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Martes.

Caminaba por los pasillos de aquella silenciosa biblioteca, busqué un libro, que fuese de mi interés.

Tomé un libro llamado 1992, de Stephen King y le di un vistazo. Se miraba un buen libro. Asentí decido y fui a reservarlo por una semana, le di mi tarjeta a la señora de la librería, para pagar el tiempo con el libro.

Lo metí en mi mochila y salí de ahí, regresando a mi casa.

No había ido a la cafetería en días, hoy era martes, he hablado con Manu todo el tiempo, se disculpó conmigo por el día de la fiesta, pero no tenía ningún problema, aún así, él insistía.

No tenía razón alguna para ir a la cafetería. Pero quería ir, era un sentimiento extraño. Al único lugar en mi vida donde he querido ir con tantas ganas es la biblioteca y mi casa, pero porque lo necesitaba.

Podía encontrarme a mí mismo en un trance, pero me era fácil salir de ahí. Y ese trance siempre involucraba a Manuel. No sabía que hacer con ello, no encontraba una manera para salir de ese lugar donde me estaba metiendo con Manuel. No sabía.

Fue entonces cuando me di cuenta que me estaba perdiendo a mí mismo. Ya estaba en la puerta del local, apuntó de abrir la puerta.

Y así lo hice.

Abrí, la campanilla sonó indicando cliente nuevo. Caminé hacia mi mesa sin mirar hacia ningún otro lado más que la dirección que iba a tomar. Saqué el libro para empezar a leerlo una vez estuve sentado. Me relajará un poco de mis pensamientos al menos.

—Hola. —Una baja y suave voz me sacó de la lectura. Mi vista se fijó en Manuel, quien se posaba a mi lado con un enorme sonrojo, que se extendía por su nariz, mejillas y orejas, haciéndolo ver realmente tierno.

Sus manos estaban tomando el menú y su pie se movía seguido. Lo miré fijamente.

—Tené. —Me pasó el menú, me extrañó que no estuviera tan activo como siempre, pero lo ignoré. Tampoco es que pueda meterme en su vida e indagar. No lo podía hacer.

Miré todos los cafés que habían.

—Un café con leche y una torta de vainilla. —Dejé que anotara en su libreta, cosa que hizo realmente rápida, me tomó el menú y se fue, sin decir ni una palabra.

Hoy iba vestido con una camisa amarilla, un pantalón celeste que le quedaba a su medida, recogido de la parte de abajo y zapatos negros con calcetas blancas. Muy tierno.

No sabía qué era lo que tenía. Me había encargado por mensajes de tranquilizarlo, que no se sintiera mal por la fiesta, porque seguro era eso lo que tenía. No debía estar así.

Ignoré el tema y volví mi vista hacia mi libro, empezando a leer el primer capítulo.

Desvié mi mirada un poco a mi vestimenta, traía una camisa negra adidas, un pantalón negro roto de los muslos y unos zapatos blancos. Nunca intenté tan siquiera cambiar mi forma de vestir. Tampoco es que quiera.

—Aquí tenés. —Dijo bajito Manuel, dejando las cosas en la mesa para después alejarse.

Lo quedé viendo, no sabía cómo se actuaba en el momento que querés arreglar algo que no sabés que pasó. ¿Debería llamar a Mateo? Nah, luego no me dejará en paz.

Ignoré por tercera vez el tema, concentrándome en el libro.

Tomé un sorbo de café, para luego llevar una cucharada de pastel a mi boca. El sabor era común, pero muy bueno. La leche le hacía juego a la vainilla, y el café le daba un toque, formando un sabor exquisito.

𝘿𝙞𝙛𝙚𝙧𝙚𝙣𝙩𝙚𝙨 - 𝒘𝒐𝒔𝒑𝒍𝒊𝒌.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora