<•> Capítulo uno <•>

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[Dustin]

Si mi historia fuera una película sería la más cliché y ridícula de todas.  Simplemente porque me enamoré del chico popular.

Un chico que necesitó un gran cambio para empezar.

Joey llamó la atención cuando ingresó como el chico nuevo, a mitad de curso,  hacía un año y medio. Pero dejó a todos con la maldita boca abierta cuando volvió sin aquellos espantosos lentes, sin brackets y con el cabello teñido de un tono castaño muy bonito.

Se volvió la sensación de todas las chicas, y de algunos chicos como yo. Lo perseguían en los descansos, lo jalaban de los brazos para que las acompañara a almorzar, mientras que yo... Solía espiarle su Instagram cada vez que subía una foto digna de Tumblr. Con quince años, ya tenía miles de seguidores, y yo no tenía el suficientemente valor, para tan siquiera comenzar a seguirlo.

Siempre que estaba decidido, me arrepentía a milímetros de darle el click a «Seguir».

—Oye, ¿si te fijas por dónde vas? —un empujón me hizo cerrar la boca y volver a la realidad. Miré a mi lado y luego muchísimos centímetros más arriba. No por nada ese chico era el capitán del equipo de básquet—. Dame campo, fresita.

—Ya, ¿estás apurado? —hablé con tono arrogante, y me hice a un lado con molestia.

—Pues sí, fíjate. Gracias. —dijo con un sarcasmo tan grande, que me hizo arrugar la nariz.

Volví a buscar a mi platónico con la mirada, pero ahora se encontraba rodeado de muchas mocosas necias y descaradas. Le tocaban el cabello, le preguntaban cómo estaba, o qué había hecho el fin de semana.

«No, ya de paso pregúntenle si se inclina para el otro lado, por favor. Me ahorrarían las cosas».

Joder, hacía unos pocos segundos estaba solo, quitándole la envoltura azul a un chicle.

Volví a arrugar la nariz. Di media vuelta y con los hombros caídos, regresé por dónde había venido.

Definitivamente, ese no era el día para hablarle por primera vez.

Adiós valentía de vikingo que había adquirido esa mañana.

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—¿Cómo estás llevando lo de tu padre?

—¿Debería llevarlo mejor?

—Aprende a contestar de buen modo, Dustin. Trato de ser amable, pero tú simplemente no cooperas.

Desde que la psicóloga de mi colegio se había dado cuenta de la violencia doméstica vivida en mi casa, debía ir a terapia. O más bien, desde que mi tío Derek fue al colegio a solicitar que pusieran más atención en mí.

Ni siquiera comprendía por qué. No era un chico que demostraba la ira desquitándome con todos, y mis calificaciones tampoco se veían afectadas. No decía que eran excelentes, pero tampoco me daba vergüenza enseñarlas. Me iba bien en matemáticas, y era algo de  lo que me sentía orgulloso.

Lo peor de todo, era que esa «profesional» sí se enojaba por todo. Pensaba que con un «todo estará bien», todo estaría bien.
Una vez en una evaluación de los profesores, la califiqué pésimo. «Del uno al diez, cómo sales satisfecho de las sesiones?», decía la encuesta. «Menos cien, duh». Afortunadamente era una encuesta anónima, y pude decirle hasta lo comería de postre esa noche.

Invitación Para BesarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora