La mascota Parte 1

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Pepe y María se quieren mucho, pero su relación empieza a complicarse con la aparición de una extraña mascota.

Esa mascota es un perro normal, pero a Pepe le da puto asco. Así que diremos que es extraño.

María lo ha traído para hacerle un regalo, pero al parecer a Pepe no le ha hecho ni puta gracia, lo podemos ver en el siguiente diálogo:

- No me ha hecho ni puta gracia - dice Pepe.

María entonces le pone un ultimátum y le dice, o haces lo que yo te pida o esta relación está acabada, si no quieres al perro como mascota... La mascota tendrás que ser tú.

Pepe se la queda mirando sorprendido, y le pregunta a qué se refiere con eso de que él sea la mascota.

María no le responde, le quita la correa al perro, lo echa a este por la puerta y le ofrece la correa a Pepe.

- ¡Agáchate! - le grita María, muy enfadada.
- Vale - le responde Pepe, sumiso.

Así que Pepe se agacha y María le ata la correa alrededor del cuello.

Entonces le dice que gatee por el suelo. Y María coge la correa y Pepe empieza a gatear.

Así, María empieza a conducir a Pepe a su gusto por toda la casa, con una sonrisa sibilina en la cara.

Pepe no está muy a gusto, pero sabe que es eso o que la relación termine. Así que obedece como un perro.

Pepe empieza a gatear a orden de María por los distintos pasillos del piso, hasta que ella decide cabalgarlo. Se le sube en el lomo y le tira de la correa diciéndole, ¡arre! ¡arre! Y efectivamente, arrió.

Entonces, María, que se estaba empezando a calentar, le pide a su perrito bueno que se de la vuelta. Y le saca la polla y se sube encima suyo, cabalgándolo de verdad.

Después, se quedan un rato a descansar en el suelo, y hacen de mientras el perrito.

Luego, María grita, ¡a trotar! Y Pepe sabe que el poder de la mujer es inevitable, así que le hace caso. Obviamente.

María recupera la correa, se incorpora y le hace dar unos cuantos paseos más. Entonces, Pepe empieza a cansarse y a sudar, y le pide a María hacer otro descanso, pero María le dice que no, que hay que seguir.

Al cabo de un rato, llega la hora de comer. Y María le prepara unos canelones, que sabe cómo le gustan a su perrito, y se los pone en el bol que le  había comprado al otro perro.

Pepe sabe que un buen perro debe hacer todo lo que su amo le exija, así que saca la lengua y, jadeando, empieza a ladrar.

Luego, mete el morro en el bol y empieza a deborar sus suculentos canelones.

Luego, María le dice que es la hora de comer otra cosa, y se baja los pantalones.

Pepe, con una sonrisa traviesa, se come el postre.

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