Tierra Mía

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El pecado humano y la pureza natural jamás pudieron estar tan entrelazados como en estos versos donde mi debilidad es mostrada al buscar expiación en tus montañas.

Veo por mi ventana y mi alma se apena porque codicio la belleza a la que mis ojos son expuestos cada vez que te divisan, y estos versos se vuelven más débiles conforme avanzan.

Con versos llenos de órdenes y oraciones colmadas de confusión, he crecido en un mundo que nadie puede comprender pero todos fingen conocer.

Siendo, como cualquier simple mujer, alguien que busca una razón para creer en su existencia, voy descubriéndome mientras te descubro en lo fértil de la vida, en tu naturaleza virgen que agradezco no ha sido alterada por mano humana, a pesar de la codicia....

¡Hechicera! Porque cada vez que cierro los ojos te dibuja mi mente para revelar que, lo quiera o no, mi alma solo le pertenece a tu creación divina. Junto al ave que se ampara en el cielo, voy rondando como el alma de un muerto que viaja en la frescura del viento, acariciando tu suelo como acaricia la ola a la arena, hasta perderme en tu edén.

Así cuando llegue el día en que muera y se destile mi esencia en la tierra, quiero ser recordada no por lo que dije sino por lo que sentí.

Porque en la inmensidad de lo incierto, en la oscuridad de tus sombras, en la inconsistencia de tu forma y la diversidad de tus frutos, en la magnitud de tu esencia y la belleza de tu ciclo, eres lo que alimenta mi alma y da motor a mis sueños, eres la causa y el fin, eres la vida que me sustenta y yo soy la vida de tu vida.
Oh, dulce obra beatífica ¿cómo no amarte, tierra mía?


-Por: Tezla Abastida

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