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Miki

Julio llegaba a su fin y en un par de días yo y los chicos nos iríamos de vacaciones a la playa a pasar todo un mes. Lo llevábamos planeando durante mucho tiempo, habíamos alquilado una casa en un pueblecillo costero y todos teníamos muchas ganas de ir.
Aquella tarde yo me encontraba en mi habitación haciendo la maleta. A causa del calor no llevaba camiseta y me había puesto unos pantalones cortos sin nada debajo. A pesar de tener las ventanas abiertas y un par de ventiladores encendidos, no podía evitar que algunas gotas de sudor recorrieran mi cuello y bajarán hasta mis pezones un poco duros para finalmente deslizarse por mi abdomen.
Estaba acabando de doblar algunos bañadores cuando mi movil empezó a vibrar, era una videollamada de Joan. Me sorprendió ver a mi amigo al otro lado de la pantalla con una camisa hawaiana abierta, dejando a la vista su torso.
-Hey, tío, llaman para confirmar que el lunes te paso a recoger para ir juntos al pueblo.
-Claro, tío, ¿te va bien venir a las diez? -Contesté yo. Estuvimos poniéndonos de acuerdo con la hora y hablando un rato más hasta que mi madre me llamó para cenar. Aquella noche y la siguiente no pegué ojo, no podía parar de pensar en las vacaciones y en todo lo que nos esperaba en aquel pueblo.

Raoul

Era lunes por la mañana y faltaban un par de horas para que Ricky y Carlos me vinieran a buscar. Ya tenía las maletas hechas y aproveché que mis padres se habían ido de viaje un par de días antes y que estaba solo en casa para hacerme una última paja antes de irme. No sabía cuando sería la próxima vez que podría hacerme una ya que en la casa de la playa tendríamos que compartir habitación y no era plan de cascarmela delante del resto de tíos.
Me encontraba completamente desnudo y sudado en la cama, sobandome las pelotas con una mano mientras que con la otra me pellizcaba un pezon y había apoyado el móvil en mi escritorio para poder grabarme mientras lo hacía, me daba morbo poder verme después e incluso alguna vez se lo había pasado a alguna chica con la que me mensajeaba, pero lo más sorprendente de todo es que las últimas pajas que me había hecho habían sido pensando en una persona en concreto, en Ricky. Me lo imaginaba en la playa, tumbado en la arena desnudo y boca abajo, enseñando sus nalgas redondas y peludas. Estaba a punto de correrme cuando el sonido del timbre hice que parase en seco del susto. Me puse unos slips blancos, un pantalón de chándal y una camiseta blanca y salí a ver quien era. Al abrir la puerta me encontré con Carlos con unas gafas de sol y justo delante de mi casa estaba el coche de Ricky con las ventanillas bajadas y con él sentado en el asiento del conductor.
-Ey, tíos. ¿Que tal? No os esperaba tan pronto.
-¿Hemos interrumpido algo? -Dijo Carlos entre risas y señalando con la cabeza mi entrepierna, donde se podía ver una pequeña mancha de precum de la cual no me había dado cuenta. - No pasa nada, tío, todos tenemos nuestras necesidades, yo voy a por tus maletas y mientras tu puedes entrar al lavabo y acabar rápido, si quieres.
-No tío, si ya había acabado. Solo tengo que ir a refrescarme un poco, tu encárgate de las maletas, porfa, están en mi habitación.
-Como quieras, tío, te esperamos fuera. -Carlos se fue a mi habitación a por las maletas mientras yo iba al baño a refrescarme la cara. Intenté quitarme la mancha lo mejor que pude y me miré al espejo unos segundos para comprobar que tenía buen aspecto y que no se notaba lo que había estado haciendo. Salí del baño con el pene semierecto y me dirigí al coche de Ricky. Éste me saludo alegremente con un choque de manos y con un "espero que te haya aprovechado". Miré a Carlos algo avergonzado preguntándole con la mirada si le había contado algo de lo que había visto, él solo se limitó a encogerse de hombros con una sonrisa burlona. Finalmente, Ricky volvió a encender el coche y nos dirigimos al pueblo sin mirar atrás.

Luis

Eran pasadas las once y yo ya estaba subido al coche de camino a la casa de vacaciones que habíamos alquilado. Llevaba una camisa que me iba algo apretada con algunos botones desabrochados y unas bermudas blancas que me resaltaban el culo. Llevaba ya un par de horas conduciendo y el coche se estaba quedando sin gasolina, así que decidí hacer una parada en la gasolinera más próxima a rellenar el depósito y a echar una meada. Aparqué el vehículo y entré a los baños públicos. Estaban sucios y los cubículos no tenían puerta. Me puse delante de uno de los urinarios y empecé a mear mientras silvaba. Un hombre de unos cuarenta años entró y se puso justo en el urinario de al lado, pero lo que me dejó con la boca abierta fue el rabo que se sacó de los pantalones. Debía medir 17 cm flacido y era muy grueso. Yo nunca me había fijado en las pollas de los tíos, me consideraba cien por cien hetero, pero aquella anaconda me había llamado la atención y no podía desviar la mirada. Al cabo de unos segundos el hombre se dio cuenta, pero en un principio hizo como si no pasara nada. Cuando acabó de mear se la sacudió un poco para soltar las últimas gotas y sin guardarsela se puso detrás de mí y me susurró: -Puedes chuparla, si quieres. -Yo en mi vida me había planteado hacer una cosa así, pero no sé si fue por la emoción del momento o por curiosidad que me dí la vuelta, me agaché y empecé a lamerle torpemente todo el tronco. Estuve así un rato hasta que aquel hombre puso su mano en mi barbilla y con el dedo pulgar me empezó a acariciar el labio inferior, abriéndome la boca y empezando a introducirme su gran miembro ya erecto dentro. Empezó despacio y solo la punta pero con el tiempo me la iba metiendo más adentro y más rápido. La dulzura del principio fue sustituida por agresividad cuando pasó a cogerme de la cabeza y a follarme la boca hasta la garganta sin piedad. No me podía creer que estuviera pasando esto, yo, un heterazo, un semental, estaba siendo violado como una puta, y lo mejor de todo era que me estaba gustando. El hombre no tardó mucho en empezar a soltar lefazos en mi boca y en parte de mi cara mientras yo también me corría sin haberme tocado ni una sola vez, ensuciandome la camisa. No me dio tiempo a preguntarle el nombre a aquel hombre antes de que saliera del baño sin inmutarse y me dejara ahí de rodillas con semen por toda mi cara y polla ya algo flácida fuera del pantalón. Después de pensar en lo que acababa de pasar, me aseé lo mejor que pude, salí del baño y después de ponerle gasolina al coche retomé mi camino, jurandome a mi mismo que aquello me lo llevaría a la tumba.

VeranOT hotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora