más adecuado para tratar de arrebatar una novia; acto que tampoco le entusiasmaba llevar a cabo, siendo sinceros.

Suponiendo que todavía no habrían llegado a la famosa parte donde el público podía objetar – o callar para siempre, como solía hacer –, Aizawa se pasó los huesudos dedos por el cabello enmarañado. Las ojeras que debían de decorar su cara en ese momento seguramente tuvieran un tamaño considerable. Todo era penoso en aquella mañana de sábado, desde la propia situación hasta su descuidado rostro sin afeitar. Sabía que se iba a odiar a sí mismo por hacer algo como aquello, pero no tenía demasiadas opciones; cuando llevas meses enamorado de la misma persona y ella súbitamente se promete con un tercero, pocas cosas hay que se puedan hacer aparte de intentarlo una vez más. En realidad, ni siquiera era una vez más para Aizawa, puesto que nunca había habido ningún tipo de declaración por su parte.

Aquella vida le había hecho arrastrarse más de lo que nunca hubiera pensado. Había resistido muchos golpes duros por su parte durante su carrera como héroe profesional y profesor de instituto; pero verse obligado a protestar en la boda de una ex-alumna para explicarle que estaba locamente enamorado de ella era un atentado contra su dignidad. El destino se había cebado con él en aquella ocasión. Aizawa deseó irónicamente que se sintiera satisfecho con el drama que había compuesto.

A través de la pesada puerta – que entreabrió lo más delicadamente que pudo para evitar chirridos – podía escuchar con vaguedad las palabras del sacerdote. Todavía no había llegado el momento crítico. Se sintió tentado de mirar por la indiscreta rendija que le separaba del interior del templo, pero aquello hubiese sido demasiado enfermo incluso para él. Aunque, puestos a actuar de manera irrazonable e imprudente, Aizawa pensó que podría olvidar aquellas reservas; después de todo, solo las mantenía para sentir que no era el peor ser humano sobre la faz de la Tierra. Y, considerando que ya había aceptado su culpa, no tenía por qué seguir fingiendo que no quería echar un vistazo.

Le tranquilizó comprobar que la iluminación era tenue, a excepción del altar. En aquel ambiente de penumbra, su terrible aspecto no sería tan visible. La arquitectura del interior de la iglesia era bastante hermosa. Los invitados se repartían a lo largo de los bancos, y entre ellos Aizawa reconoció con horror a algunos de sus antiguos alumnos. Estaba seguro de que aquel pelo verdoso y voluminosos músculos no podían pertenecer a otro que no fuese Izuku Midoriya. La mujer a su lado debía de ser Ochako Uraraka; por lo poco que sabía Aizawa, aquellos dos tenían algún tipo de relación. Al otro lado del pasillo, le pareció ver a algunos conocidos más.

Sus ojos pronto se posaron sobre la pareja frente al altar. Tuvo emociones contradictorias al contemplar la fisonomía zoomorfa del novio; apreciaba a Fumikage Tokoyami como a cualquier otro antiguo alumno, pero, en aquel momento, ambos estaban a un paso de la guerra declarada. No es que el joven fuese una mala persona – o pájaro, en su defecto –; cualquier otro hubiera sufrido lo mismo en su situación. No era algo personal contra Tokoyami, pero sería comprensible que, a partir de ese día, Tokoyami sí tuviera un problema personal con Aizawa. Estaba dispuesto a aceptar este riesgo.

Solo tras disculparse mentalmente con él se permitió mirarla a ella. Se percató al punto de que había sido una de las peores ideas que jamás había tenido, pues toda la entereza y cordura que todavía mantenía se desplomaron al instante. Si antes había estado nervioso, ahora su cabeza rozaba el límite de la histeria. En su estado de locura, dio gracias a cualquier divinidad que pudiera escucharle por haber podido ver algo tan bello como Asui Tsuyu en aquel momento. El vestido que había elegido era sencillo; un atuendo de tirantes con escote en forma triangular y decorado con bordados florales. Lo había coronado con una fina y exquisita tiara que imitaba la forma de hojas plateadas. Era una visión casi divina.

Aizawa se apartó de la rendija en la puerta. Sus manos habían comenzado a sudar como nunca antes. Un agobio creciente surgió desde sus entrañas. Trató de apartarse el pelo de la cara sin demasiado éxito, lo que aumentó su ansiedad. Sentía que le faltaba el aire. ¿Cómo había llegado a aquello?

Oh, desde luego era una buena historia.

Antihéroe | EraserFroppy / AiTsuyu |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora