Una vez más, las escurridizas lágrimas ruedan por las mejillas color durazno de Sung Jong, mientras sostiene con fuerza su larga espada de empuñadora dorada contra su hermano. El entrenamiento se vuelve más duro cada día y aún no sabe cómo decirle a Sung Yeol, que nunca ha sido su deseo el aprender a usar esa peligrosa arma.
Los metales que chocan entre sí una y otra vez, cimbran con rudeza el frágil cuerpo del más joven. La tosquedad de Sung Yeol se refleja con vigor en cada una de sus estocadas, pero Sung Jong no se atreve a pedirle un respiro, incluso si aquello no es más que la práctica rutinaria de todas las tardes.
Es cierto que, como uno de los tres príncipes del reino, sus habilidades deben estar igualadas con las de los valientes caballeros de la Orden de la Corona, pero, el sensible corazón del pequeño omega le impide aceptar que tarde o temprano, tendrá que hacer uso de todas sus latentes destrezas para poder defenderse por sí mismo, y también, para proteger a los que más ama.
No obstante, la posibilidad de que algo parecido a una guerra se desate en el país es cada vez más remota. Desde hace décadas, la armonía y la tranquilidad se han convertido en los suculentos frutos del gran árbol de la paz que continúa creciendo incansable con el paso del tiempo, en cada rincón del extenso reino.
—Ya es suficiente, Sung Yeol —dice Sung Kyu con voz calmada, pero firme.
Y como si no lo hubiera escuchado, el joven alfa lo ignora y continúa desplegando sus habilidades maestras en contra del menor de sus hermanos. Sung Jong resiste cuanto puede, pero de pronto se queja cuando la punta de la afilada hoja se clava en su costado izquierdo.
—¡He dicho que ya es suficiente! —espeta Sung Kyu, levantando la voz—. Continuaremos mañana.
Sung Jong cae de espaldas en el césped y Sung Kyu se le acerca, flexionando las rodillas y posando sus manos sobre los hombros del menor, sintiéndole destensarse y escuchándolo suspirar de alivio.
—El sol aún no se oculta, y Sung Jong ha estado muy distraído los últimos días. Creo que necesita más severidad en sus lecciones para compensar su pésimo desempeño —objeta Sung Yeol, casi como un reclamo.
Agita la espada en el aire y se acerca de nuevo a Sung Jong para tomarlo de la muñeca bruscamente.
El menor de los tres aguanta un gemido; la fuerza del joven alfa es, por mucho, superior a la suya. Con sus cristalinos ojos busca los de Sung Kyu y, de inmediato, el príncipe intervine, por lo que Sung Yeol termina por deshacer su tosco agarre. Pues, aunque él es el único alfa de los tres, no puede contradecir los mandatos de su hermano mayor.
—Eres demasiado blando con él. Así nunca logrará empuñar la espada para protegerse de los enemigos.
—Esto es un entrenamiento. Eres tú el que lo trata con demasiada severidad.
—¡Es por su bien!
—¡No así, Sung Yeol! —objeta al ponerse de pie otra vez.
Bufando con irritación, Sung Yeol frunce el ceño mientras contempla la determinación en los ojos de Sung Kyu, por lo que no le queda más remedio que dar por terminado el entrenamiento.
Se da la vuelta y guarda su espada: una larga arma de acero brillante con incrustaciones de cuarzos y zafiros rosados en el pomo; un valioso obsequio de su madre. Comienza a caminar hacia el interior del castillo con pasos furiosos y se pierde tras la enorme puerta de madera que divide los jardines traseros del salón principal.
—Lo siento —susurra Sung Jong, arrojando su espada a un lado y arrugando la tela de sus muslos con las dos manos, como si de una dura penitencia se tratara, y la cual se niega a cumplir—. De nuevo lo he hecho enfadar —dice con la voz llena de vergüenza.
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Back | WooGyu
FanfictionCon su salud deteriorándose cada vez más, Hee Chul se ve obligado a nombrar a Sung Kyu, su primogénito, como el próximo rey. Sin embargo, la reina no está de acuerdo con su decisión y trama un desastroso suceso para arrebatarle la corona y dársela a...