XXI

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Cuando se fueron Ainara y Miguel a su piso, yo me fui directa a la cama. Serían como las 22:30 o algo así, no era muy tarde, pero no quería estar con Álvaro porque no parecía querer intentarlo de nuevo. Me refiero a lo de hechar un polvo, ya me entendeis. La cuestión es que ahora estoy metida en la cama, y ya es bastante tarde, son las 2:48 de la madrugada y no puedo pegar ojo. Llevo unas cuatro horas así y nada, no hay manera.

Me levanto de la cama y salgo de mi habitación para prepararme una infusión. Paso frente a la puerta de Álvaro que está cerrada, aunque puedo ver que tiene la luz encendida bajo la puerta. Dudo en entrar o no, pero me armo de valor y decido hacerlo, aunque antes me voy al baño a lavarme los dientes y peinarme un poco, no vaya a ser que pase algo y a mí me huela el aliento. Salgo del baño y vuelvo a plantarme frente a su puerta, pero me vuelvo a mi habitación y me pongo un tanga color berenjena. Ahora sí que estoy lista. Vuelvo por tercera vez a la puerta de Álvaro y cuando voy a entrar, él abre la puerta.

-¿Qué haces? Llevas media hora delante de mi habitación. -dice enarcando las cejas. ¡Madre mía, qué vergüenza! Me sonrojo un poco e intento disimular el que estoy muerta de vergüenza lo mejor que puedo.
-Quería... quería hablar sobre lo de antes.
-¿Lo del ascensor o lo que iba a pasar en la cocina? -pregunta algo serio.
-De todo. -afirmo. Entro en su habitación y me siento a los pies de su cama.

La habitación está bastante ordenada, y muy limpia. Álvaro se acerca a mí y se sienta a mi lado, más lejos de lo que pensaba.

-Creo que lo mejor sería dejarlo correr. -comenta Álvaro con gesto decidido.
-¿Cómo? -pregunto algo sorprendida.
-Vamos, en el ascensor nos han interrumpido y en la cocina también, todo eso son señales de que el universo no quiere que lo intentemos.
-¿Enserio estás pronunciando esas palabras? ¿Qué leches me importa a mí el universo? -digo en un tono de voz más elevado. No me creo que haya dicho tal estupidez. -Si no quieres lo dices y punto, no busques escusas absurdas.
-Claro que quiero, pero venga, ¿no crees que el que nos hayan interrumpido dos veces sea alguna señal?
-Eres demasiado supersticioso. -claudico.
-Puede que sí, pero aún así no sé si deberíamos intentarlo...
-Yo quiero. Tú creo que quieres, no me ha quedado muy claro. En serio, ¿cuál es el problema? Y no me digas las señales y el universo porque no te renuevo el contrato del alquiler. -suelto, provocando una sonrisa de parte de Álvaro. Me encanta cuando sonríe, se le forman unos hoyuelos adorables.
-¿Estás segura? Vivimos juntos, y cuando lo dejemos va a ser realmente incómodo. Ya es incómodo con David que sólo es un amigo más del grupo, imagínate si estuvieras viviendo con él a la fuerza por culpa de un alquiler.
-He pensado en todo eso y me da igual. Si me resulta muy incómodo no te renuevo el alquiler y fin de la historia. -bromeo. Me acerco más a él y poso mi mano en su rodilla mientras le miro a los ojos, intentando convencerle. -No, en serio, no me importa. Al principio será incómodo, evidentemente, pero cada uno se mete en su cuarto y aquí no ha pasado nada. Incluso podríamos poner horarios para el salón: martes y jueves me toca a mí por la noche y a ti los lunes y miércoles, el resto ya veríamos cómo lo hacemos. -agrego sonriendo.
-Entonces será un placer follarte aquí y ahora. -me dice con voz grave y seductora.

Me pone una mano en la nuca y me atrae hacia él con fuerza, dejando nuestras bocas a pocos centímetros y notando su cálido aliento acariciar mis labios. Nos besamos hambrientos de nosotros y entrelaza sus dedos entre mi pelo, agarrándome con posesión. Nos desnudamos el uno al otro de manera ágil y veloz, incluso me sorprendo de lo rápido que lo hemos hecho.

-Tenía tantas ganas de esto... -susurra Álvaro interrumpiendo nuestro beso.
-Sí, pero cállate, no es momento de decir ñoñerías.
-A sus ordenes.
-No creo que quieras... Puedo ser MUY mala. -le digo con una mirada sexy y mordiendo ligeramente mi labio inferior, provocándolo.
-Muéstramelo. -me reta.
-Está bien... tú lo has querido.

Salgo de la habitación y cojo unos dados sexuales que tengo en mi habitación. Vuelvo corriendo al cuarto de Álvaro y se los muestro, provocándole una pícara sonrisa.

-Hoy mandan los dados. -informo.
-Genial, nunca había hecho esto antes. Estará bien.
-Álvaro, estará más que bien, pero vayamos al salón.

Nos vamos al salón y nos sentamos en el sofá. Nuestras miradas arden de deseo, lanzo los dados sobre la mesa de centro y miramos qué ha salido.

-En este dado pone chupa. -dice Álvaro. -¿Qué sale en el tuyo? -pregunta con curiosidad.
-Unas pechos, así que ven aquí y cómeme las tetas.

Chupa exahustivamente cada uno de mis pechos y luego se aparta, dejándome muy caliente. Ahora lanza el los dados: penetrar y culo.

Álvaro coloca un condón en su pene y yo me pongo de rodillas en el sofá, con el dorso apoyado en el respaldo. Él aparta mi pelo delicadamente con una mano, me besa el cuello, luego el hombro y después me agarra fuerte los dos pechos, haciendo que suelte un suspiro. Y sin previo aviso, introduce su miembro viril en mi culo, provocándome un fuerte gemido.

Seguimos jugando un rato y después lo hicimos en el sofá, en la encimera de la cocina y en el balcón. Tres polvos, sí, ¡pero qué tres polvos! Álvaro es un muy buen amante.

Nos dormimos en el balcón desnudos, cada uno en una tumbona y realmente agotados.

Compañeros de pisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora