Sabor de las sensaciones al color.

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Si tuviera que atribuirle algún sabor a una sensación, para mí la pena sería dulce. Como el dulce del agua con azúcar.
O si quisiera tener que describirla con algún color, definitivamente para mí no sería azul.
Azul es un color alegre. Azul me recuerda a el color del cielo en esos días que está cubierto de nubes con forma de algodón y se siente el calor del sol, mientras sopla la brisa, que no es demasiado fuerte para que sientas frío, pero si lo suficientemente fuerte para que puedas elevar una cometa.
Nunca aprendí a elevar cometas, y mi padre tras dos intentos de enseñarme, se rindió.
Como se rindió cuando le dije que quería estudiar, que quería crecer, que me gustaría viajar y vivir en otro país.
La pena es color gris.
Pero el gris no es un color triste. Los días en los que el cielo y las nubes lloran, son grises y a mi parecer, son los mejores días. Me llenan de vitalidad y alegría y muchas ganas por salir a recorrer el mundo. O simplemente pasearme por la calle con un paraguas en la mano que ni siquera abriría.
El sabor del gris, me sabe a rosado. E inmediatamente lo asocio con algodón de azúcar, sólo que este algodón sabe a tierra y no se deshace en la boca.
Y al final el gris si se vuelve un color triste.

Agua con azúcar.
Sabor rosado.
Algodón de tierra.

El color rosado, es pánico.
Pánico del niño de haber perdido lápices del estuche. Pánico del adulto de haber perdido las llaves de casa. Pánico de sentir como se me escapa la vida, que cinco años pasan y yo siento que fue ayer.
El pánico es tierra, que se convierte en barro, que se convierte en un duro concreto que cubre tus pies con cubos al suelo y que hace que dar un paso se convierta en un extremo ezfuerzo y una terrible pesadilla.
Como tratar de sobresalir, de hacer algo. De cambiar. Como esforzarse por crecer. Como soñar con monstruos de grandes garras que te persiguen, y que al final terminan por atraparte.
Y el concreto es amarillo, y el amarillo tiene un sabor a azul.
Azul de los hermosos días de brisa fresca, sol radiante, nubes como algodón y cometas en el aire
Días que por cierto, no son azules y son rojos. Y el rojo es; la felicidad pura.
Esa que sientes cuando ni siquiera sabes que estás siendo feliz, pero que al recordar sientes paz y luego nostalgia.
Nostalgia de la que sabe a fresas, a fresas con crema... Y a días de campo.
Días que eran lo suficientemente buenos para por las mañanas pasearse en un plantado de girasoles y en las tardes correr entre plantaciones de maíz. O jugar a las traes, arriba de una camioneta. O subir el cerro para buscar los caballos.
Días en los que nadie se rendía. Días donde abundaban las risas, y no existía el significado de la palabra llanto.
Días en los que yo era rojo, y vivía en rojo. Y ahora sólo siento sabor a fresas con crema al recordar como era el color.
Ahora soy gris, y rosado y concreto... Y muy pocas veces puedo volver a ser un azul. Pero jamás un rojo.
Y siento el dulce sabor del agua con azúcar entre mis ojos, y se desbordan. Como una cascada.
Entonces por fin comprendo porqué el color negro no es una sensación, y termina por tornarse gris, o azul, o algodón de azúcar.
Y es que el negro jamás ha sido un color.
Y yo jamás me volveré negro...

Pensamientos De Una Noche Fría.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora