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Diciembre, 2019.
Argentina.

Hola. 

El insomnio me lleva de nuevo hacia vos, constantemente. Quiero echarle la culpa al hecho de que mi psicóloga está de vacaciones y no puedo hablarle de cómo me siento. Ahora todo se acumula y me siento mareada y confusa. Es irónico. Se supone que a medida que pasa el tiempo tu recuerdo se debería ir disolviendo, pero me pasa todo lo contrario. Te veo en mis sueños más claro que nunca. Te siento. Y duele. Duele tanto no poder tener el acceso que tenía hace unos meses.

 Es devastador. 

Hace unos meses, cuando todavía te tenía cerca, tuve un sueño horrible. Soñé que una pared de vidrio enorme nos separaba de repente, recuerdo patente la sensación de desesperación al no poder escucharte, sentirte. En mi sueño me mirabas lleno de tristeza, sabía lo que sentías. Tenías que irte.

Y lo hiciste.

La sensación de abandono que me cubrió fue tan lacerante que hasta cuando pude despertar la angustia me ahogaba. En ese entonces tuve la oportunidad de hablarte y cerciorarme de que todo había sido una pesadilla porque vos seguías en mi vida. Ahora, meses después la misma sensación de ahogo y abandono me nublan, pero ya no puedo acercarme a tu entorno. A diferencia de aquella vez, ya no te tengo conmigo. La pesadilla es real. 

La

pesadilla

es

real.

Como duele escribirlo y leerlo. 

La psicóloga me dijo que soy muy negadora. Que cierro los ojos a la realidad y me escondo en la frase de "si no lo veo no pasó" me dijo que eso está mal y que tengo que saber aceptar los hechos para poder transitar el dolor y a posterior sanar. 

Estoy en eso. 

Creo que por esa misma razón estás más presente que nunca. Me estoy haciendo cargo de lo que sentí, siento y voy a sentir siempre. Me estoy haciendo cargo de que me enamoré, que amé sin límites. Y de que a la par sufrí como jamás lo hice en mis pocos años de vida. 

Me hago cargo. 

Me hago cargo de que yo inicié todo esto. De que te busqué y supe cómo encontrarte cada vez. Descubrí tus puntos débiles y los utilicé a mi favor muchos meses para retenerte, para retenernos. Te amé. A pesar de todo lo demás. Te amé profundamente. Incluso más que a mí misma. 

Le pregunté a mi psicóloga una vez: ¿Por qué siento que no puedo vivir sin su presencia? ¿Por qué con él jamás tuve miedo? ¿Por qué tenía que ser él? Ahora, mientras escribo esto recuerdo su ceño fruncido y cómo buscaba las palabras correctas para que yo pudiera comprender algo que era muy delicado. Textualmente ella me dijo "hay una diferencia muy grande entre estar en un lugar donde NO queremos estar y por lo contrario estar en un lugar donde SI deseamos estar" su respuesta fue escueta, al punto y directa. Sin decir nada me dijo todo. 

Y lloré como nunca frente a otra persona. 

Y lo comprendí. 

Toda mi vida y parte de mi infancia estuve en lugares donde no deseaba estar, fuí obligada y manipulada para hacer acciones aberrantes. Nunca deseé estar en ese lugar. Nunca. Cuando te conocí descubrí y experimenté la sensación de querer estar. Deseaba con todas mis fuerzas estar con vos, quería pegarme a tu cuerpo y no soltarte nunca. La sensación de plenitud y paz eclipsaba todo lo demás que ocurría en mi vida. 

Lo eras todo. 

Y mientras vuelvo a ese razonamiento vuelvo a llorar y me odio tanto ¿Cómo no comprendí aquello cuando te tenía? ¿Cómo no pude agradecerte? Lo siento tanto, tanto. Me salvaste la vida de tantas formas que me quedo sin palabras. 

Quizás el insomnio sea la manera de poder sacar todo esto que aún acumulo, esta culpa que se vuelve demasiado pesada. 

Cartas a quien pretendo olvidar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora