Balance

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—Me molesta —Expresó Bruce. Clark giró su vista hacia su esposo mientras intentaba hacer que Conner se quedara quieto en su sitio. Dick aplaudía la habilidad de flotar de su hermano más pequeño mientras que Jason a su lado le lanzaba algún cubo de Lego usando al bebé cómo diana. 

—¿Qué cosa? —Clark agarró el cubo en el aire —¡Jason! — El hijo del medio, que ya tenía un año, soltó una carcajada ante su propia acción. 

—Los números impares —Bruce bajó el periódico que tenía entre sus manos cuando el siguiente cubo fue para él. Miró a Jason con una ceja alzada y este se metió tras Dick que seguía haciendo muecas a Conner. 

—¿Y? —Conner dejó de flotar. Puso sus pequeñas manos en los pechos de Clark buscando comida. Ya era su hora, había jugado lo suficiente y tenía hambre. 

—Que tenemos tres hijos, quiero que sean pares. 

—Ni lo sueñes. No pienso parir un niño más en un buen tiempo —Se quejó. Había estado teniendo un niño tras de otro y estaba un poco harto de estar embarazado. Era momento de descansar, relajarse, dejar que al menos Conner cumpliera un año. 

—Pero no te niegas — Escuchó el bajo gruñido del omega de Clark molesto. Bruce sonrió mientras lo vio alzarse la camiseta, cosa que hizo que el más pequeño de los retoños Wayne se pegará inmediatamente a su madre y diera gorgojos de satisfacción al obtener su alimento. 

—No estoy de broma, Bruce —Clark se levantó con su bebé en brazos. Los otros dos más pequeños lo siguieron como los pollitos a su madre gallina, imitando también, aunque sin entender, su gesto de indignación. 

Así, Clark estuvo huyendo toda la semana del abrasador alfa, que no quería dejarlo ni a sol ni a sombra y seguía con su insistencia de querer ‘hacer’ un cuarto hijo para que todo fuera ‘par’ en sus vidas. 

Y no es que no quisiera, en realidad, Clark estaba bastante deseoso de poder yacer junto al alfa. Entregarse plenamente a él, fundirse ambos en un amasijo de sentimientos y sensaciones bajo las sedas que cubrían su cama, pero, definitivamente, no quería un bebé más ¡Ya tenía tres! Y, aunque Alfred era de gran ayuda, Clark no sabría qué hacer con un cuarto terremoto agitándose en su vida. 

Lo bueno de todo era que el mayordomo, que lo había visto un poco angustiado aquella mañana, le aconsejó ir a dar una vuelta por la ciudad. Ir a Metrópolis, un café con alguna vieja amistad, un poco de aire libre sin los bebés llorando a su lado o de Bruce intentando hacer uno más. 

Fue divertido, tomar un necesitado café con Lois. Bueno, tomó juguito porque estaba amamantando a Conner y no quería desequilibrar la dieta de Alfred. También tuvo la oportunidad de hablar con Jimmy sobre nuevos artículos. Se le extrañaba un poco en el trabajo, pero en cuanto terminaran los tres meses de baja por maternidad, regresaría a su lugar de trabajo y seguiría haciendo lo de siempre (Aunque seguía escribiendo, pero no era lo mismo hacerlo desde casa que en el ruido infernal de la editorial). 

Resumiendo, fue un día glorioso. Ah, Metrópolis, no es que Gotham fuera mala, pero, de vez en cuando, tener de vuelta el sol y la alegria era maravilloso. Casi que cerró los ojos disfrutando de la sensación, hasta que chocó con alguien. 

—Uh, lo siento —Se apresuró a disculparse. Sintió el gruñido de la persona, hasta entonces desconocida, y se medio encogió en su sitio. Hacía apenas un mes que había tenido a su cachorro, así que aún estaba algo sensible ante la dureza de los demás. 

—¿Clark? —De inmediato, el olor a enfado que había estado desprendiendo el otro alfa cambió a uno de sopresa, luego, pasó a una sensación de satisfacción —Qué agradable verte de nuevo —Lo sintió olfatearlo con descaro. Clark, casi por defensa, hizo lo mismo. 

Ad multam noctemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora