Capítulo X

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Organizar una boda podía llegar a ser terriblemente aburrido y cansado. La madre y hermana pequeña de Tsuyu estaban completamente ilusionadas con los preparativos, a pesar de que la fecha todavía se encontraba muy lejana. Habían insistido en que ese tipo de cosas tomaban mucho tiempo, por lo que era esencial no aplazar más el inicio de la planificación del evento.

Tal y como Tsuyu se había imaginado, escoger centros de mesa era increíblemente aburrido.

- Mamá, quiero algo sencillo.

La señora Asui no le prestó atención. Era irónico que insistiesen en ignorar a la que iba a ser la novia. Su hermana parecía inmersa en una serísima evaluación de los diferentes colores de flores disponibles.

- Rosas rojas están bien, kero.

Ahora sí fijaron sus miradas en ella, como si de sus labios hubiese salido el más grave sacrilegio concebible.

- Tsuyu, no podemos poner esas flores en los centros. El color predominante en la boda debe ser el blanco.

- Entonces, rosas blancas.

El hombre que las estaba atendiendo sonrió, mostrando cierta lástima que no pasó desapercibida para Tsuyu. Se preguntó cuántas veces habría sido testigo de escenas tan ridículas como aquella. Se podía imaginar a otras familias llegando, tan excitadas y nerviosas como la suya, y queriendo escoger los adornos perfectos para sus ceremonias.

- Mamá, no creo que nadie se fije en los centros de mesa, de todas formas. Yo no recuerdo haberme parado a mirar ninguno en toda mi vida.

- ¡No seas estúpida, Tsuyu! – intervino su hermana pequeña - ¡No puedes dejar las mesas sin decoración!

Si antes la perspectiva de la boda se le antojaba neutral, ahora estaba empezando a aborrecerla de verdad. Deseó fervientemente que aquel martirio no se repitiese a la hora de elaborar el diseño de las invitaciones o escoger el lugar del banquete. Pero, sobre todo, rogó que la elección del vestido de novia fuese más sencilla que todo aquello. Quizá – y solo quizá – sí tendrían en cuenta su opinión a la hora de elegir uno u otro vestido. A lo mejor incluso permitían que fuese Tsuyu quien tomase la decisión. Aunque, por alguna razón, le parecía improbable.

Mientras la madre y la Asui más joven seguían discutiendo sobre el estilo más apropiado – elegante, discreto, dulce – para los ornamentos, el móvil de Tsuyu vibró en el bolsillo de su pantalón. Observó la pantalla; apareció, en letras blancas, el nombre de Shota Aizawa. Tsuyu se excusó – cualquier pretexto era bueno para escapar del cargado ambiente de la tienda – y dejó el establecimiento para contestar a la llamada.

- ¿Sí?

- ¿Asui? Soy Aizawa.

La voz ronca al otro lado confirmó que se trataba de él. Aquello sí era una grata sorpresa. Es cierto que le había dado su número, pero había sido por cortesía más que por la creencia de que él pudiera tener intención de llamarla.

- Hola, me alegra volver a oírle, kero – dijo ella, no por educación, sino con sinceridad.

- Sí, hola.

Hubo un silencio extraño al otro lado de la línea. Se oyeron unos gritos incomprensibles.

- ¿Aizawa? ¿Está todo bien?

- Completamente. El otro día casi no tuvimos tiempo para... hablar. Mañana tengo la tarde libre. No te sientas presionada a nada.

- Quieres que nos veamos.

- Exacto.

- No era necesario complicarse tanto para decirlo – sonrió Tsuyu, aunque su expresión divertida no pudo ser vista por Aizawa -. Será un placer.

- Bien. Ya concretamos después. Adiós.

- Hasta mañana.

Antes de terminar de despedirse, Aizawa ya había colgado. Tsuyu miró con incredulidad la superficie lisa del teléfono móvil, sin poder creerse que acabara de acordar verse con su antiguo profesor. Especialmente teniendo en cuenta que había sido alumna de Eraser Head, héroe huraño donde los hubiera.

Antihéroe | EraserFroppy / AiTsuyu |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora