"MAÑANA MI ULTIMO DÍA..."

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                                                                                       CAPITULO XVIII

Golpeó fuertemente su cabeza contra el volante causando que la bocina sonara. Era un idiota. Un gran idiota. Sabía que no debía dejarse llevar, pero como siempre no escuchó a su sentido común. Se le formó un nudo en el estomago. Louis lo mataría si su pequeña estaba embarazada, él mismo se mataría. ¿Cómo pudo ser tan irresponsable? Se sobo la frente que aun dolía por el golpe y se vistió para ir a la casa. Quizás ella no lo había notado así que debía decirle, y era mejor que lo dijera rápido que ocultarlo por miedo.

- Demi – La llamó, ella no estaba en el living ni en la cocina.
- Estoy arriba. – Alcanzó a escuchar, decidió que subiría pero cada escalón que pisaba hacía que sus pies pesaran más, era como de plomo. Era como si no quisieran subir porque tenían miedo de ella y su reacción. 
- ¡Por Dios, Jonas! No seas gallina y sube. – Se regañó en voz baja antes de retomar su camino. El segundo piso era un pasillo largo con puertas marrones de maderas y una escalera al final de este para ir al ático, y no era novedad que la escalera también fuese del mismo material que las puertas... las ventanas y gran parte de la casa. - ¿Demi? – Preguntó antes de entrar a la antigua habitación de los señores Styles. Abrió la puerta solo un poco, estaba oscuro pues las persianas seguían abajo. - ¿Hola?
- ¡Boo! – Saltó por la impresión y se dio la vuelta con una mano en el pecho y la respiración acelerada. – 
- Casi me matas. – Pero ella ya no lo escuchaba, estaba retorciéndose de risa en el suelo. Se veía tan linda, tan feliz. Él rió un poco junto a ella aunque se sentía algo avergonzado por lo que recién había ocurrido.
- Hubieses visto tu cara. Fue muy divertida. – Comentó cuando ya estaba algo más calmada. Se puso de pie con la ayuda de él y se arregló la ropa que se había ensuciado con algo de polvo que había en la alfombra. – Lo siento, pero tenía que hacerlo. Estaba tentada. – Él pudo notar un brillo en sus ojos, seguro causado por las lágrimas que le provocó la risa, pero aun así se veía tan condenadamente tierna. - ¿Te pasa algo? – Y recién en ese momento él notó que tenía una cara de bobo y la vista perdida en esos ojos tan provocativos.
- Necesito hablar contigo. – Pero el tono, y la expresión, con la que lo dijo no fue la mejor de toda. Era como si quisiera terminar, así lo había hecho parecer. Aunque siendo honestos ellos nunca habían empezado como novios, así que tampoco podían terminar. Ella tenía el ceño fruncido y una mueca clara de preocupación había derrocado a la sonrisa y ocupado su lugar. – Anoche... - Se aclaró la garganta y tragó saliva sonoramente. Sus manos sudaban, no sabía que reacción esperar de ella. 
– Anoche no use protección.

Louis estaba de pie frente a tres grandes espejos. Estaba sobre una especie de banco. Era como si se fuera a casar. Su madre había enviado a hacer un traje a China, las razones... algo de que la seda y el algodón de allí es mejor, vaya señora, le encanta derrochar dinero. El chico ya estaba cansado, había tres mujeres y dos hombres midiéndolo y haciendo los últimos arreglos a su traje. Y como si fuera poco la incomodidad que sentía con ello, los señores aquellos ni siquiera hablaban. No había nada que lo distrajera. Los pájaros no estaban cantando, no había televisión ni radio y su móvil estaba demasiado lejos de su alcance.

- Retírense. – Ordenó. Los trabajadores lo miraron algo extrañados. – Váyanse ahora, el traje está bien. – Pero ellos no se movieron lo más mínimo. - ¡Váyanse de un pu.ta vez! – Exclamó irritado, automáticamente ellos dieron un paso atrás y tomaron sus cosas para marcharse lo más rápido posible.

Louis se miró en el espejo y no le gustó nada lo que vio. Era como su padre unos años más joven y con unos kilos menos. Y el carácter... él solía ser divertido, reír mucho y decir cosas sin sentido. Pero vivir tanto tiempo en la casa Lovato terminó por amargarlo, se decepcionaba tanto de sí mismo. Era tan diferente. Había cambiado mucho. Aunque realmente no se le podría llamar cambiar, él siempre fue igual solo que antes estaba escondido tras una máscara, su lado 'malvado' estaba encerrado entre altas murallas, murallas que se habían derrumbado esa noche que la dejó ir. Oh, cuanto se arrepentía. Pero parecía que tendría que lidiar con el fantasma de aquel amor toda su vida, siempre lo estaría atormentando.

- Vaya, la hiciste llorar. – Dijo Kevin entrando junto a Nick. Louis se sintió peor, no había controlado su furia y ahora una mujer que solo estaba haciendo su trabajo estaba herida, estaba llorando. Se sentía tan porquería. - ¿Qué te pasa, Lou?
- Prefiero no hablar de ello. – Comenzó a quitarse la camisa y cambiarla por otra menos formal, lo mismo con los pantalones y lo zapatos. – Mi madre está histérica, ¿no? – Sus amigos solo asintieron. – Era de esperarse. – Bufó y arregló un mechón rebelde de su cabello. – Nick, ¿podrías enviarle una docena de rosas y una carta de disculpa a la muchacha?
- ¿Rosas y una disculpa? – Preguntó más que atónito.
- Chico, habré sido criado por animales sin corazón pero aun así aprendí bien que a una dama no se le hace llorar. – Sentenció serio antes de salir de allí.
- Cada vez está más raro. Un día de estos va a despertar y nos va a matar a todos, luego nos enviara rosas a nuestra tumba. – Nick golpeó la nuca a Kevin. – ¡Oye! Ya verás cuando estemos tres metros bajo tierra.
- Deja de hablar pendejadas, Miller.
- Ok, como quieras. – El rubio dio media vuelta y sacó un paquete de su bolsillo el cuál comenzó a comer, eran como barras de cereal o algo así. – Ya verás, Miller, ya verás.

Joe aun mantenía los ojos cerrados esperando un golpe de parte de ella. Pero no paso nada. Quizás estaba en shock o quizás estaba planeando como asarlo vivo. Abrió un ojo primero y se encontró con Demi y su rostro sereno.

- ¿Y eso qué? – Inquirió ella cuando él ya había abierto ambos ojos.
- Podrías quedar embarazada. ¿Eso no te preocupa? – Ella sonrió levemente.
- Joe, nunca dejé de tomar las pastillas anticonceptivas, dudo mucho que haya quedado embarazada. – Eso era un alivió, un gran alivió. Soltó todo el aire. Pero era raro, no se sentía feliz por la noticia. Quizás era porque si quería tener una familia con ella, aunque claro... luego recordaba que eran jóvenes y ni siquiera habían terminado la universidad, era mejor no sentar cabeza aun. – Vamos, relájate. Todo está bien. – Él le sonrió. – Ya que este es nuestro último día aquí en Holmes Chapel, ¿qué tal si vamos a un día de campo?
- Me encantaría. – Respondió sin dudar.
- Voy a buscar algo de comida y salimos.

Ni quince minutos se demoraron en encontrar el lugar perfecto para instalarse. Entre grandes matorrales y pasto seco. Era un lugar muy lindo. Desde cual se podía apreciar el cielo despejado. Era tan pacifico. Pero para su mala suerte el día transcurrió rápido, pero no aburrido. Habían hecho muchas cosas, y no, eso que están pensando no ocurrió. Miraron las nubes, hablaron temas triviales y sin sentido. Cantaron, comieron obviamente, y quizás hubo uno que otro beso por aquí y por allá. Pero más que eso nada. Era una tarde sana entre dos amigos, dos amigos que eran casi amantes.

- Es lindo el atardecer. El problema es que anuncia el final del día, no me gustan los finales.
- A nadie le gustan. Casi nunca son buenos.
- En eso estas equivocado, mi querido Jonas. Porque un chico muy sabio, y lindo, dijo: "al final todo saldrá bien, si no está bien, es que aun no es el final"
- Buena frase.
- Lo sé. – Y un silencio, para nada incomodo, reinó entre ellos al tiempo que miraban hacia el cielo el cual cambiaba de color por el atardecer. Había pasado por tonos rojos, naranjos, amarillos e incluso algo un poco rosado. – Creo que deberíamos volver, puede que hayan animales salvajes por aquí.
- Paranoica. – Dijo antes de levantarse y dirigirse de la mano hasta la casa que estaba a unos cuantos metros.

Debían caminar bastante, pero no alcanzaba a ser un kilometro.
Habían llegado y entrado, enseguida el sentimiento de angustia la inundó. Extrañaría esa casa. Y eso que no llevaba tanto como para apegarse. Fue hasta las escaleras pero notó que Joe se había quedado afuera.

- Voy a fumar un rato, ve a dormir. – Ella lo miró algo molesta, no quería que fumara, no le gustaba ese hábito pero bueno, no podía obligarlo a dejarlo, no de un día para otro. Era un proceso lento y difícil y para decir verdad él había progresado bastante.
- Buenas noches, Joe.

En cuanto ella desapareció él se dejó caer. Estaba completamente herido. Mañana sería su último día. ¿Y si no lo lograba? ¿Y si la perdía? Lanzó el cigarro terminado y entró, pero antes con el reverso de la manga limpio aquella lagrima que había caído. Pensar en perderla le dolía más de lo que él quería. Él la quería a ella para pasar su eternidad, para estar hasta la hora de su muerte. ¿Pero ella lo quería a él? ¿O solo estaba encaprichada?

DOCE DÌAS (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora