Algún otro día, bajo la lluvia

62 3 2
                                    


Quería cambiar ese lúgubre ambiente impregnando la mansión, así que por consejo de Patchy, paseo bajo la lluvia alrededor del bosque, empapando mi vestido disfrutando del petricor lastimando mi nariz. Descalza, sintiendo lodo, tierra, grava entre otras texturas curiosas molestándome las plantas de los pies, busco quién sabe qué dirigiéndome a vete saber dónde. Huyo despavorida de mi otrora hogar porque tengo miedo. Herí a mi amiga y no tengo el valor para verla, disculparme pero sobre todo, hablar juntas sobre ese pesar que de forma egoísta hice mío y ha sido de todas nosotras. Debo de lucir patética justo ahora, desearía mucho poder verme para reírme de algo. Y, tan pronto deseo un capricho minúsculo, alguien más me lo quita. Escucho una tremenda carcajada proviniendo de arbustos oscuros entre unos abedules. Rápidamente, quien quiera que sea notó que me le acerco y comenzó a correr en frenesí, dando seguramente todo de sí por salvaguardar su vida. 

Corrí sin dificultades apoyada de mis alas hasta dar con ella. Me abalancé, la sometí en el suelo e inmovilicé tomándole las manos, mirándola sin saber qué expresión debería poner.

Su mueca vino acompañada de una risa nerviosa -Remilia, ¡ha pasado un buen tiempo desde que nos vimos! ¿Qué tal te ha tratado la existencia últimamente?- dijo risueña la brujita. 

Terminé por reírme yo también. Me incorporé y extendí mi mano para ayudarle a levantarse, quitando a su vez algo del lodo que llevaba encima. Recogió su pomposo sombrero de bruja occidental, le dio algunos suaves golpes para retirar la tierra mojada que tenía y se lo coloco cuidadosamente con ambas manos a la vez que me veía.

Parece que meditaba el qué iba a decirme pero tampoco quería hacerme esperar. Indecisa aunque con los ojos clavados en mí mientras la lluvia seguía cayendo -Ah, Remilia, ¿dando un paseo sin compañía o una de tus muy distintivas sombrillas?- señaló mis pies descalzos- y esto es aún más curioso. Pareces una damisela huyendo de su morada-prisión.

Asentí sin ganas. Sigue mirándome como estudiando cada detalle mío, viendo qué más puede preguntarme para sacarse de dudas o para hablar y hacer otro ruido además de la lluvia. Creí que sería interesante o al menos entretenido quedarme ahí regresandole la mirada sin mover mis labios. Cómo me arrepiento. Llevamos minutos así. Siento ralentizado el transcurrir del tiempo, inagotable el aguacero que nos cae y muy irritante su faz sin cambios, una ceja levantada, ambos ojos bien abiertos, la cabeza inclinada hacia la izquierda, sin pestañear apenas unas dos veces, tomando su cintura con la mano derecha, agua chorreando de entre los lados del sombrero.

Por fin, decidió hablar de nueva cuenta -Oye, ¿pudiste escuchar lo que te dije? Llueve algo fuerte y es compresible si apenas notaste que hablé. Pensaba que me hacías una broma, que te habías enojado conmigo hasta que lo medité más- se río tanto al decir esto ultimo que terminó tosiendo. 

Casi vomito cuando la vi toser. En alguna parte entre mis recuerdos, una escena similar me asqueó profundamente. Como es costumbre, son memorias inalcanzables pero sí salen a flote sus fantasmas para malograr nuestro presente. Qué compleja resulta la intrigante y estúpida mente.

Pareció darse cuenta de que me incomodó y dio unos pasos acercándose hasta que la detuve negando con la cabeza. 

-Dime, ¿pasa algo para que no puedas hablarme ni decir nada? Tus ojos me veían con molestia o... miedo. No estoy segura. Ahora sí, volteó para otra parte.

-Yo tampoco -dio un pequeño brinco cuando me escuchó- camino sin un rumbo fijo ni estando segura hasta dónde dirigirme. Busco respuestas, mejor, preguntas a las respuestas que ya tengo pero no admito. Tienes razón, Marisa. Tengo miedo, les tengo miedo... Se acercó a hablarme, pero en lugar de esto se lanzó y casi me tumba con un abrazo. Sorprendida, tarde un tanto en abrazarla a ella también.

Estrujándome, me dice -Discúlpanos. Estamos más confundidas que asustadas. Alice no quiere hablarte, Reimu está dispuesta a despojarse de dudas. Cierto, la propaganda de artículos exagerados de la cual vive el periódico Bunbunmaru de Aya difunde un mensaje medio raro, pero nada más. Estoy segura de que si hablas con verdad, sin palabras de más y ante importantes personalidades de Gensokyo, esos rumores serán eso, rumores. Además -metió su mano, hurgando entre los bolsillos de su falda- toma. Lo tomé prestado sin avisarles, pero ahora te lo doy.

Contemplé la portada un rato, difícil de distinguir pues algunas letras habían sido erosionadas con el paso del tiempo.  Al cabo de unos segundos pude reconocerlo pero ese no era el punto: Marisa acaba de devolver un libro. 

La miré para estar segura. Creo que se lo piensa mejor, aunque cedió y me devolvió una sonrisa como para indicarme que efectivamente, estaba pasando. Abrí el libro, algunas páginas estaban unidas entre sí por las esquinas, estaba  repleto de subrayado con notas en una letra tipo hormiguero, algunas manchas de café y lo que asumo era mermelada. Lo cerré de golpe, mirando ahora la mansión que estuve evadiendo.

-Quiero remediar este embrollo oscuro. Sin importar cuanto me mienta a mí misma, sé qué ha pasado. Como arrepentida o en contra mía, están suprimidas unas memorias o las ignoro pero sabiendo de su existencia y contenido. Las he asustado, ¿verdad? Siento mucho cuánto malestar les he proferido y dispuesto. Pero mañana puedo morir y quisiera aliviar hoy mi espíritu, el de ustedes y... 

Mi maldita garganta nuevamente se cerraba. Los hombros me temblaban, confundida pero más bien frustrada por no poder decirlo otra vez.

-Sakuya- dijo. Se acercó, poniéndose a un lado mío -La debes extrañar un montón. Nosotras estaremos contigo en esto, confía en ti misma, en tus sentimientos. Porque la humanidad no es tan débil e insignificante; ella seguramente te lo habrá demostrado.

Entre las gotas de lluvia, se les sumaron mis lagrimas. Lloraba, pero no lamentándome, sino porque fui feliz y me siento con el corazón alegre de nuevo. Sigo viva, sigues viva pero te estaba apartando como la causante de mis males. Un tanto más, Sakuya. Espera hasta el desenlace de este capitulo; a ti corresponde decidir si este será o no el epilogo de mi vida.



Enfermiza EternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora