Capítulo 2

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Por fin llego a mi apartamento, desde que entras a mano derecha, hay un mueble de madera, con la televisión encima y es donde normalmente pongo mis llaves, de frente un sillón grande, con una pequeña mesita en el centro; unos pasos adelante, una mesa redonda, con la parte de arriba blanca y las patas color madera, con sillas a juego, con espaldar y posadera blanca, y patas de color madera, con una alfombra en el medio; a la izquierda una cocina con un desayunador para dos personas, y al final del desayunador, pegado de la nevera, un fregadero, frente a la nevera una pequeña puerta, que lleva a una habitación con mi lavadora, en un pequeño huevo entre la nevera y la puerta, esta la estufa, que queda frente a las personas al entrar; cruzando la sala-comedor, hay un pasillo, donde a mano derecha está mi habitación, al lado la habitación donde se quedara mi madre y frente a ellas, el baño.

Mi madre se quedará en una habitación, donde tengo una cama un tanto abandonada, una estantería con libros que ya leí, y uno que otro que me falta por leer, binoculares y telescopios que se dañaron en la mudanza y que me prometí cambiar o reparar, pero nunca lo he hecho.

Estas últimas tres semanas pasan de forma difícil, mi madre y yo chocamos en muchas cosas constantemente, ella quiere hacer absolutamente todo por mí y eso es algo que me molesta. Es muy frustrante no poder hacer cosas por mí misma, me gusta experimentar haciendo platos de comida un poco locos, no me gusta depender de los demás para poder resolver mis problemas, pero últimamente, solo puedo pasar tiempo en cama recuperándome, leyendo libros, y navegando por ningún lugar en específico de internet.

Las visitas de mi tonto hermano, y mis amigos alivian un poco la ansiedad, por la cual estoy pasando estos días. Hablo frecuentemente con Meli, mi mejor amiga de la universidad, ella me comenta que tiene una sorpresa para mí, pero que no se siente lista para dármela; desafortunadamente ella vive y trabaja en otra ciudad, por eso, nos vemos en muy pocas ocasiones, pero siempre mantenemos el contacto. Mi recuperación es buena y llego el día de quitarme el vendaje, siento con cada vuelta para desenredar el vendaje un pequeño chute de adrenalina.

Hasta que al fin es mi primer día de terapia, decido ir sola, no quiero tener que lidiar con más ordenes de mi madre, adoro que me cuide en este momento tan difícil de mi vida, pero necesito un poco de espacio; así que tomo mi abrigo y voy en tren al centro de rehabilitación San Gregorio. Desde que llegué, vi que la entrada es un pasillo ancho, adornado por un camino de arbustos hermosos y al final de ese pasillo dos puertas grandes de cristal donde podías ver la sala de espera con otros pasillos y múltiples puertas.

Entro al edificio y a mi izquierda hay una máquina que pide mi identificación y me da un ticket con la palabra C-15, a mi derecha están los asientos de espera, miro un poco alrededor sintiéndome un poco desubicada.

Decido sentarme y sacar mi teléfono para ojear tonterías, de repente escucho abrirse las puertas que están a mi derecha, y por ellas veo cruzar una hermosa chica de ojos ámbar y de mirada resplandeciente. Su nariz es pequeña con la punta ligeramente redonda y en el centro de su mandíbula una pequeña hendidura, su rostro es hermoso, su pelo castaño oscuro, que cae por debajo de sus hombros, con un mechón decolorado, llaman ligeramente mi atención.

El lugar sigue vacío, pero ella se acerca a una ventanilla en vez de sentarse, y luego de un par de segundos, se gira camino a los asientos de espera donde estoy. Su caminar es de pasos firmes y elegantes, sus piernas cubiertas por unos ajustados leggins grises y en sus pies lleva unos tenis deportivos. Pienso —se nota que está preparada para lo que sea. —

—Hola ¿eres nueva en esto, cierto? — dice la chica, mientras se sienta a mi lado

—¿Cómo lo sabes? — pregunto, sintiéndome extrañada de que lo sepa.

La complejidad de TeresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora