La frente le sudaba, las manos le temblaban. Era tanto el vaivén de su cuerpo, que le era imposible sostener con firmeza el cigarrillo, el que, no tardo en precipitarse al suelo, perdiéndose en un charco de la acera.
-Conchetumadre'- musitó Gabriel, mientras se limpiaba las nacientes lágrimas del rostro- ¿Cómo chucha pasó esto? ¿En qué momento quedó esta cagá'?
Sus ojos se fueron hacia arriba, como tratando de buscar a Dios. Pero el soleado día no le dejó mantener la visión puesta en el cielo durante mucho tiempo, por lo que, mientras encendía otro cigarrillo, se puso a observar lo que lo rodeaba. Calles poco concurridas, todas grises, uno que otro vehículo estacionado y, por supuesto, la gran estructura blanca sobre la cual estaba posado. No encontró nada que le diera tranquilidad, que le diera paz, así es como sus ojos volvieron a habitar el suelo.
Pudo ver como un par de orugas negras estaban luchando en el grisáceo concreto, revolcándose sobre sus fragmentados y espinosos caparazones. Estaban desaforadas, dándole rienda suelta a su instinto de supervivencia, manchando el pavimento con su negra sangre, la cual, iba dibujando un rastro amorfo de violencia.
Comenzó a recordarlo todo, la fiesta, los excesos, la rubia que se llevó a casa ¿O era morena? ¿Era siquiera una mujer? ¿Qué habían hecho? Era obvio que no habían ido a conversar de la vida, pero ¿En qué momento de la noche la conoció? No podía tener certeza de nada. En su cabeza parecía habitar un ejército de percusionistas, pues los pensamientos eran un incesante tamborileo que no le permitían descanso. Estaba perdido y ahora su vida iba a cambiar drásticamente.
La batalla que ocurría a sus pies parecía tener un claro ganador, pues uno de los insectos estaba malherido y el otro estaba a punto de darle el golpe final . Posándose sobre ella, arrancábale la vitalidad de un mordisco. Gabriel observaba perplejo, como es que la naturaleza es tan sencilla. Unos viven, otros mueren, no es más complejo que eso. Y a esta pobre oruga le había tocado perecer.
Terminó su cigarrillo, y en un solo movimiento, metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta, extrayendo de ella un sobre blanco con su nombre completo impreso en tinta roja. Era la quinta vez que lo hacía y releía su contenido, pero tenía esa incontrolable hambre de confirmar una y otra vez el resultado. Seguía siendo el mismo, el peor posible. Sentía como su cuerpo se estaba transformando en un atado de nervios, y sus manos, que ya se habían calmado, volvieron a temblar sin control alguno. Si cualquiera lo hubiera visto en ese momento, solo habría divisado a un hombre apoyado en la pared de una clínica mirando al suelo. Pero por dentro, Gabriel estaba gritando, golpeando todo, llorando desaforado, desesperado por morir, por huir, como si pudiera escapar del mal que lo acompañaría a todos lados, acosándolo como una sombra hasta el fin de sus días.
Se sentó en el borde exterior del edificio, cayendo desde su posición de pie, mientras asentaba su perdida mirada en el pavimento. La oruga vencedora estaba inmóvil y su víctima yacía a su lado, y parecía expulsar del costado abierto una pequeña, pero muy pequeña bolsa grisácea que convulsionaba enérgicamente, emergiendo de ella una multitud de diminutos gusanos blancos que se empujaban y tropezaban, desesperados por salir.
Gabriel fue capaz de calmarse por un momento, solo para observar con mucha curiosidad como estos pequeños insectos se aglomeraban entorno a la colilla que había lanzado recientemente, frotándose contra ella, engulléndola, hasta el punto de cubrirla por completo y no dejar posible distinguir que había debajo de esa masa vibrante y vomitiva de insectos blancos. No pudo evitar estremecerse cuando sintió que una cálida mano se posó en su hombro, y una sombra negra nubló el desagradable espectáculo.
- Gabo... ¿Estai' bien? En cuanto vi tu mensaje vine para acá- levanté los ojos y los posé sobre esa voz femenina. Era la Fran, la chica con la que había comenzado una relación hace un año. Moví la cabeza de lado a lado, indicándole la negativa a su pregunta.
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La Oruga Negra
Storie breviCuento escrito a mediados del 2019. Con un poco más de experiencia, escribí este cuento para la clase de Lenguaje. Personalmente, uno de mis favoritos.