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Revisó una vez más el lugar que marcaba el aparato con el lugar en donde el demonio se escondía por el momento. Con su diestra sujetó el rastreador y con la zurda dejó su palma en el espejo. Cerró sus ojos para concentrarse mejor, entonces su mano atravesó la sólida superficie y sintió una brisa fría contrarrestar el calor y humedad del lugar.
Un brillante mar azotaba contra la arena junto con un despejado cielo. Era absolutamente bello el lugar. Cruzó el espejo y la habitación del motel desapareció detrás de él.
Al menos era el lugar donde no pasaría nada si andaba con la tela blanca o en ropa interior en lo que conseguía algo de ropa que concordara con el clima. Para su suerte, a pocos pasos, se encontraba un bungalow con unas bermudas secándose en la ventana. Tiró de éstas y al ponérselas tuvo que apretar los cordones para que no se cayeran por ser varia tallas más grandes.

Caminó para buscar alguna tienda para conseguir algo de su talla. Terminó consiguiendo algo mejor. Encontró a cierto tipo de cabello tinto tirado en la arena bajo una sombrilla, con gafas de sol puestas y una botella en la mano. Conforme se acercaba fue capaz de verlo por completo su piel parecía de caramelo mientras se bronceaba, no pudo evitar analizarlo por completo. Como se supone que venza a un tipo que parece que esculpieron con cincel cada uno de sus músculos. Sonrió por lo fácil que lo encontró, parecía que no se estaba molestando en dificultar su búsqueda, por lo que supuso que lo estaba esperando.

— Te quemarás con el sol, ángel —le gritó el demonio desde la distancia. Se sentó en la arena—. Te regalo un poco de sombra —ofreció palmeando el camastro a su lado—, lo guardé para ti.

Frustrado, se dio cuenta en que no podía hacer nada para someterlo al haber varias familias en los alrededores. Se plantó frente a él, recibiendo una galante sonrisa, de esas sonrisas que te revuelven las ideas y hacen tus piernas flaquear, contra eso luchaba ahora el ángel. No sería nada fácil olvidar la sensación de sus manos apretando su cintura y su boca ser ocupada por la del contrario. Fingió sobriedad y cruzó los brazos contra su pecho.

— Vamos a vernos demasiadas veces, así que descansemos antes de pelear, por favor —pidió dando un largo trago y tirarse de nuevo.

YoonGi no podía creer semejante barbaridad dicha y, mucho menos, el que lo tomará como un juego cuando su futuro estaba en manos de un imbécil que actuaba como si estuvieran jugando.
Echó hacia su espalda la trenza y pensó que tal vez sí era buena idea someterlo de una buena vez.

— Te ves más lindo con el cabello suelto —comentó como si nada, la reacción de molestia por el comentario le causó gracia.

Usando la distracción que causó lo dicho, pasó una de sus piernas y golpeó por la parte trasera de sus piernas, provocando que cayera sobre su trasero.
Atrapó juntas sus manos y se impulsó para obligarlo a tenderse en la arena, elevó las manos inmovilizadas sobre su cabeza. A propósito dejó sus rostros a unos centímetros de distancia.
Sostuvo su peso sobre sus rodillas, ignorando lo incómodo de la arena en su piel, para usar su diestra sin dificultades. Acarició el rostro ajeno y volvió a sonreír.

— Eres precioso —tocó con su nariz la ajena, pero Min tenía su gesto neutro estático—, se nota que eres un ángel, cariño—presionó su cuerpo contra el ajeno un poco más—. Te será imposible vencerme en una pelea —dejó sus labios rozarse con descaro—, tendrás que buscar otra forma de conseguir lo que quieres —salió de encima suyo y retomó su cómodo lugar añadiendo:— Tú decides si te quedas en paz o juegas con tu suerte.

Min no movió ni un músculo de donde se encontraba, completamente agobiado porque terminaría quedándose en aquel lugar gracias a sus inútiles aptitudes para pelear. Recordó que no llevaba camiseta cuando una botella de vidrio helada fue situada en su vientre, dejándole la piel de gallina a la vez que se sobresaltaba.

Llévame al cielo |KookGi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora