Capítulo 1: Carmen

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¿En qué momento...?

¿Todo empezó a salir tan mal?

Las heridas sangrantes se mostraban sobre su piel, las quemaduras de cigarro, las marcas de los azotes de las fustas de cuero y más mordidas de los colmillos gigantes de demonios. Una fiesta para ellos, una de las mejores y más encantadoras sin duda gracias a su exclusiva presencia y servicios.

Un suspiro de recuerdos y una nube de ensoñación nubló su mente mientras caminaba por las calles heladas del infierno y volvía a su residencia en el hotel.

La idea de retroceder el tiempo en el momento exacto en el que se equivocó en la tierra se volvía presente luego de ser violado por una docena de tipos, los cuales eran sinónimo de dinero de transacción para Valentino. Risas, escupitajos y humillaciones eran pan de cada día al menos una vez por semana porque su jefe tenía una fijación obsesiva con Angel Dust.

Y él sabía que era debido a la naturaleza del contrato que fue forjado entre ambos décadas atrás.

Era la obsesión de Valentino porque el contrato fue cargado de buenos sentimientos y nobleza, por el bien de otros. Era un sacrificio dulce, de los que el proxeneta odiaba con todas sus fuerzas. Divertirse con Angel y utilizarlo, molestarlo y destruirlo se había vuelto su rutina favorita.

Todo fue porque Angel fue misericordioso en el infierno y no pensó bien a la hora de ejecutar el movimiento de sus cartas. A la vista de Val, Angel se había equivocado y estaba pagando una condena eterna totalmente justa.

Angel arrastró sus pies por el asfalto y se quitó la peluca rubia de la cabeza. Suspiró y entrecerró sus ojos muy agotado físicamente y con un semblante de melancolía, porque tal vez su mente se había resignado a ese martirio. Los cabellos falsos de la peluca estaban manchados con sangre, sudor y maquillaje corrido. Las lágrimas brotaron hace algunas horas atrás de sus ojos y cubrían sus mejillas heridas, logrando también que el maquillaje negro y violáceo manchara su piel de una forma desastrosa. Lágrimas de frustración y furia, nada de tristeza. Su vestido negro provocativo y escotado estaba roto, las manos de esos hombres destrozaron la seda a medida que lo iban tomando uno por uno.

Angel no estaba arrepentido de sus decisiones en el infierno, pero si de las que ejecutó en el mundo de los vivos. Desde ahí las cosas empezaron a salir mal. Últimamente, ese pensamiento era más frecuente. Y su realidad se volvía más oscura a causa de esas repetitivas emociones de arrepentimiento.

Algo se había torcido desde que era un niño. Y no sabía si fueron sus decisiones, su familia, la prostitución o el negocio de la mafia. Solo podía tener la certeza de que hizo algo mal y que eso desencadenó todo lo demás, como si los acontecimientos se trataran de piezas de dominó.

Su cuerpo estaba muy herido.

Comenzó a largar quejidos de lamento y tuvo que quitarse los tacones de aguja a mitad de camino. Su cuerpo vibraba por el dolor, algunas gotas de sangre se escurrían entre sus piernas junto al semen de Valentino. Él nunca perdía la oportunidad de castigarlo de esa forma y de hacerle recordar quien estaba al mando. Lo hacía cuando Angel era rebelde, impertinente y le llevaba la contraria, Dust recibía castigos físicos y mentales departe de su jefe cuando se comportaba de esa forma. Un poco de su alma seguía rebelándose, algo de su espíritu seguía luchando aunque fuera una batalla perdida en la eternidad. Aunque no tuviera caso, seguía siendo un bastardo desleal.

Odiaba a Valentino. Pero...

Algo también se torció dentro de todo eso desde que descendió al infierno y firmó ese contrato con él. Algo cruel, enfermizo y obsesivo, quizá en un mayor nivel de lo que había estimado. Tal vez peor de lo que sentía Valentino por él. Una dependencia que se ramificaba como las destartaladas raíces de un árbol viejo sobre una tierra árida.

No quería pensar en eso a pesar de que latía en su corazón en cada noche que dormía con él y su jefe se apoderaba de todo lo que lo formaba como alma pecadora.

Con su cuerpo molido a golpes y sangrando, llegó a la entrada del hotel, al camino rocoso de diez metros que debía recorrer hasta llegar a la puerta. Y, con los tacones en mano, sus medias negras rotas, vestido rasgado y maquillaje corrido por las lágrimas, avanzó con las pocas fuerzas que tenía. Odiaba que su cuerpo temblara tan inestable, de hecho odiaba tener una estructura tan débil y quedar tan afectado luego de cada brutal ataque.

¿En qué momento...?

¿Todo empezó a salir tan mal?

—Bienvenido seas, Angel.

Cuando el arácnido depositó una mano sobre la compuerta para sostener su cuerpo adolorido y vibrante, corrió su rostro hacia la derecha y se encontró con aquel hombre de aura siniestra, aquel que llegó al hotel un inesperado día y quien no tenía intenciones claras o genuinas.

Alastor se mezcló con la oscuridad rojiza de la madrugada y se ofreció elegantemente a abrir la puerta para que Angel avanzara. Con una sonrisa espectral y astuta, lo invitó a entrar como si se tratara de un caballero, ni siquiera sé fijó o se preocupó por el deplorable cuerpo malherido del contrario, era algo que no le importaba.

Angel entrecerró sus ojos evidentemente desconfiado y con aires de aburrimiento en general. No esperaba nada de ese hombre, no le debía nada y tampoco le interesaba de ninguna forma. Avanzó e ingresó al hotel luego de que él abriera la puerta y no miró hacia atrás. Su alma se había vuelto incapaz de consumir sentimientos sanos y honestos y de producirlos, ya no podía sentir nada de aquello.

Dark ParadiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora