☂️ 1: Somos diferentes

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Vaya, esta es mi historia y confieso que no sé por dónde empezar

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Vaya, esta es mi historia y confieso que no sé por dónde empezar.

Quizás podría iniciar con el hecho de que me encuentro sentado en una camilla de urgencias, mirando embobado a los mosquitos que vuelan alrededor mientras un doctor intenta obtener información sobre cómo pude llegar en las condiciones en las que vine, mientras mi madre corre de un lado a otro con el papeleo de la internación y mi padre intenta lidiar con los policías y el hecho de que su hijo, aquel destinado a un futuro brillante, le salió gay.

¿Qué puede llevar a un chico de dieciséis años a romperle la nariz y el orgullo a un profesor, y además de eso, terminar en la sala de urgencias?

Bien, supongo que debo ser un poco más educado e iniciar con una breve presentación. Es decir, pasaré una noche larga en la camilla contestando preguntas, tanto a los médicos como a los policías.

Mi nombre es Nathan, no hay mucho que pueda decirte sobre mí. Tengo dieciséis años, me gusta el básquet y el color burdeos. Tengo un hermano, su nombre es Steven. Somos gemelos. Describirme a mí, es describirlo a él, al menos físicamente. Tenemos el cabello rojizo y los ojos verdes.

Y voy a decirte algo que seguramente ya debes saber sobre los gemelos:

Somos diferentes.

Dolorosamente diferentes.

Sí, es algo obvio. Físicamente nos parecemos mucho, tanto que cuando éramos pequeños era sencillo confundir a los vecinos, pero jamás a nuestros padres.

En un punto dado, la diferencia entre nosotros se hizo más evidente que nunca.

Nuestro padre es escocés, heredamos sus rasgos en cuanto al cabello y los ojos, pero al parecer no seremos un par de armatostes de dos metros como el buen celta que es él, sino más bien tendremos el físico delgado de mi francesa madre.

Tenemos una hermana, Lisa. Es rubia como mamá pero los ojos nos delatan como hermanos. Si bien los tres nacimos en Glasgow, por el trabajo de papá tuvimos que mudarnos a Londres.

Debo decirte que los "carrotops" o cabeza de zanahoria no somos bienvenidos en la tierra del Big Ben y el té. Pero ese es un tema que trataré luego.

—¡Arriba, arriba, mis pequeños! ¡Hoy es su primer día de escuela!— canturreó mamá una oscura mañana, cuando teníamos cinco años, despertándonos temprano.

Extrañamente, Lisa, también se había levantado. Debía ser un día especial.

Mamá nos bañó, vistió y llevó a la escuela ubicada a dos kilómetros de casa. El punto era que en todo ese proceso, yo llevaba una ropa extraña que más tarde sabría, se llamaba uniforme. Steven aún vestía su pijama celeste con brontosaurios.

Llegado el momento de despedirnos, mi madre me besó mientras mi hermana tomaba fotografías.

—¡Vamos a la escuela!— dije sin saber siquiera qué era exactamente una escuela.

Mi hermano StevenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora