Hacia frío y el sol de hace tan solo unas horas se había escondido para no oír su llanto ni sentir su dolor. Los pasillos de la escuela Orvalle lo juzgaban con asco y Mathias solo pudo caminar mirando al suelo con terror ¿Qué le haría? ¿Seguía molesto? Hace mucho que no se veían y lo primero que hizo fue gritarle e intentar enfrentarlo. Sus manos no habían parado de temblar desde el salón, las ganas de querer gritar y huir crecían a cada segundo.
Caminaron hasta la entrada del gimnasio que estaba cerrado. Mathias levantó su mirada para ver como Daren sacaba unas llaves azules y abría el candado de la puerta con toda la normalidad del mundo. Agarró su brazo con brusquedad y lo arrastró hasta el interior del pequeñó almacén donde guardaban todos los materiales de educación física.
Daren inhalo aire profundamente y luego exhalo totalmente calmado— Hogar dulce hogar —dijo sonriendo mientras habría la puerta del pequeño almacén de manera áspera— Entremos.
— No.
Daren pareció tensarse tan pronto como él se nego. De verdad no quería entrar.
— He dicho que entres — la voz dejó de ser juguetona— ¿No me estarás desafiando? Math... ¿Debería de tomarlo como un reto?
—Tómalo como tu mierda quieras —su voz temblaba pero aún así habló— Vete al infierno, hijo de puta.
Daren volteó rápidamente y sujetó sus cabellos haciendo que gritase de dolor. Con la mano contraria lo agarró de la garganta y lo empujó dentro del almacén hasta caer en unas colchonetas mal puestas.
— ¡Sueltame! ¡Mierda! ¡Suel-!
Daren se había colocado encima suyo inmovilizandolo, y lo había empezado a asfixiar.
A cada segundo que pasaba sentía que todo era más distante. Intentaba pelar con todas sus fuerzas pero él era más musculoso. Fue cuando su cara ya estaba morada y su cuello parecía romperse que lo soltó. Intentó respirar agitadamente consiguiendo atragantarse con su porpio aire y empezar a toser como loco, mientras el ojiverde reía a carcajadas a su costado.
— ¿Creíste que te iba a matar? —su risa era humillante— ¿Enserio creíste que así de fácil te ibas a librar de mí?—sonrió malicioso— Oh no... Math, tú nunca te podrás librar de mí.
Mathias lo miró con pánico, a lo que Daren sonrió con tranquilidad. Sintió como sus manos empezaron a subir por sus muslos, se removía incómodo al tacto del contrario, su saliba se había vuelto espesa, todo en su ser gritaba peligro. Ese tipo había estado a un paso de matarlo.
— Has perdido peso... — frunció las cejas mientras lentamente se posicionaba encima de él— ¿Por qué?
Su cuerpo volvio a removerse incómodo— No... no ha sido mi mejor verano. — dijo mientras bajaba la mirada, sofocado de él — Mi madre... ah! —Daren había escalado hasta su cuello, sus dientes apretaban con fuerza su piel, casi rompiendola. Intentó apartarlo temeroso pero sus manos fueron sometidas al instante— M-Mi madre ha estado trabajando en casa.
—Hm. —Presionó un poco más su mordida, maravillandose al sentir el temblor del cuerpo bajo sus dientes. Mathias jadeó asustado y adolorido con los ojos completamente cerrados del terror. Daren se apartó un poco y miró ensimismado los cardenales rotos en la pálida piel— Eres precioso —relamió sus labios— Tan precioso — volvió a susurrar acercandose a la zona lastimada y lamiendola con viveza— Que me preocupa que alguno de los clientes de tu madre pueda hacerte algo... Despúes de todo, eres igual de puta que ella.
Mathias abrió sus ojos ardido y sin razonarlo tiró un puñetazo al aire, tratando de golpear a Daren. Él sonrió esquivandolo y lanzandole uno de vuelta con vehemencia, que impactó directo en su mejilla izquierda. Apenas y pudo respirar cuando otro golpe impactó en su mejilla derecha. Se cubrió su rostro rendido cuando la rodilla del peli-ondulado se clavó en su abdomen dejandolo sin aire.
— ¡¿De qué te molestas?! ¿Eh? ¡Basura! — De manera imprevista tomó desavergonzado las zonas íntimas del pelinegro en su mano izquierda, haciendo que él abriera sus ojos con terror y empezará a luchar con pavor por salir de su agarre— Oh, te asuste? Pero si solo estoy tocando esto con... ¡Delicadeza!
Mathias ahora si que estaba llorando, sentía un dolor en sus zonas íntimas que no podía soportar. Era humillante rogar, llorar y suplicar, pero la dignidad la había perdido hace mucho a manos del mismo tirano que tenía encima.
—¡Para!
Sintió perder el aire al sentir un apretón aún más fuerte. Se revolcó tratando de soltarse.
— ¡Porfavor! —sollozó— ¡P-porfavor para! M-Me duele, por-
— ¡Cállate! —Volvió a golpear su rostro con su mano libre, el eco del golpe se escucho por todo el gimnasio— ¡Una palabra más y te arrepentirás!
El llantó se incrementó, Mathias temblaba a cada apretón.
— ¿Por qué tan tímido ahora? —hablaba con sorna, casi con gracia— Hace tan solo unos minutos gritabas y me insultabas. ¡Te has olvidado de quién manda aquí!
Cuando sintió que Daren tiró del cierre de sus pantalones dejó de razonar, lanzó una patada que lo golpeó en su estómago y gateó lo más rápido posible a una esquina del pequeño almacen. Apenas el peliondulado se recompuso planeaba darle una paliza, pero cuando levantó su mirada sus ojos brillaron ligeramente.
Mathías se apoyaba en una esquina temblando, tenía las orejas y los labios rojos como el rubí, sus ojos brilllaban ligeramente por el miedo y por las cristalinas lágrimas que adornaban sus mejillas. Su camisa arrugada mostraba casi con timidez parte de su clavícula y en su cuello se apreciaba los rastros de saliva y la piel rota casí lastimera.
— P-porfavor... — su voz temblaba, se aferró más fuerte a sí mismo, como un cachorro asustado— Porfavor ya... ya no más. D-Daren, perdón, ya, ya entendí mi lección así que p-porfavor... ya no más.
Daren apretó la mandibula para no sonreír.
El mayor se paró lentamente con aparentes ánimos de desinteres mientras se arreglaba la camisa. Mathias estaba atento a cada uno de sus movimientos y eso parecía alegrarle. Solo cuando lo vió pararse frente a la puerta y voltear a mirarlo fue que bajó su mirada denuevo.
— No te confundas, Math.
Tragó saliva. Daren sonrió al verlo acojonado, y antes de cerrar la puerta del almacen para ir a su casa, dijó las palabras que planeaba decirle desde el instante en el que lo vió entrar al aula.
— Todo de ti me pertenece, pequeña puta.
ESTÁS LEYENDO
[AGRIDULCE]
Teen FictionAlejandro consigue un beca en la escuela católica más reconocida de la región y es feliz. Así que cuando parpadea y mira sus manos llenas de sangre en ese pasadizo, con su novio sangrando en el suelo, con su mejor amigo rogandole que reacione mientr...