<•> Capítulo dos <•>

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Tenía mucho tiempo mirando a un solo lugar. Una mano, se movió constantemente frente a mis ojos, haciendo que por fin parpadeara. ¡Dios mío! Estaba completamente seguro, que mi cara había estado cambiando sin darme cuenta

—Tierra llamando a... ¿Cómo te llamas? A todo esto, no tengo ni la menor idea.

No dejaba de pensar en lo que había pasado hacía unos minutos. El hombre, dueño de mis suspiros, se había acercado a mí para hablarme y para que almorzara junto a él. Estaba más en allá que aquí, con un pie dentro del infierno, y el otro en el mundo de los vivos.

Le di un trago al jugo y suspiré, tomando una especie de valor.

—Dustin. Me llamo Dustin —dije, mientras me atrevía a sonreírle con sutileza.  

—Cool. Yo me llamo...

—Joey Clerici —interrumpí de inmediato. Él me miró impresionado y luego se echó a reír—, lo sé muy bien.

No quería hablar de más, pero también sabía dónde vivía, cuál era el color de su casa, sabia que no era alemán de nacimiento, y que tenia un hermanito pequeño, menor que Detlinde.

—Joder, ¿eres otro de mis admiradores?

«No, no mi amor. Yo soy el admirador número uno. No soy uno más del montón, aprende a diferenciar».

—Ya quisieras...

Vamos, debía ser siendo Dustin el arrogante de primera. No iba a cambiar sólo porque su linda y perfecta sonrisa me tenía babeando desde el primer día.

—¡Ja, ja, ja! Dios, me agradas un montón. No tengo idea por qué no interactué contigo antes.

Ya era una maldita costumbre que mi corazón se detuviera, o doliera. Volví a quedarme estático sin saber qué diablos decir. Tenía el rostro caliente, y para evitar que me viera así, recosté mi frente en la mano.

Después, de pensar qué decir, respondí:

—Pues serás el primero.

Tampoco quise sonar muy necesitado de lástima. Era la total verdad. Estaba completamente seguro que todos ahí me querían fuera de ese colegio. No les agrada por la simple y sencilla razón, de ser un poco más adinerado que el resto. Todos veían necesario que estudiara e una institución privada, o esas súper llenas de prestigio.

—¿Y eso qué tan malo es? —preguntó, con cierta cara curiosa.

—¿No te parece malo? —sus ojos se encontraron con los míos—. Tienes amigos hasta para ir al baño. Es más, me sorprende. Esta es la primera vez que te veo solo sin que lleguen un montón de odiosas con las hormonas alborotadas a molestar.

—¿Tienes envidia o qué onda?

Esa pregunta me tomó por sorpresa. Mi primera reacción fue abrir la boca para responderle, y la segunda fue arrugar la nariz como siempre lo hacía. Decidí quedarme en silencio. No. No tenía envidia, pero tener un buen amigo era uno de mis mayores anhelos. Algunas personas que tenían amigos, ni siquiera los valoraban como debía ser.

Él tampoco dijo nada. Nos limitamos a comer en un silencio que hacía sentir incomodo a cualquiera. Él miraba su celular una que otra vez, y una de esas veces, envió un audio.

—Déjame almorzar en paz, ¿quieres? Sí, sí, yo sé lo que tengo hacer, no soy estúpido.

Tampoco decidí hacer comentarios al respecto. No sabía si era alguna de sus tediosas admirados, o peor aún... Su novia.

Invitación Para BesarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora