Begin Again

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Todos los lobos nacen con su distintivo aroma, algunos incluso tienen más de uno o este se va desarrollando a medida que las personas crecen.

El aroma realmente puede decir mucho de quienes somos, nos indica si alguien está en estado o de qué tipo de casta proviene su lobo interior, el estado de ánimo, incluso hay psicólogos que aseguran que son nuestros lobos quienes eligen nuestro aroma incluso antes de que la parte humana se desarrolle por completo. Es algo tan íntimo, pero tan social a la vez que parece algo común, casi tan ordinario que la mayoría de las veces pasa desapercibido por lo que es imposible que realmente alguien sea rechazado por su aroma, es más, para los que creen en cuentos de cunas, este podría ayudarte a encontrar a tu alma destinada.
Lamentablemente no bastaba para mí con nacer como omega y ser hombre, sino que además tenía que ser de estos raros casos clínicos donde mi aroma significaba más un defecto que algo bueno.

El gran problema es que yo no tenía un aroma específico, podían ser todos y ninguno a la vez, era un extraño caso donde mi aroma pasaba a ser el favorito de quien lograba olfatearme.

Según mi mejor amigo Liam esto realmente era más bien una ventaja que una desventaja porque podía tener a las alfas que yo quisiera a mis pies, el problema es que sufrí mucho acoso debido al estúpido problema además siempre era tema de conversación de otros omegas y logró traerme más de un mal rato.

“¿Louis estás usando mi perfume favorito?” “Hueles exactamente al desayuno que me prepara mi madre en las mañanas” “Maldito Louis, sabía que eras una zorra, quiero saber ahora mismo como es que hueles a mi alfa” “Hueles como mi abuelita, ella murió hace mucho, ¿puedo abrazarte?” y esos eran solo unos de los cuantos comentarios con los que debía lidiar a diario hasta que descubrí el famoso spray anti feromonas, sería una lástima que justo en mí el efecto durara mucho menos que en un omega normal, eso hacía que fuera vital para mi cargar con al menos dos de esos horrendos spray a diario sin obviar las terribles contradicciones que estos podían traer a mi fertilidad, no es como si estuviera interesado en tener pareja pero podría al menos tener la opción ¿no?
Ser un omega con problemas tan extraños como este realmente era una lucha diaria, sin embargo, puede que no todo fuera tan terrible.

Sucedió en mi último año escolar. De por si siempre fui alguien muy callado, intentaba mantener bajo perfil para no tener problemas con nadie, mientras más aislado estuviera, mejor. Solo tenía a mi mejor amigo Liam, sin embargo, su compañía acabó cuando mi madre consiguió un trabajo en Londres y tuvimos que dejar Doncaster.
Por un lado, era bueno porque así ya no sería un estúpido omega defectuoso, provocador de alfas, entre otras cosas que solían decirme, ahora tenía la oportunidad de empezar de nuevo, solo yo y mis latas de spray, el problema es que eso también significaba dejar a Liam atrás, a la única persona que nunca me juzgó.

Tenía planes de hacer amigos en este nuevo instituto, pero no fue tan fácil como pensé, todos pasaban de mí y yo era muy tímido para si quiera acercarme a alguien, después de un tiempo tampoco tenía muchas ganas de hacerlo, hasta que la vi.

Yo llevaba apenas unos meses en el instituto, me estaba yendo bastante bien, pero había tenido problemas con unos horarios que no lograban coincidir con mis clases así que fui a solucionar ese problema con la secretaria de la escuela ¿el problema? Se demoraron demasiado en atenderme y el spray dejó de surtir efecto, lo supe porque comencé a recibir intensas miradas de estudiantes que aún estaban en la escuela.

Busqué desesperadamente un poco más de mi spray en mi mochila, incluso intenté presionando forzadamente el sello de la lata para ver si aún podía quedar residuos del gas que pudiera ayudarme, pero la mala suerte estaba de mi lado y solo me resigné saliendo lo más rápido posible del baño intentando correr a mi casa para esconderme lo antes posible.

Como dije la suerte no está de mi lado y apenas salí a las canchas, cerca de la salida un grupo de alfas me rodeó.

- Pero mira a quién tenemos aquí, Louis Tomlinson. - dijo el que reconocí como el capitán del equipo de futbol mientras me tomaba con algo de fuerza la barbilla, cada vez acercándose más a mi mientras yo retrocedía. Intenté huir, pero apenas hice el intento de salir corriendo, otros dos chicos se ganaron detrás de mí.

- No tienes por qué huir pequeño Louis, te había estado observando, eres muy callado ¿no? - el chico estaba tan cerca que podía sentir su aliento sobre mi rostro, yo solo agaché mi cabeza mientras temblaba, estaba entrando en pánico.

- Quieto omega. - Él uso su voz de mando obligando a mi omega a quedarse quieto. - no voy a hacerte daño, es solo que no sabía que tu aroma fuera tan delicioso. - el sujeto me tomó de la nuca mientras paseaba su nariz por mi cuello y me susurraba:

- Si te calmas mis amigos y yo podremos disfrutar esto y quién sabe tal vez vuelvas para repetirlo. - moví mi cabeza para ambos lados, negando. Mi corazón comenzó a saltar como loco dentro de mi pecho, mi respiración se hacía cada vez más errática mientras sentía a los alfas invadiendo mi espacio personal.

Sentía sus manos en la curva de cintura, sus narices en mi cuello e incluso uno de ellos estaba intentando colar su mano dentro de mis pantalones lo que me hiso soltar un grito de desesperación mientras me movía para librarme del agarre aun sabiendo que las probabilidades de lograrlo eran nulas.

- ¡No! ¡Por favor déjenme ir! - comencé a mirar desesperadamente para todos lados intentando buscar ayuda, pero los alfas tapaban completamente mi campo de visión, intenté alejarme dando golpes para todas partes, pero lograron inmovilizarme.

- Calladito, una palabra más y moleremos tu hermoso cuerpo a golpes. - el alfa seguía tomando mis manos con rudeza mientras los demás se pegaban a mi como sanguijuelas.

Las lágrimas rodaban por mis mejillas, no podía si quiera pensar en algo, el pánico se apoderaba de mí y sentía que cada vez me costaba más respirar.

A lo lejos empecé a escuchar risas. Entre los gruñidos de los estúpidos alfas encima de mí y mis sollozos creí que fue mi imaginación así que intenté calmarme para escuchar mejor. Efectivamente unos metros más allá vi a una chica, era evidentemente alfa, su presencia era elegante pero imponente a la vez, iba con otras dos personas que no logré identificar mejor, era mi oportunidad para pedir ayuda, cualquier movimiento que hiciera podía ser arriesgado, pero necesitaba agotar cualquier instancia para salir de la horrible situación en la que me encontraba.

- ¡Ayúdenme, por favor, necesito ayuda! - el alfa que estaba encima de mi parecía furioso, me golpeó sin reparos en el rostro con su puño mientras los demás alfas comenzaban a darme patadas. Sentía todo mi cuerpo arder, mis costillas, mis piernas, estaba perdiendo el conocimiento.

- ¡Te dije que guardaras silencio maldito omega! - los alfas seguían golpeándome y diciendo cosas, pero no logré escucharlas.

Sentí mi cuerpo cada vez más liviano, los golpes parecían detenerse, pero podía deberse fácilmente a lo adormecido que me encontraba por tanta violencia.

Suspiré una última vez, sentí mis ojos cerrarse de a poco, lo último que creí ver fueron unos destellantes ojos azules, tan profundos como el mar o un bello día de tormenta, parecían preocupados.

¿Estaba alucinando? ¿Podría ser un ángel? ¿Será que estaba muriendo? No tuve tiempo de pensar en nada más, de pronto todo era oscuridad.

El pitido de una máquina se va oyendo cada vez más cercano, de repente soy consciente de la pesadez de mi cuerpo y la molesta luz blanca que se cuela por mis retinas.

El ambiente está cargado por un fuerte olor a canela y vainilla, me trae cierta tranquilidad, pero ya comienza a marearme un poco la intensidad hasta el punto de sentir que era más bien el aroma el que me sedaba y no los medicamentos que parecían estar llegando a mis venas.

Me siento frio, pero hay una calidez extraña en mi costado derecho, volteo con un poco de cuidado porque siento mi cabeza palpitar y me sorprendo al notar a una chica, de cabello rubio y brillante.

Me costó un poco enfocar en mi vista en su rostro, pero cuando lo hice sentí que perdí un poco el aliento.

Había una chica, sus facciones eran fuertes pero delicadas a la vez, tenía un hermoso y grueso abanico de pestañas reposando en sus mejillas, sus labios eran gruesos y estaban perfectamente maquillados con un fuerte tono rojo. Podía reconocer que se trataba de una alfa incluso en la indefensa pose en la que se encontraba, estaba dormida. Uno de sus brazos reposaba alrededor de mi cuerpo y su otra mano tomaba con fuerza la mía.

Cuando logré salir del encanto de la chica me sobresalté e intenté salir de su agarre, se trataba de una alfa y yo quería estar alejado lo más posible de ellos, fuera quien fuera.
La mujer abrió sus ojos de pronto, primero se sobresaltó, posó sus intensos ojos azules sobre los míos, parecía sorprendida y luego preocupada.

- Ya despertaste, ¿te sientes bien, omega? - su voz era imponente y encantadora la vez, sentí que podía oírla hablar todo el día, pero a la vez solo quería huir de la habitación. Empecé a ver la salida desesperado.

- ¿Pasa algo? Estás inquieto ¿quieres que llame a una enfermera? - la chica acercó su mano a mi frente, pero yo insistía en alejarme e intenté hacerlo lo más posible.

- ¿Tienes miedo? No voy a hacerte daño, los idiotas que te golpearon no van a volver a hacerlo si es lo que temes, yo misma me voy a encargar de eso. - como si fuera una burla del destino, la chica me sonrió con su perfecta dentadura blanca, verla ahí sonriendo tan cerca de mi cara bajo la luz de la sala de lo que parecía ser el hospital era como ver a un ángel.

- No tienes que hablar ahora, sé que estás muy cansado, esos estúpidos alfas se sobrepasaron contigo, siento haber llegado tarde. El doctor dijo que tus heridas son serias. - de repente comenzaba a ser mucho más consiente del dolor en mi cuerpo, mis piernas, mis brazos, mi abdomen, mis costillas. Abrí mis ojos sorprendido y algo preocupado por mi estado, ella pareció notarlo y tomó mi mano otra vez.

- Tranquilo, no es nada que no se solucione con reposo, los golpes en tu cabeza y tus costillas fueron algo fuertes para un omega y lograron romper algunos huesos de tus costillas, no quiero mentirte, estarás en el hospital un largo tiempo pero no te preocupes yo misma voy a preocuparme de venir a verte para que tengas compañía, espero no te moleste pero llamé a tu madre y dijo pronto estará aquí…-

La chica seguía hablando y hablando, yo solo miraba su mano sobre la mía, quería decirle que me soltara, que se fuera, que no volviera, quería gritarle por haber llamado a mi mamá y preocuparla en su viaje de negocios además ¿de dónde había sacado su número? pero nada salía de mi boca. No sé en qué momento la chica dejó de hablar, parecía preocupada mientras pasaba sus dedos por mis mejillas.

- ¿Estás bien? Por favor no llores ¿quieres que llame a alguien? Dime algo ¿Louis? Ese es tu nombre ¿No? Es hermoso- ella seguía acariciando mis mejillas y las lágrimas seguían escurriendo por ellas sin ningún control. Quería hablarle, pero sentía mi garganta muy apretada.

- Está bien, solo descansa, llamaré a una enferma. - Ella iba a pararse, iba a dejarme solo y sentí miedo, tomé su delicada pero fuerte mano como pude y la miré suplicante, después de todo era ella todo lo que tenía en ese minuto, creo que entendió lo que quise decir porque volvió a sentarse y comenzó a acariciar mi cabello.
De nuevo posó sus hermosos ojos sobre los míos sin dejar de acariciarme, sentí una corriente atravesar mi cuerpo, pero no quería dejar de mirar sus ojos, no podía, estaba como hipnotizado en ese bello día de lluvia.

De pronto comencé a relajarme y no supe en que momento pasé de ver el bello paisaje de invierno a una oscuridad absoluta. Creí sentir una pequeña presión en mi frente y de nuevo a esa hermosa voz susurrando:

- Descansa omega, yo voy a protegerte.

Georgeus || Louaylor || OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora