Mejunje Nostálgico

134 5 1
                                    


Sufrimiento. Añoro ver acrecentados mis despechos, ensanchados los tormentos, prolongadas las noches de llanto sempiterno, confiar en el incremento de la aflicción mía, pues, sólo puede hallarse alivio bajo el flagelo. Quien quiera vivir, habrá de aceptar los dolores del mundo; quien desconozca la miseria, negara la vida y así también al mundo.

Solía olvidar las cosas que había perdido. Generalmente eran vaciedades. Apenas insignificantes cambios reemplazables, problemas, incidentes o riñas remediables al fin y al cabo. Me aburría con suma sencillez, a decir verdad, seguiría afirmando esto de no tener esos pinchazos continuos en el corazón... Con antelación ya me han producido daños físicos preocupantes para los primeros segundos de haberlos recibido, así que puedo dar fe a lo siguiente: no conocía de primera mano qué era dolor. En un principio ya lejano, erosionado por las centurias, puede que sí supiese. Ahora que rechazo la insípida comida, cualquier té, apreciar el cielo nocturno, la compañía de mis amigas y allegados noto cuán gozosa era mi vida mientras seguía avanzando ese asesino sin tregua, único verdadero democrático,  siempre presente, ese que nos burla con una delantera de ensueño o, en este caso, espectral: el tiempo. 

Con un esfuerzo tremendo consigo apenas salir de mi cama. Las manecillas, antes andando ruidosas sin perdonar a nadie, las veo estáticas, sin inmutarse. Alejo la mirada y vuelvo para intentar volver al sueño. Una imagen desgarradora vuelve a presentarse como si estuviese impregnada en mí, pintada en mis parpados. Las agujas vuelven a lastimar mi corazón, privándome de sueño, descanso y de otro sentimiento además de la desesperanza. Arrugo mi pijama con estrépito. Incorporándome a poco, miro la ventana empañada por la lluvia, llorando esas lagrimas que no me llegan. Dejo la cama de un salto para ir hacía el escritorio, buscando entre los montones desordenados de libros. Ella está ahí, sigue aquí, observándome. Cuanto desearía fuese ella de verdad, para nada una imagen suya en un marco. Sonríes. ¿De qué te ríes? ¡Me has dejado sola! ¡Te atreviste a irte! 

Injusta. Sabes que no puedo morirme. Al final, eres humana después de todo. Cada noche, en cada rincón de la mansión, espero presenciar tu espectro atormentado. Que vuelvas a mí de alguna forma, rondando los pasillos, jardines, tan sólo con saberte mía de nuevo... 

¿Sabías? He hurgado entre la biblioteca algunos verdaderos papiros medicinales, libros de peso monstruoso. Patchy se habría mostrado molesta por cómo los estoy usando, aunque eso sólo me lo dijo su mirada. Si pudiese encontrarte ahí donde estuvieses, quiero verlo y acompañarte. Bien me conoces, sin importar mi edad arrastro una puericia picara llevándome a extremos mortales, pero, eso está lejos de perjudicarme todavía. Soy pésima con las tareas del hogar así que me esfuerzo en aprender a preparar té como puedo. Aquí es donde viene lo interesante: creo saber cómo alcanzarte.

Mezclo entre las hojas un mejunje medicinal extraño que me ha costado elaborar. Ha llevado tiempo tener este bebistrajo herbario-químico digno del demonio, incluso dudo aún su golpe certero contra mí. Si aún con esto no me marchito, beberé ese brebaje con la salida del Sol hasta no sentirme más. No ha sido fácil obtener los ingredientes, me ha traído problemas con las otras... poco importa. Se acerca mi cumpleaños. Mi ultimo cumpleaños.

Estarás de acuerdo, ¿verdad, Sakuya?

Sakuya...

Sakuya...

¿Cada vez que te pienso ha de dolerme? 

Arrojo ese inmundo intento de retrato al suelo con rabia. Arrepentida casi al instante me arrojo con él al suelo. Con Sakuya. Oh, parece que la lluvia ha entrado a la habitación, debe ser la precipitación, ¿no es cierto? Sí, no puedo llorar, no quiero hacerlo, mentiría si llegase a hacerlo... Me estoy mintiendo, te miento ahora mismo. Aparta esos ojos amables, o no, quédate así, viéndome. Seguiré aquí contigo.

Quiero a mi hermana, Flan. Quiero a Patchy, a Meiling. Les tengo aprecio a algunos habitantes de Gensokyo como la sacerdotisa Hakurei y esa rata impertinente que nos visita todavía para robar libros. Las pequeñas hadas irritantes y otros youkai pintorescos. Estoy segura de poder querer. Contrario a ellas, no había amado antes. Estaba convencida de eso. Pero ahora sólo deseo con fervor desconocer ese amor. Y me veo incapaz de negarte sin importar cuanto grite lo contrario.

Mi felicidad... Ni siquiera soñando contigo obtengo felicidad.

Me la quitaron. 

Enfermiza EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora