CAPÍTULO 3

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Eri abrió los ojos tras escuchar la puerta abrirse, y la falta de luz le ayudó a mantenerse en la modorra que muchas horas de sueño habían acumulado en ella.

—¿Quieres que te traiga algo para cenar, o cenas con nosotros? —preguntó Makoto viendo como la chica se incorporaba—. ¿Puedo encender la luz?

La castaña asintió y agachó la cabeza tras cerrar los ojos. Aún se sentía adormilada, así que la luz le hizo un poco de daño.

» Entonces —volvió a hablar el chico—, ¿cenas con nosotros?

—¿Nosotros? —preguntó Eri un poco asustada por una respuesta que probablemente conocía ya.

—Mis padres y yo —confirmó el joven lo que la chica se había atrevido a imaginar.

Eri pensó que no se sentía preparada para ello, pero definitivamente sería una grosería no presentarse cuando pretendía quedarse en su casa por un tiempo que, en serio, deseaba fuera corto.

—¿Puedo usar tu baño primero? —cuestionó la chica y el rubio asintió, ayudándole a ponerse de pie y escoltándola hasta el cuarto de baño.

Eri entró, lavó su cara y manos y, un poco apenada, utilizó una toalla de manos que encontró cerca; entonces salió para encontrar al padre de su bebé esperándola recargado al muro frente a la puerta del baño.

—Temí que te sintieras mal —explicó el chico tras ver la sorpresa de la cara en la joven—, me alegra que te veas mejor.

Eri asintió, y es que era la verdad. Ahora que tenía un techo, apoyo y había dormido un poco, en serio se sentía mejor, aunque eso no llegaba a ser bien, lamentablemente.

» Le dije a mis padres que somos novios —soltó Makoto de la nada, mientras tomaba la mano de la chica que caminaba a su lado, aunque un poco más atrás—. Sería raro que traiga a una desconocida que embaracé, así que mantengámoslo en eso, por favor.

Eri volvió a asentir, y el nudo de su estómago se reforzó. ¿Será que podría pasar bocado? Lo veía difícil a suceder.

O eso fue lo que pensó, porque en cuanto el aroma de la comida llegó a su nariz, su apetito se abrió.

» Ella es Izumi Eri —informó el joven para sus padres, que sabían a plenitud la situación, aunque con algunos detalles ligeramente modificados.

—Muchas gracias por recibirme —dijo la chica haciendo una reverencia—, lamento todas las molestias que les estoy ocasionando.

Eri se quedó inclinada, mordiendo sus labios. Se sentía terrible por todo lo que ocurría, así que el dolor en su alma y estómago volvió a intensificarse y, avergonzada, no se atrevió a levantar la cara.

—Está bien, linda —dijo la voz de una mujer mayor que se acercó a ella y le ayudó a incorporarse—, no necesitas sentirte mal, al contrario, nosotros deberíamos disculparnos por la imprudencia de mi hijo y todas las molestias que te está causando.

Eri negó con la cabeza, nada era culpa de Makoto, era ella quien debía asumir la completa responsabilidad; pero su garganta no le permitió decirlo cuando esa amable mujer le sonrió dulcemente.

La castaña sonrió también un poco, hasta que sus labios temblaron borrando su sonrisa y sus lágrimas comenzaron a correr.

» Va a ser difícil —habló la señora Sunakawa—, pero no están solos, así que todo va a estar bien. Hagamos lo mejor que podamos, todos.

Eri asintió en serio agradecida, y reverenció de nuevo a los amables padres de su amable falso novio.

Esa noche Eri cenó tan deliciosamente como hacía mucho no lo hacía, y pudo recordar un poco de esa calidez que se establecía en el comedor de su casa cuando sus padres vivían y cenaban todos juntos.

» ¿Fuiste al ginecólogo? —preguntó la madre de Makoto que secaba los trastes que la chica lavaba.

—Aún no —respondió Eri—, fue el médico de consulta general quien me informó del embarazo, luego de eso debí ocuparme intentando resolver algo que ni se resolvió...

El rostro de la chica se contrajo, se mordió los labios y respiró profundo para no perder la poca calma que tenía, y para ello se quedó un silencio un poco más.

—Te acompañaré mañana —ofreció la señora Sunakawa—, necesitamos asegurarnos de que todo este trago amargo no les hizo demasiado daño a ti y a él.

Eri asintió de nuevo, agradecida de nuevo. Y volvió a mover las manos para terminar de lavar los trastes de la cena.

Luego de eso, Sunakawa Makoto e Izumi Eri subieron a la habitación para que ella descansara, y él también. La vida escolar de ella había hecho una pausa obligatoria, pero la de él continuaría andando.

—Mamá preparó la habitación de mi hermana, para que te quedes... —comenzó a hablar el joven, pero Eri le interrumpió.

—Yo... no quiero causar más molestias —dijo la chica—, ¿está mal quedarme contigo?

Makoto le miró con los ojos muy abiertos pero, al ver a la chica temblar, pensó que si le iba a genera tanto malestar, mejor era no alejarla.

—No creo que sea problema —respondió él y ella respiró en serio aliviada.

Sería porque había recibido demasiado de él en poco tiempo, pero de verdad se sentía segura y protegida estando a su lado. Aunque pareciera desvergonzada, sería un poco egoísta, por ahora, lo necesitaba.

El inicio de la noche fue incómodo, pero Eri estaba tan cansada que logró dormirse en poco tiempo, Makoto se relajó al sentirla dormir cómodamente, así que pronto se durmió también.

Ella le agradaba, era linda y era educada, además de parecer tan indefensa que solo quería cuidarla y protegerla para siempre... ¿para siempre? Al parecer sus nervios tampoco estaban del todo bien, pero estaba bien, por ahora estaría bien. 


Continúa...

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