Capitulo I.I.

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Salí de mi casa en busca de Hewin.

Él, junto a Gera, habían sido siempre mis amigos; Hewin se había convertido en un chico apuesto, su pelo era completamente negro y tenía unos ojos azules y grandes, pero no era muy alto, nunca lo había sido. En cambio, Gera era alta y rubia, con ojos marrones y una sonrisa en su boca que contagiaba a todo el que se le acercase. Ella siempre me decía que le encantaba mi pelo, castaño rojizo, pero que lo que siempre le dejaba sin habla eran mis ojos acordes con él, al igual que mi vitalidad y la torpeza que me caracterizaba.

Pero en ese momento mis pensamientos estaban en otra parte; quería saber de qué raza traerían este año al esclavo, no era algo de lo que estuviese a favor ya que la superioridad con que trataban los Dalibitas; a la ciudad la habían llamado igual que a nuestro mundo; a las demás razas me parecía algo inmerecido por su parte; con todo esto en mi cabeza no me di cuenta de que tenía delante a una persona hasta que me estampé con ella.

-Tendrías que mirar por donde andas, malditos yemens...

-¡Hewin! Te estaba buscando, quería ir al bloque de Razille para ver a quién han traído del mundo de abajo.

-Adriett, ya te he dicho varias veces que no pienso ir allí contigo.-Se levantó y me ofreció la mano para que lo imitase.-Además, esta noche tendremos que verlo todos, ¿no puedes esperar?

-No. Quiero verlo ahora. Llevame, porfavor.

-De acuerdo, pero lo vemos y nos vamos.

Había conseguido mi proposito, así que nos dirigimos sin tardar ni un segundo más al bloque norte, donde el jefe de la ciudad vivía. Tardamos un poco en llegar ya que la ciudad era bastante grande y el bloque de Razille se encontraba a los límites de nuestra isla flotante. Nada más aproximarnos al bloque tuvimos que escondernos, unos guardias llevaban a un joven muy llamativo camino a una gran jaula.

El chico era muy alto, tenía el pelo rubio y un poco largo y cuando me vió escondida entre los árboles pude observar sus ojos de color verde, eran preciosos. Pero lo que más llamaba la atención en él eran las dos orejas blancas que sobresalían de su pelo, eran grandes y tenían pinta de ser suaves.

Era un Noronha, me habían contando que fueron animales pero, de un día para otro, todos se convirtieron en personas.

Tenían que arrastrarlo por la fuerza ya que, a parte de no quitarme la vista de encima, se negaba a andar hacia esa jaula. Sus ojos me estaban pidiendo ayuda, pero dos simples yemens no podrían hacer nada enfrentandose a dos rangiroas.

En ese momento, Hewin me tocó el hombro y me dijo que ya había cumplido con su parte por lo que él se iría, con o sin mi, así que tuve que levantarme e irme, no sin antes girarme una última vez hacia el noronha.

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