Mi querida humana.

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Miraba por la ventana de mi pequeña habitación, disfrutando una última vez del cielo que embellecía Londres...con sus nubes...y, y...a quién le voy a engañar, ¡no queda ni una estrella!, ¡no podía ver ninguna!

Vivir en una ciudad grande a veces no es tan "bonito" como dicen, la contaminación lumínica influye mucho en mi frustración de vida.

Volví a mi cama, siempre soltando un suspiro corto, pero muy desganado y me desplomé encima de ella. "¡Ay!" -grité con fuerzas y me llevé las manos a la parte de atrás de la cabeza, frotando con fuerzas-. Me había dado con la esquina de una de mis maletas. Todas abiertas y sin ganas de cerrarlas. Estaba todo colocado al fin y al cabo, pero si las cerraba significaba que cerraría en sí mi vida entera en esta casa, en esta ciudad.

De pronto escucho algo fuera de lugar en la planta de abajo. Pensé que podía ser el gato Missy de la vecina, solía visitarme sin avisar varias veces. Pero no, esta vez eran pasos, pasos de hombre, fuertes, con firmeza, hasta parecía que paseaba por su propio hogar sin importar que fuera casa ajena.

Me levanté como un resorte cuando estuve segura de lo que escuchaba, salí del cuarto con sigilo e incluso tragando saliva por los nervios. Creía que iba a estar acostumbrada a estas situaciones al vivir sola, pero llegado el momento no sabes cómo vas a reaccionar.

Me apresuré dando pequeños pasos por el pasillo, agarrando inconsientemente uno de los jarrones de la tía Mathilda. Bajé las escaleras con cuidado y pude ver la luz encendida de la cocina...¿la cocina?, ¿sería un pobre mendigo?, ¿por qué la cocina? Todo eso me lo estaba preguntando mientras me acercaba más y más a la puerta que se encontraba entonada.

Suspiré, dos, incluso tres veces antes de entrar, tenía en la mano derecha el jarrón y en la izquierda el pomo de la puerta. Cerré los ojos del espanto y mi corazón bombeaba más rápido que los caballos de carreras en un hipódromo.

Abrí la puerta, "¡dios mío!, ¿qué estoy haciendo?" me pregunté a mi misma en mi cabeza, hasta que pude vislumbrar una silueta alta, de espaldas, llena de polvo y la ropa con arañazos e incluso le colgaba fluido azul de ellas. Se giró hacia a mi lentamente, había notado mi presencia. Abrí tanto los párpados que parecía que los ojos se salían de las órbitas, no llegué a esperar que se girara del todo y le di con todas mis fuerzas con el jarrón en las dos manos en toda su cabeza.

Se desplomó en el suelo, incluso pude recordar una pequeña sonrisa saliendo de su boca antes de noquearle.

Me acerqué a él poco a poco, me puse de rodillas y me quedé a pocos centímetros de su cara. Le observé con el ceño ligeramente fruncido, mirando cada detalle: tenía el pelo mojado, pero podía distinguir un color castaño; los labios carnosos, las pestañas largas, la nariz... normal, la forma de su cara ovalada, casi cuadrada. Era un hombre, una persona normal y corriente, pero, ¿qué era todo ese pringue que provenía de su ropa? Llevaba una chaqueta azul marina, unos pantalones largos del mismo color, las dos prendas oscuras, con un chaleco igual y zapatos negros. Incluso llevaba una pajarita de color morado.

Lo único que no podía ver eran sus ojos, se encontraba insconciente con los ojos cerrados. Pero me los imaginé por un momento: "azules, ¿serían azules?, o un color verde claro..." Empezé a sacar mis conclusiones de algo puramente insignificante y me percaté entonces de llamar a una ambulancia. Pero antes quise comprobar si estaría bien, no podía pensar siquiera si le había matado o incluso provocarle un coma.

A si que me acerqué a su pecho, colocando el lado izquierdo de mi cara contra el, intentando escuchar su corazón.

De repente, mis pupilas se dilataron, escuchaba algo fuera de lugar, no podía ser, no quería creerlo, aún así no me separé de él, seguía con el oído en su pecho, era algo anormal. Oía dos latidos por segundo, incluso más, cuatro, ¡no podía ser verdad! No encontraba explicación alguna.

Levanté la cabeza desconcertada y pude notar unos ojos que me miraban fijamente, eran marrones claros, incluso con destellos alrededor del iris.

__Mi querida humana...-sonrió, seguía con sus ojos fijados en mi. Se incorporó apoyandose en sus propias manos quedando sentado, dejando su cara a pocos centímetros de la mia-.

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