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Año: 1686
Ubicación: Centroamérica
Hora: 6:21 p.m.

—¿Ya llegamos? —preguntó una vez más.

—No, Nueva España —contestó el español levemente enojado, pues ya era mas de la décima vez que se lo preguntaba.

Cuando partieron al sur, Nueva España estaba muy emocionado por conocer a sus hermanos (España dijo que era un total de tres hermanos), pero también estaba preocupado por Trece Colonias, principalmente porque se le olvidó contarle que se iba de casa por un buen tiempo.

No tenía ni idea de como se lo tomaría Trece Colonias ¿Y si se enojaba con él? ¿Y si nunca mas le quería ver la cara? Tenía miedo de lo que diría su mejor amigo, si se le podía llamar amistad a lo que tenían. Pero por mas que quisiera dejar de preocuparse por su relación con la colonia inglesa, no lo lograba, todos y cada uno de sus pensamientos volvían a él, incluso cuando ni siquiera estaba pensando en él. Fastidiado por la incertidumbre, quizo hacerle plática a su padre.

—¿Puedo saber como son mis hermanos?

España suspiro.

—Los mas grandes son gemelos, algunos años menos que tu —contestó—, son Nuevo Perú y Reino de Chile.

—¿Por que ellos no vinieron para nuestra casa al norte, padre? —le preguntó nuevamente a España mientras miraba el paisaje a través de la ventana notablemente desanimado y cansado.

—En el norte, solo estas tú, Nueva España —le contestó el mayor—, en el sur estan los gemelos y su otro hermano, los gemelos son descendientes de inca, amiga de tu madre, no lo recuerdas porque eras muy pequeño... —España miro a la nada, como si recordara algo que hizo de lo cual, se arrepiente, un silencio se hizo presente, pero el mayor hizo lo posible para volver a su punto inicial—. El punto es que es más fácil llevar a un solo niño al sur, que tres al norte.

Nueva España miró a la ventana que quedaba del lado derecho de su padre, dándole la razón en silencio a su padre.

El trayecto le pareció tranquilo, pero él no se estaba tranquilo, lo único que hacía era ver a otravez de la ventana. Cada cierto tiempo, veía una ave terriblemente familiar, como si los estuviera siguiendo. No recordaba el nombre de la tan bella ave, que poseía preciosas plumas de color verde, con una cola realmente larga y un copete bastante divertido.

El sol ya se estaba metiendo cuando Nueva España empezó a cerrar los ojos de cansancio. España vió como su pequeño se resistía al sueño. Sonrió con ternura impropia de él y dijo suavemente:

—Duerme un poco, falta mucho para que lleguemos.

Nueva España asintió de mala gana, pero obedeciendo al final, bostezando, se acostó en el asiento de la carroza en la que iban, se cubrió con sus propias alas, acomodándose para no aplastarlas. Cerró sus párpados y se sumió en un sueño profundo.

 Cerró sus párpados y se sumió en un sueño profundo

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Ángel MexicanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora