Siete.

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Sus labios lamen toda mi vagina, pasando su lengua por mis nalgas de ves en cuando, dejando también chupetones seguramente muy marcados en ellas.

Muerdo mi labio inferior.
Colocando mis manos en la mesita de cristal que está frente a mí, tomando fuerza.

Muevo mi trasero en círculos, sintiendo perfectamente la lengua de Ross dentro mío, torturándome.

–Sabes delicioso.

Me nalguea.

–Este culo siempre fue mío.

Alzo una ceja.
Volteando, quedando cara a cara con él.

–¿Tuyo?

Río.
Él asiente, observando mi rostro con esfuerzo para no bajar su mirada hacia mis pechos.
Típico de Lynch.

–Te recuerdo que yo fuí él que te quitó la virginidad.

Río.
Machista estúpido.

Me siento a ahorcadas encima de su cuerpo.
Siento su erección al instante pegada a mi sexo, esta enorme, del tamaño de un jugoso pepino.

Gimo.

–Eso no quiere decir que sea tuya Lynch- me acerco a sus labios. Él me besa– Porque no lo soy.

–Pero aún así amas que te folle bien duro ______________, como cuando lo hacíamos dentro de esa cabaña.

Acaricia mi rostro con sus manos de una forma ruda, su dedo pulgar va hasta mi boca, y lo mete dentro de esta, lo succiono, observando sus ojos atentos en la acción que hago.

–Me encantaba verte saltar encima mío, ¿sabes?- susurra, con la mirada pérdida en mis labios– Ese culo enorme rebotando, mientras tu pedías por más... como una zorra.

Retira su dedo de mi boca para dejarme responder, no lo dejo sacarlo sin antes darle un pequeño mordisco.

–Era tu zorra- río.

Aún lo recuerda.
Años atrás, amaba que Ross me insultara cuando estábamos teniendo sexo, que me dijera que era su zorra... me ponía tanto.
Casi tanto como a él.
Él es un jodido amante de la dominación.

No nos culpen.
Solo son fetiches.

–Lo sigues siendo.

Me dice.
Moviendo sus caderas contra mí, haciendo que nuestros sexos comiencen a rozar sin tener contacto interior aún.

–Mierda Ross- gimo, pegando mi cuerpo al suyo.

Sus labios capturan uno de mis senos y comienza a succionarlo, con rudeza, sin dejar de mover esas maravillosas caderas.

–Mételo- le indico.

–¿Qué?

Entrecierro los ojos.
No hagas esto ahora Ross...

–Mételo.

Vuelvo a repetir. Cerrando los ojos.

–Realmente lo quieres, ¿verdad?

Ríe.
Maldito idiota.

–Ruegame por ello.

–Ross...

–Vamos _____________, volvamos a esos tiempos cuando éramos novios y te volvías loca por coger.

Entierro mis uñas en sus hombros.
Haciéndolo gruñir, sonríe.

–Por favor Ross, hazlo.

–¿Disculpa?

Dice cínico.
Ruedo los ojos.

–Por favor hazlo... por favor...

Me aferro más a él.
Ross muerde mi pezón, a la misma vez que entra en mí con una maldita fuerza increíble.

Definitivamente esta sería la mejor noche de mi vida, hace tiempo no tenía ni una experiencia así.

El mismo de ayer | Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora