capítulo uno:- ANASTACIA GEALACH -

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(Foto: Bosque Encantado)

Era el día 20 de marzo del año 219. El bosque encantado se había llenado de color, los reinos alrededor de él apagaban sus hogueras y recibían felizmente la llegada del calor. Excepto obviamente por Fjëllånd, ya que arriba de sus enormes montañas que parecían tocar las estrellas siempre hacía frio y en el Reino del Sol, donde por alguna extraña razón... Siempre era verano.

En la oscuridad del interior de una roca dormía tranquilamente una chica, que no era ni dama, ni princesa, ni campesina, hasta que se vio obligada a despertar porque un animal le atacaba, saltándole por encima y rugiendo... Bueno, más bien maullando. Se trataba de Donn, el gato, con su pelaje negro y sus ojos verdes que brillaban a la luz de una vela a punto de extinguirse y que le decían a la chica asqueada y somnolienta, "tengo hambre".

Se levantó tocando con los pies el suelo revestido de madera y cogió una varita del mueble de al lado de la cama hecho del mismo material, extendió el brazo y movió la varita. Una linea recta a la derecha, otra en diagonal para arriba a la izquierda y por fin hacia abajo, al acabar, todas las velas del local se encendieron iluminando el pequeño hogar, incluso aquella al lado de la cama que volvió a estar entera como por arte de magia, y de hecho lo era, la chica de cabellos negros y extremamente lisos, con sus ojos grises cansados era capaz de hacer magia, porque aquella chica no era común, no era dama, ni princesa, ni campesina, ¡era una bruja! Una bruja lunar.

Vistió su capa negra larga guardando la varita en su bolsillo, como todos los días, ató la vaina de la daga un poco arriba del tobillo, como todos los días, abrió la puerta con cuidado, observó el exterior solitario y finalmente salió sin molestarse en ponerse zapatos, como siempre lo hacía. La puerta atrás de ella y de su amigo con bigotes se deshizo, donde estaba ahora solamente se veía la superficie de una piedra lisa y clara, caminando entre los arboles de un bosque visiblemente encantador pero con un toque sombrío, miraba a su alrededor buscando un animal lo bastante grande como para poder guardar un trozo para la cena y lo bastante pequeño como para poder cargarlo.

Allí estaba ella, la cabra, perdida de su rebaño comiendo de un arbusto de acerolas. La chica se acercó a un árbol escondiéndose detrás de él, sacó de la vaina su daga sujetándola firmemente y dio pasos lentos hacia el animal buscando no hacer algún ruido que la delatara, miraba fijamente a la cabra, levantó la daga lista para utilizarla y... Estaría a unos tres pasos de su presa cuando un bulto grande y rojo apareció delante de ella tirándola en el suelo y desapareciendo por las hojas de los árboles con su cena. La chica se tocó la cabeza con expresión de dolor y con algo de dificultad volvió a incorporarse, ¿qué diablos había sido eso? Corrió por el bosque en busca de respuestas pero con cierta precaución ya que tenía miedo de que aquella fiera pudiera hacerle daño. Se detuvo, sus pies descalzos habían pisado algo mojado en el suelo, no podría ser un charco ya que no había llovido ultimamente... ¿Entonces que era?

Miró su pie manchado de un líquido rojo, era sangre, levantó la mirada y tragó en seco al toparse con una criatura humanoide de espaldas sentada junto al difunto animal, tenia la piel bronceada, una columna vertebral muy marcada y parecía mucho un humano si no fuera por sus grandes alas de un color rojo anaranjado, que recordaban a las de los dragones de los cuentos. Ella por impulso pegó su espalda al árbol más cercano tratando de esconderse pero hizo ruido al chocar su cuerpo contra el tronco, la criatura paró lo que estaba haciendo, miró a su alrededor y se levantó inseguro.

— Señorita... Señorita! No haga el ridículo se le ve el pelo, sé que está detrás de ese árbol.

La "señorita" apretó los ojos decepcionada de que su escondite no fuera bueno lo suficiente y salió de detrás del árbol apuntando la daga a la criatura.

— ¿Quién eres? — repensó la pregunta mirándolo de arriba a bajo — ¿Qué eres?

— Wow wow wow puede bajar el arma, sea lo que sea que "soy" no pretendo hacerle daño. Dijo con cierto desdén levantando las manos. La chica confusa volvió a dejar la daga en su vaina.

— Permita que me presente simple dama...

— No soy una dama — le interrumpe.

— Soy Alfred, — ignora su reproche — Alfred Draak, futuro rey de Heteberg — dijo orgulloso.

— Oh alteza, perdone mi ignorancia — hace una reverencia.

— ¡Gracias! — dijo sorprendido sin darse cuenta de que se trataba de ironía — Compartiré mi caza con la señorita para que aprecie la bondad del futuro rey — el joven se volvió a girar y se agachó para arrancarle una de las patas al pobre animal con sus propias manos mientras la chica le observaba. No le podía tomar en serio, la criatura llevaba una camiseta con tantos agujeros que dejaba ver los innumerables moretones y heridas por su torso sin necesidad de que se la quitara y sus pantalones verde musgo tenían algunas quemaduras, definitivamente no parecía un príncipe, además, teniendo en cuenta sus ojos amarillos, sus pequeños cuernos y como no, sus alas, más bien parecía una especie de bestia. Alfred le entregó la pata y ella la sujetó incómoda.

— Buen provecho — dijo satisfecho.

Todo esto era muy extraño, en 19 años viviendo en aquel bosque la joven nunca había pasado por algo así, por allí solo pasaban caballeros viajando de un reino a otro, campesinos curiosos y médicos buscando por hierbas medicinales, de los cuales ella se reía ya que no tenían ni idea de lo que hacían, la joven bruja tenia muchos más conocimientos sobre las plantas que ellos. Pero encontrarse con una criatura tan extraña que dice ser el príncipe de un reino del que nunca había oido hablar... No, nunca le había pasado nada parecido. Ella le miró por un momento, confusa, procesando lo sucedido en su cabeza, se viró y empezó a caminar pero se detuvo cuando Alfred le llamó.

— ¡Ey, señorita! ¿Ni siquiera me dirá su nombre? — dijo indignado, le parecía mucha falta de respeto.

— Anastacia, — dijo girando la cabeza para mirarle, un poco asqueada — Anastacia Gealach. Y se fue desapareciendo entre los arboles.

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