Nathan y Steven son gemelos. Tienen dieciséis años y sus vidas no pueden ser más diferentes, así como sus diagnósticos: síndrome de Asperger y autismo.
Mientras Nathan brilla por un coeficiente elevado, Steven aprende a contar. Mientras Nathan hac...
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Mientras yo me hallaba en secundaria, Steven asistía a un centro para niños con requerimientos especiales. Todos en mi escuela lo sabían, incluso había quienes nos diferenciaban como "el gemelo bueno" refiriéndose a él y "el gemelo malo" cuando hablaban de mí.
Era una broma por parte de mis compañeritos, pero yo no lo captaba así. Es decir, obviamente él era bueno, pero ¿eso me hacía malo? Luego entendería que mi incapacidad de concebir al mundo en general se asociaba algo mucho más grande.
De cualquier modo, fuera de la escuela, mi mundo era Steven. Siempre he tenido esa tendencia a evitar a mis "compañeros", excepto por uno.
Su nombre era Michael, era mi vecino y lucía como un buen inglés: rubio, ojos grises y lleno de gestos y palabras que desbordaban en elegancia y amabilidad. Sí, era todo un "British gentleman". Empezamos a hablar con él cuando teníamos ocho años y acababa de mudarse a Londres. Su madre y la mía congeniaron a la perfección en cuando se reconocieron en la escuela a la hora de entrada, así que básicamente fui bordeado a llevarme bien con Michael y él sería mi compañero de mesa por los próximos años.
—Tengo un hermano— confesé ese día en el automóvil. Hasta ese momento no habíamos tocado el tema. Mi madre y la suya hablaban en los asientos delanteros y Lisa dormitaba sobre su hombro al lado derecho. Michel se hallaba en el medio—. Su nombre es Steven. Somos gemelos.
—Eso es algo muy interesante, Nathan. Me gustaría mucho conocer a Steven.
—Quizás no. No lo sé.
— Siempre es bueno conocer a alguien más. Podemos jugar algo, traje mis muñecos de Pokemón. Normalmente elijo un Charmander para iniciar pero por ser mis nuevos amigos les dejaré elegir a ustedes.
—Steven no lo entendería.
—¿No le gusta Pokemón? ¿Prefiere Digimon?
—No es eso.
— ¿Entonces?
— Él es...-Torcí los labios. ¿Cómo le diría?— Diferente.
— Pero si es tu gemelo. ¿Cómo pueden ser diferentes?
—¡Pues sí lo somos!
— Nathan, no grites— advirtió mamá desde el asiento de adelante.
Michael no se vio nada ofendido con mi molestia. Es más, tomó mi mano así como Steven solía tomarla a diario. Lisa soltó una exclamación de ternura, pero yo por el contrario, no entendía a ese extraño vecino nuestro.
Al llegar a casa, nuestras madres y Lisa se apresuraron a ir hacia la cocina para preparar rollos de canela para el té. Michael me siguió escaleras arriba hacia nuestra habitación.
—¿Steven ya llegó? ¿Tu mamá irá a recogerlo luego?
— Hoy no fue a la escuela, papá lo llevó al doctor en la mañana.
