𝐜 𝐚 𝐩 í𝐭 𝐮 𝐥 𝐨 𝐝 𝐨 𝐬 :

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"El árbol hueco."

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Sus regordetas manos se guiaban hacia la ardilla que como todas las tardes fue a descansar, pero que quedó sorprendida al ver al intruso allí, su sonrisa alegre, dejaba ver sus rosadas encías y sus pies se movían con frenesí al sentir la madera, pateandola con todas sus fuerzas.

Unas alas blancas lo hacen quedar inmóvil, su respiración se volvió lenta y sus ojos se abrieron con sorpresa, su corazón comenzó a latir temeroso, ante aquella presencia, la ardilla se metió junto al niño, colocándose encima haciéndose un ovillo dispuesto a dormir, logrando calmarlo, distrayendo sus temores mientras jugaba sin maldad con la peluda cola del animal.

Solo, sin sonido, el silencio le hacía querer llorar de tanta angustia y miedo que lo consumía.

Las alas pasaron de largo, el hombre musculoso ni siquiera miró el árbol en donde el niño se estremecía con su sola presencia, rogando en silencio por su mamá, mientras jugaba con el animal dormido en su pecho.

Se quedó inmóvil, sus ojos pesaban y las emociones consumieron su energía, observando las finas entradas de la dispersada luz del sol, apreciándose las partículas de polvo que entraban al hueco.

Sus ojos se cerraron ante tal calidez, con sus manos sosteniendo al animal, y su manta verde cubriéndolo del fresco aire que se sentía en el bosque.

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_¿Acaso no puedes hacer nada bien, Ludociel?_

_Ese niño es fruto de una diosa y un demonio, es el espécimen que necesitamos de nuestro lado, ¿y no pudiste si quiera ubicarlo?_

_Un inútil, nose, ni siquiera para qué estás vivo._

_Nock nock, última oportunidad, el reloj avanza y no queremos defraudar a la diosa suprema con tu debilidad._

_La muerte te alcanza, si no encuentras al niño, nada podrá contra él..._

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Zeldris miraba desde muy lejos el panorama aquel bosque con paciencia, sentado en el césped, de vez en cuando volviendo su mirada a la cabaña, donde su esposa descansaba de aquella tortura.

Suspiró pesadamente, levantándose del césped y volviendo a la cabaña, yendo con sigilo a la cama matrimonial que compartían, depositando un beso en su frente antes de retirarse nuevamente; con la preciada espada que la diosa le tenía prohibido tocar, hasta llegar al bosque, donde buscaba entre los árboles, con temor a lo que pudiera haber pasado antes de su llegada.

Con paciencia miraba cada uno de los árboles, silbando una canción de cuna que hacía que ciertos animales lo vieran curiosos, hasta que llegó al límite, donde a visión de cualquiera, no había nada más que un árbol joven normal, donde pájaros dormían o cantaban en paz.

Acercó su mano con cuidado, tanteando  hasta que sintió la superficie de madera, acerco su rostro, viendo allí, un árbol viejo y ahuecado, sonriendo alegre al ver a un pequeño bebé dormido plácidamente junto a un animal del bosque que iba allí todas las tardes.

Acarició con extremo su mejilla ruborizada, haciendo que el bebé se remueva inquieto, quitándose hasta la cintura su manta.

Tantea un poco más, rodeando su pequeño cuerpo con sus manos, cargandolo en sus brazos, no sin antes ver al frente, donde a unos metros, había una vieja y abandonada cabaña con una huerta descuidada.

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Sus ojos se sentían pesados para abrirse, escuchaba a un bebé reírse y pequeños gruñidos provenientes de otra persona.

Con esfuerzo, sintiendo un punzante dolor en su columna vertebral, se sienta sobre la mullida cama, observando cómo su bebé aplaudía con entusiasmo a un tipo que tenía una máscara de león.

_Pensé que odiabas esa máscara..._

Zeldris: _La detesto, pero no podía dejarlo aburrido, su llanto es insoportable_

Rió con debilidad al ver como su esposo se quitaba aquella máscara, tomando juguetón la pequeña nariz algo rojiza del más pequeño.

_¿Viste la cabaña?... Yo ni siquiera tuve tiempo de verla._

La mujer bajo su mirada a sus manos, jugando con sus pulgares, nerviosa y angustiada, sentimientos de ansiedad y tristeza la inundaban poco a poco sus pensamientos sobre cierto lugar incrementaban.

Zeldris: _Era una gran cabaña... Deja de afligirte, él no volverá allí... No hace falta que te presiones al respecto._

Zeldris tomó a su hijo en sus brazos, arrullandolo mientras caminaba al rededor de aquella habitación, bajo la atenta mirada de su esposa que no sabía que pensar.

_Allí será más seguro... Podrías irte y cuidarlo, no podemos dejar que ese arcángel lo encuentre, ni siquiera yo puedo con él, además. _

Un golpe resonó en el cuarto, el bebé comenzó a llorar por aquel susto tan grande, y al igual que su madre, veían al hombre asustados.

Zeldris: _Nos iremos, ¿está bien? Fui bastante flexible con tus decisiones, ahora, lo vas a superar como la mujer fuerte que eres, te recuperarás, y nos iremos de inmediato, fin, de la discusión._

Lo había dicho en un tono tan serio y frío, que hizo a la diosa llorar, extendió sus brazos dándole a su hijo, la madre lo abrazó, en busca de tranquilizar a ambos, sientiendo como Zeldfis iba hacía el pequeño armario donde sacaba la ropa de los tres, colocandolas, con cuidado de no desdoblarlas, sobre un gran mantel.

Tal vez, la diosa no era tan fuerte como quisiera.

Pero sí quería una familia a salvo.

Iba a tener que luchar, esta vez, con su pasado ya muerto.

O, en su gran mayoría.

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⏰ Última actualización: Jun 13, 2020 ⏰

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𝖘 𝖔 𝖚 𝖑 𝖒 𝖆 𝖙 𝖊 𝖘 (¡2da temporada!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora