—Es todo un escándalo —dijo una joven de cabello rubio, en un mal intento de cuchicheo—, debería dejar de llamar la atención, de todas formas, no le van a permitir quedarse.
El joven sentado a su lado asintió, y el chico frente a ellos los miró con curiosidad.
—¿De qué están hablando? —preguntó Sunakawa Makoto a sus dos compañeros de proyecto.
—Hay una chica, de primer año en la facultad de medicina, embarazada —informó la rubia al que cuestionaba—, ha estado peleando porque la dejen seguir estudiando, pero obviamente no va a pasar.
—¿Por qué no? —preguntó Sunakawa, más por preguntar que por saber.
—Por decencia —respondió la chica—, ¿qué clase de universidad querría ser parte de semejante escándalo?
El otro no dijo más, era obvio que su compañera estaba en una postura que él no compartía, para él, si ella quería superarse a pesar de su condición, deberían de dejarla hacerlo.
Pero ese asunto no le concernía, y entrometerse no le daría beneficio alguno, así que lo dejaría pasar.
* *
Una castaña de ojos azul grisáceo respiró profundo alzando la cabeza mientras cerraba los ojos, recargando a extensión su espalda en la banca en que se había sentado minutos atrás.
Se sentía mal, en serio mal, pues además del hecho de estar embarazada, estaban todas las complicaciones a que debía enfrentarse.
Izumi Eri volvió a respirar profundo, manteniendo los ojos bien cerrados y los dientes apretados, entonces soltó el aire lento mientras llevaba ambas manos a su cabeza y las presionaban con fuerza medida.
Los labios de la chica temblaron, su pelea estaba perdida, y lo que debía asumir era mucho peor que solo tener que abandonar sus estudios.
Debía dejar los dormitorios de la facultad, además de perder la beca de estudios que le servía más para sobrevivir que para pagar la escuela, esa era cubierta casi en su totalidad por otra beca que le otorgó la facultad.
No tenía a donde ir; a la casa de la que había salido con tanta dificultad no volvería jamás, mucho menos en la condición en que se encontraba; pero encontrar un lugar donde vivir y pagar una renta era mucho más imposible que pedir asilo a una amiga o amigo, pues no tenía ninguno.
—¿Te sientes mal? —preguntó una voz masculina.
La chica llevó la mirada a quien se había interesado en ella sin lograr ver nada más que una silueta opacada por la luz detrás de él, entonces agachó la mirada.
—Mucho —musitó Eri tragándose lo que fuera que pretendiera salir de su garganta.
—¿Te llevo a la enfermería? —preguntó el joven y la chica asintió sin levantar la cabeza.
El rubio vio a la castaña ponerse en pie con dificultad, y se apresuró a darle apoyo, pero le tocó sostenerla en peso cuando la otra se desmayó justo frente a sus ojos, y prácticamente entre sus brazos.
Fue entonces que Makoto pudo verla con claridad, y pudo también recordarla, pues esa chica que cargaba, la había tenido antes entre sus brazos, aunque de otra manera.
* *
—¿Me recuerdas? —preguntó Sunakawa Makoto a la chica que le miraba con los ojos bien abiertos. Ella asintió—. La enfermera dijo que, probablemente, te sentías mal por tu embarazo.
Eri sintió ganas de llorar, de nuevo, como cada vez que recordaba ese hecho se sentía.
» ¿Es mi bebé? —cuestionó a una que, luego de girar el rostro al lado contrario a donde estaba él, comenzó a temblar levemente.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Eri sin poder ocultar como el llanto la ahogaba.
—Estudio aquí, aunque en un campus diferente al tuyo, tal vez por eso no nos encontramos antes —respondió Makoto, pero Eri no dijo nada, por eso fue el chico quien debió romper el silencio que les envolvió por muchos segundos—. Escuché de tu situación —dijo—, aunque no sabía que eras tú la de los rumores.
Un bufido escapó de la chica. Ella, que siempre había sido ignorada por todo el mundo, era ahora el centro de atención; lamentablemente estaba atrayendo una atención que no le gustaba para nada.
» Yo, no sé si puedo hacerlo —volvió a hablar él—, pero me encantaría apoyarte.
Eri sintió que su corazón se detuvo en seco cuando ese chico le tendió una mano, y se giró para mirarle.
» ¿Quieres que te ayude?
La castaña lloró con más fuerza. No sabía porque, pero ahora que sabía no estaba sola, sentía que podía ser un poco vulnerable pues, al parecer, de todo lo que ella cargaba, él le ayudaría con una parte.
—Por favor —dijo Eri incorporándose, quedando sentada sobre la camilla en que había despertado minutos atrás—, por favor ayúdame.
No supo por qué, tampoco el momento exacto, pero cuando se dio cuenta, el rubio estaba envolviendo con sus brazos el delicado y tembloroso cuerpo de una chica que lloraba aferrada a él, y extrañamente se sintió complacido, a pesar de estar tan confundido.
Continúa...