La verdad

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—Lo siento, pero, no logro acordarme de ti —reitera Sung Kyu, mirando la espalda del alfa con curiosidad mientras intenta traer algún recuerdo al repetir varias veces ese nombre en su mente.

Porque no va a negar que el olor de Woo Hyun le hace sentir una pizca de nostalgia, aunque no la suficiente como para asociar las facciones de su cara con alguna memoria. Incluso el bello rostro de su amorosa madre parece desvanecerse poco a poco con el paso del tiempo. Si no fuera por la exquisita pintura que yace colgada en una de las paredes de sus aposentos, ya hubiera olvidado su hermosa sonrisa.

—Puedo entenderlo; después de todo, ha pasado demasiado tiempo. Es normal que me hayas olvidado —responde el alfa cuando se da la vuelta otra vez.

Sus ojos se incrustan en los del príncipe fijamente, y no puede evitar que el brillo que irradian le transporte a la época en donde, otros ojos iguales a esos, le confiaron el más grande de sus tesoros.


20 años atrás...


—Quiero ver tu espada otra vez, Hyun —le pide el pequeño Sung Kyu con una sonrisa de oreja a oreja.

A sus cuatro años, el príncipe heredero era demasiado curioso, pero al joven caballero de la Orden de la Corona le enorgullecía mostrarla. El haberla obtenido era su mayor satisfacción, y usarla para salvaguardar a la familia real, era su más grande misión en la vida.

—Está bien, alteza, pero no se acerque demasiado, por favor —pidió el alfa tras empuñar con fuerza el arma que yacía en su cinturón.

Y al desenfundarla, una estela de brillo plateado surgió tras ella. Woo Hyun la levantó en dirección al sol radiante y lanzó algunas estocadas al aire, justo como le había enseñado con tanta dedicación su viejo maestro. Dio un par de vueltas sobre sí mismo con gran agilidad y la espada giró en sus manos, silvando con gracia y cortando el aire con el poderoso filo doble que sólo las espadas de la Orden poseían.

Los ojos de Sung Kyu se agrandaron con admiración ante la majestuosa muestra de habilidad del caballero. Woo Hyun era el más joven y el más talentoso. Y otra hermosa sonrisa iluminó su rostro cuando se imaginó que algún día él sería capaz de empuñar una grandiosa espada como esa.

—Cuando pueda tener una, ¿tú me enseñarás a usarla? Quiero ser muy fuerte y pelear contra los hombres malos para proteger a mamá —le hizo saber el niño, esperanzado.

El joven alfa guardó el arma entonces y se aproximó al príncipe, poniéndose a su altura cuando flexionó su rodilla izquierda para acariciar con gentileza su lacio cabello.

—Por supuesto, alteza. Le prometo que algún día usted será el príncipe más hábil y fuerte de todo el reino.

El niño volvió a sonreír, y de pronto se le echó encima a Woo Hyun, rodeándole el cuello con sus pequeños brazos antes de comenzar a dar saltitos de emoción. El joven alfa se avergonzó por un momento, pues no era propio tener ese tipo de contacto con miembros de la familia real, pero al final, palmeó la espalda de Sung Kyu con suavidad y una plácida sonrisa se materializó en sus gruesos labios.

—Kyuzizi, no importunes a Woo Hyun de esa manera —dijo la reina Sung Ah, quien apareció de pronto en el extenso jardín.

Las mejillas del niño empezaron a teñirse de rosa pálido y, sin pensarlo demasiado, se alejó unos pasos.

—Lo siento —dijo Sung Kyu un tanto apenado.

—No se preocupe, alteza —respondió el alfa, inclinando su cabeza con respeto hacia la madre del príncipe.

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⏰ Última actualización: Nov 05 ⏰

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