Algunos días despierto con tu cara en mi cabeza. Eso dura al menos unos cuatro segundos, después limpio mis ojos y me estiro. Tu cara se desvanece y no me dan ganas de pensarte más. Se me hace muy fácil usar cualquier excusa para protegerme de esos pensamientos que me dicen que todavía no te puedo olvidar. Me es difícil encontrar eso que teníamos que no tiene definición ni palabras para ser algo concreto. No es una palabra, seguramente podríamos decir que era amor, pero llamarle amor a todo lo que teníamos, no sé… Se me hace injusto con esa nada tan mágica que siempre fuimos; esa falta de palabras, los silencios, las caricias sin manos. Se me hace injusto querer decirte todas estas cosas cuando no valen de nada. Se me hace injusto haberte conocido. Sigo buscando eso que teníamos, algo que se parezca a ti. No encuentro a nadie, no encuentro ese algo que todavía me hace volver a querer escucharte cada noche o cada tarde, cada madrugada, cada que el sol sale. Pero no quiero a nadie que sea como tú, no quiero a nadie que se te parezca, porque si no puedo tenerte a ti, no quiero tener una copia que me recuerde, que sea una prueba viviente de los amores eternos y escuálidos que a veces viven en las mentes. Quiero alguien que sea tan diferente… Que me haga pensar en lo diferente que es, sin que me haga extrañarte más. Quiero alguien a quien sacarle una pelea sea más fácil que sacarle un sonrisa, y después que sonría sin necesidad de peleas. No te quiero a ti, no quiero una copia tuya. Quiero poder entregarle a alguien más lo que alguna vez te entregué a ti, desde entonces no he podido dirigirle a nadie las miradas que siguen siendo tuyas, las palabras que siguen buscando tus oídos, los pensamientos que no encuentran con quien jugar. No quiero a nadie que se parezca a ti. No quiero a nadie mientras no seas tú.
