capítulo dos: - EL REINO DEL SOL -

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(Foto: Rey Sol)

Desde cada una de las calles y callejones de aquel reino se podía apreciar el gran palacio, con sus detalles rojos y sus altísimas torres blancas perfectamente alineadas, en la punta de cada una de ellas brillaba reflejando la luz del día una joya de oro puro, haciendo que el edificio pareciera aún más deslumbrante y mágico. El gran palacio del Reino del Sol tenía una razón para ser el más perfecto de todos los reinos, su rey era el más perfeccionista. Su majestad se hacia llamar rey Sol, y se comparaba a él mismo con el astro. Brillante, fuerte, que cubría con su luz la superficie de todos los reinos mostrándoles su enorme poder, el sol era el que le decía a los campesinos que era hora de levantarse a trabajar y el que les daba permiso para volver a sus hogares a descansar. Pero la gran bola incandescente así como todo lo que existía tenía sus fragilidades, las nieblas de otoño oscurecían su luz y el frío del invierno impedía su calor.

Un día, el rey Sol oyó hablar de un clan de brujas que vivía en el bosque encantado, unas mujeres que tenían una extraña ligación con la luna que les permitía cambiar la naturaleza del entorno a su favor. Aquello le dio una idea y ordenó a sus hombres que las trajeran al palacio lo antes posible.

— Encantada estoy de conocerle majestad — una bruja anciana de pelos grisáceos y piel llena de arrugas le dedicó al rey una reverencia, le acompañaban otras seis mujeres con capas negras con capucha, todas con una postura imponente y una mirada poderosa, cualquiera le temería más a una de aquellas mujeres que al más fuerte caballero del reino solo por su mirada.

— El placer es mio mi señora — le extendió la mano y la anciana se la beso intentando esquivar sus enormes anillos dorados.

— ¿Que desea usted de nuestra humilde familia?

— He oído que su gente tiene poder sobre la naturaleza, ¿es eso cierto?

— Efectivamente.

— Les ordeno que usen su don y que el sol brille todos los días de todos lo años dentro de los muros de mi reino, sin excepciones — la sonrisa amigable de Miha, la bruja mayor, se deshizo y en su lugar ahora había una expresión seria y algo sorprendida.

— Mi señor... Debo avisarle que este tipo de magia es peligrosa, se trata de un hechizo muy poderoso, podría tener un precio del cual se arrepentiría hasta que pasara a mejor vida.

— Que así sea — el rey era orgulloso e imprudente, demasiado pertinaz para renunciar a su idea y capaz de desafiar el universo, el cual desestimaba, para llevarla a cabo.

— En ese caso... Vamos señoritas abrid el círculo — dijo preocupada. Dio la vuelta y indicó a cada bruja dónde debía ponerse — Menos tú Lilith, cariño, esto podría hacerle daño a la niña — dijo poniendo la mano de forma delicada en la barriga de una bruja de cabellos pelirrojos y enseguida indicándole con la mano que se quedara a su lado.

Las cinco brujas en círculo sacaron las varitas de sus bolsillos, cada una con un pequeño cristal de color diferente en la punta, y las levantaron con los brazos completamente erguidos. Un rayo de luz plata salió de cada cristal juntándose en una única linea luminosa que subió y traspasó el techo sin dañarlo, las cinco despegaron sus pies unos diez centímetros del suelo, un viento fuerte desarregló el pelo excesivamente arreglado del rey y obligó a la joven reina a taparse el rostro con las manos.

Después de algunos segundos los pies de las brujas volvieron a tocar el suelo, el viento cesó y la bruja al lado de Miha miró al rey instantáneamente, sus ojos estaban completamente blancos y su voz sonaba grave y ronca.

LA NATURALEZA DEL ENTORNO HA SIDO ALTERADA Y TODOS LOS RESPONSABLES PAGARÁN UN PRECIO POR ELLO, ACEPTAD VUESTRO CRUEL DESTINO. 

Algunos meses después la barriga de la joven reina había empezado a crecer y el rey se veía radiante, su majestad no podía parar de hablar de que su hijo sería un fuerte caballero, el mejor nunca visto y que sería tan grandioso como él. La reina por su lado se dedicaba a enseñar su barriga a todos los que venían a "ver" al pequeño príncipe mientras intentaba, sin éxito, esconder su infelicidad. Un total de 16 fiestas fueron dedicadas a Sol II antes mismo de su nacimiento, todas rebosantes de comida, alcohol, lujo y mucha alegría, todas, menos la última.

Un hombre misterioso caminaba por los pasillos del palacio hasta que se adentró el gran salón llevando su máscara así como la invitación exigía, todos bailaban felices mientras los músicos tocaban sus mejores temas. El misterioso hombre se acercó a la reina, los dos hablaron un rato y en cierto momento, mientras ella observaba la felicidad de sus súbditos, él vertió el contenido de un pequeño matraz en su copa y se marchó. La reina sedienta tomó un trago de agua y enseguida soltó la copa y chilló de dolor, los músicos pararon inmediatamente y todas las miradas se volvieron a la reina que se contorcía en el suelo mojado de sangre con las manos en su enorme barriga. El rey se quitó la máscara rápidamente y corrió para socorrerla, la reina sudaba de forma exagerada, miró a su marido ya calmada y negó con la cabeza, el rey empezó a llorar y chillarle a todos para que se fueran de allí, dañado por saber que su hijo ya no iba a nacer.

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