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CAPTADO POR EL INFIERNO

Frente al espejo se miraba un joven de blanco alisando su traje, era sábado por la mañana y debía prepararse para su ceremonia. La puerta de la habitación se abrió y su madre entró.

- No seas vanidoso, deja de mirarte tanto en el espejo- Jungkook desvió la mirada de su propio  reflejo y le dio la espalda

- Lo siento madre 

- Está bien, ya está todo listo para partir - se acercó a el y acomodó en su cuello la pañoleta que le daría a su pareja. - Espero que  no se te olvide lo que debes decir, y se amable con ella ¿de acuerdo? - el menor asintió mirando a la mujer que le dio la vida, ahora era más bajita que el y la edad se le notaba detrás de sus anteojos y canas esparcidas. - y feliz cumpleaños mi niño - le dio un abrazo muy rápido y un obsequio al que sonrió. 

- No tenías que molestarte madre 

- No es molestia, es el regalo tradicional de los 21 años, sal pronto y no te mires en el espejo. - la mujer dejó la habitación y Jungkook se sentó en su cama observando el objeto rectangular frente a el, ni siquiera tenía que abrirlo para saber de que se trataba. Era común que en las fases de edad se obsequiaba una nueva biblia de color específico, en su caso, blanca. Quitó la envoltura de papel y salió de la habitación en busca de sus padres.

Durante el camino mantuvieron el silencio, a excepción de una melodía pacifica de solo guitarra acústica e instrumentos de percusiones. Aun no podía sacar de su cabeza cierta cabellera negra, le estaba abrumando totalmente, recordar aquellas palabras le ponía nervios y solo deseaba que llegara el fin de mes para poder hacerse la limpia y sacar la negrura que el demonio había metido en  el.

"Follar es lo más delicioso de este mundo, y si aun no lo haz probado haré que lo pruebes de mi  hasta que te encante estar lleno por dentro"

Jungkook no era ningún tonto, conocía bien la mayoría de las oraciones con doble sentido y las insinuaciones, el colegio se había encargado de quitarle esa pureza e inocencia mental. Ni siquiera sus padres podrían saber tanto como el, que había visto y escuchado ciertos injurios con su compañeros. Al principio era un tormento pero aprendió a sobrellevarlo y no hacerse el asustado, aunque por dentro estaba aterrado de ser juzgado por conocer esos actos impuros. 

LLegaron al colegio de varones sacerdotes y se adentraron hasta la sección dos donde se encontraba el gran salón rojo. Este estaba decorado de flores blancas y había otra familia esperando, entre ellos una dulce chica rubia con un vestido blanco hasta las rodillas y con un corte triangular hacia el cuello con piedras doradas. En su cabeza llevaba una coronilla de mariposas blancas y en su mano derecha una pañoleta blanca. No iba a negarlo, si era muy bonita, tenía unos ojos azules y una piel muy blanca y lisa. Sin embargo no le emocionaba, ya que el estaba seguro de que su futuro era al lado de Dios, sirviendo a el y solo a el.

- Bienvenidos - dijo el obispo, el salón estaba iluminado con luz blanca, no roja como siempre y desprendía un aroma a incienso. Jungkook miró a su al rededor y hasta el fondo estaba el padre Samuel observando, este alzó una mano en forma de saludo y Jungkook respondió con una sonrisa. - el día de hoy, el varón cumple la edad suficiente para conocer a la mujer que concebirá con su semilla, al infante que podrá llevar su sangre y llamar hijo según su decisión. Las familias de la mujer no escogían hombres, era la familia del varón quienes escogían. Ella lo miró mordiéndose el labio para evitar sonreír ante la parecencia del inesperadamente guapo muchacho.- Jeon Jungkook y Park Minha están aquí para unir sus lazos y en un par de meses, concebir ante los ojos del señor. - El obispo miró a Jungkook y este quitó la pañoleta de su cuello y colocarla en el cuello de la chica que al toque sintió escalofríos.

El infierno de Dante (Butterfly)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora