Flotando

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—Clark… ¡Clark! —El grito de Bruce resonó por gran parte de la mansión. Sus ojos seguían aterrados, clavados en alguna parte del techo mientras sus manos empujaban algunas almohadas de la cama al suelo con desesperación. 

    —Amo Bruce, por favor, pare de gritar —Alfred entró en la habitación con su habitual seriedad y rectitud. Sus ojos se movieron hacia donde Bruce miraba y una especie de sensación de terror recorrió igualmente su espina dorsal —¡Amo Clark! —Pese a su serenidad inquebrantable, se unió a los gritos de Bruce, jalando también de algunas colchas aumentando el fuerte de almohadas que ya había. 

    —¿Qué pasa? ¿Qué? —Clark se asomó en la habitación. Su mano reposaba suavemente sobre una barriga de unos cinco meses. Su rostro algo cansado por los últimos días que había dormido tan mal por culpa del bebé en camino. Todo lo que sea que pensaba se esfumó al alzar su vista al techo y ver al pequeño Richard de escasos un año flotando en lo alto, mientras que movía sus piernitas como si pudiera nadar en el aire y se mordía una mano con emoción mirando con una sonrisa a sus preocupados padres — ¡Por todos los dioses! 

    No pasó un segundo más hasta que flotó cerca del bebé, lo agarró en sus brazos como que si fuera una porcelana y lo acunó en su pecho a pesar de las protestas del niño por no poder seguir flotando a la deriva. Aterrizó cerca de Bruce que tenía ya el corazón en la mano. 

    —¿Por qué mi bebé está flotando como si nada? —Bruce cogió a Richard, quizá demasiado duro porque el bebé volvió a quejarse, pero definitivamente no quería verlo flotando de nuevo. 

    —Pues, puede que porque sea mitad kryptoniano —Le respondió Clark como si fuera una cosa demasiado obvia. Suspiró y se sentó en la cama, volviendo a poner su mano sobre la barriga, estaba demasiado sofocado ahora mismo. 

    —Amo Clark, ¿Necesita un poco de agua? —El omega asintió. Cuando Alfred salió fijó su vista malhumorada en Bruce.

    —¿Qué se supone que pensabas hacer? ¿Dejarlo caer hasta que se estrellara en un montón de almohadas? —Richard hizo un sonido de decepción en los brazos del alfa y volvió a meterse la mano en la boca. 

    —Por eso te llamé, qué otra cosa podría hacer ¿Volar a su lado? —El alfa pateó una de las almohadas —¿Por qué estás tan de mal humor hoy?

    —Porque por culpa de alguien estoy embarazado y no puedo hacer cosas —Clark dijo con molestia, lo vio cruzarse de brazos de una manera adorable y no pudo simplemente contestar a ese hecho universal. 

    —¿Jason te da problemas? —Sonrió con diversión. Se sentó a su lado aún viendo el puchero que hacía el omega. Richard estiró las manos, soltando un leve ‘Da’ llamando a Clark y pegándose a la hinchada barrida del omega. No dijo nada, pero soltó un gruñido medio lastimero. 

    El embarazo iba ‘la mar de bien’, sin embargo, las hormonas revolucionadas no tenían solamente sensible su cuerpo sino también sus sentimientos. Se sentía un poco más gordo, algo menos atractivo y todo lo que decía Bruce le molestaba. Además, estaba comiendo de una forma tan insana que Alfred se negaba a preparar todas las ‘sandeces’ (como las llamó el mayordomo) que pedía, pero, ¿A quién no se le antojaba helado con pan y trozos de zanahoria? Su madre llamó para decirle que dejara de comer cosas extrañas. 

    Se miró en el espejo del baño cuando estuvo solo. Lo que más le incomodaba (O quizá no tanto) era ver cómo poco a poco su cuerpo cambiaba de una figura heroica, a una frágil silueta de omega embarazado. Con su pancita, su piel brillante y un par de pechos que se sentían llenos, aún cuando no debería empezar a producir leche. Llevó sus manos a sus pechos, sus manos cubrieron los mismos y los apretó suavemente soltando un pequeño jadeo. Últimamente era tan sensible, podía sentir todo aumentado al mil por ciento. Repitió lo mismo, tragando saliva esta vez y evitando soltar ningún ruido. 

Ad multam noctemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora