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Paul estaba recostado pensando en John, era ya de noche, por lo que decidió ponerse a pensar en el cerdito John y en lo lindo que es gustarle a alguien y que también te guste.

De repente escuchó pasos de cerdito, se preguntaba quien podría ser.

—Paulie... Cerdito... —escuchó susurros. Creyó que era Ringo pero cuando vió a John sus ojitos le brillaron y sonrió enormemente.

—Hola, John —dijo esta vez más amable—¿Qué haces aquí?.

—Vine por ti, voy a llevarte a un paseo nocturno por esa salida secreta que te dije.

—P-pero... ¿No es peligroso?

—No, claro que no, yo voy a cuidarte.

—Está bien —aceptó Paul.

La cerca estaba al lado de un árbol, lo que Paul, ni ningún cerdito sabían era que cerca del árbol pasando por los arbustos había una pequeña salida.

Por ahí salieron hasta donde el granjero sembraba manzanas y habían muchas en el piso.

El césped verde y húmedo, más las miles de manzanas y la luz de la luna eran perfectos para una pareja de cerditos enamorados.

—Esto es muy lindo, John, gracias —le sonrió Paul.

—Encontré este lugar hace algunas noches y pensé en ti y en lo bonito que era, aunque no es tan bonito como tu.

Paul se sonrojó, se veía más tierno aún.

—Tu también eres lindo, John.

—Quiero hacerte una pregunta.

—Dime...

—Paulie McCerdito, ¿quisieras ser mi cerdinovio?

Los ojitos de Paul estaban más brillantes que la luna y su sonrisa se hizo más grande aún.

—Sí me gustaría, John cerdito.

Entonces John se acercó a Paul y le dió un cerdibeso.

Se quedaron ahí hasta muy tarde y volvieron al corral en la madrugada.

Algo que preocupaba a la pareja era Jane y Klaus, aunque no lo hayan mencionado.

Piggies || McLennon ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora