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Jack era un niño de ocho años que siempre se portó bien y sacaba muy buenas notas. Sus compañeros siempre querían ser sus amigos, pero él no dejaba que se le acercase cualquiera. A su corta edad ya tenía claro quienes estaban por interés y quienes querían de verdad una amistad. Era un niño inteligente y no se dejaba vacilar por nadie. Sus padres lo educaron de esta forma y estaban muy orgullosos de él.

Pero la situación no fue igual cuando entró a secundaria a los doce años. Al principio seguía siendo el mismo niño de primaria que todos alababan, pero luego empezaron las envidias de algunos, llevándose insultos. Jack no entendía nada, nunca tuvo que lidiar con una situación como esa. Pero él intentaba que sus compañeros entrarán en razón, sin éxito alguno. Así fue todo hasta el segundo trimestre de segundo, que fue cuando empezaron a pegarle. Jack no soportó más y le explicó toda esa situación que vivía día tras día a su tutora. Está llamó a los padres del chico y tuvieron una reunión al día siguiente. Jack dio los nombres de cada uno de los abusones y estos fueron expulsados el resto del curso, haciendo que tuvieran que repetir. Y Jack empezó a ir al psicólogo para hablar de lo sucedido y que no se derrumbara por culpa de cuatro estúpidos envidiosos.

En el tercer y cuarto año la cosa fue mejor, a pesar de que esos matones siguieran intentando molestarlo. Pero no podían porque ya nunca estaba solo. Tenía su pequeño grupo de amigos y, cada vez que esos sin vergüenza querían pelea, estos lo defendían.

Después de secundaria, hizo el bachillerato científico, sacando matrícula de honor. Luego ingresó a la universidad para cursar la carrera de psicología.

Ahora Jack es un hombre adulto de treinta años, con una hija en camino, un máster en psicología y trabajando en el mismo sitio que hizo sus prácticas, ayudando a jóvenes para remediar y superar problemas y traumas.

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