I.

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-Tu vida no es tan aburrida como crees- me dice Connor intentando convencerme.

-No, por supuesto que no, solo que desde bebé mis padres no hacen nada de lo que otros padres harían con sus hijos; ni un paseo, ningún cuidado al sentirme mal, ni una vez fueron a los recitales en los que participaba. Nunca han hecho nada por mí, y creen que el dinero es lo mejor que pueden darme. Ni siquiera la abuela Beatrice me da cariño. Gracias a Dios tengo a mi abu Dana y Oliver, ellos si me han hecho sentir especial desde siempre.

-Y además de eso, tienes un coche -rie tratando de aligerar la tristeza que seguramente se me notaba al hablar.

-Pero no tengo su amor, Connor. A todos les hace falta el amor de los padres. Algo que yo no tengo- sentencié. La expresión de Connor cambió, esta vez me daba la razón, lo sé porque lo conozco muy bien. Somos mejores amigos desde niños, y hoy con 19 años mantenemos nuestra fuerte amistad.

-Me tienes a mí, Be -trata de consolarme, dándome un cálido abrazo. Y lo sé, siempre lo tendré.

-Y tu a mí, Conito -dije correspondiendo al abrazo.

-Deja de decirme así. Ya no tenemos 6 años, Be.

-Para mí siempre serás mi Conito- con mi respuesta lo hago sonreír pero sé que sigue sin gustarle.

Para muchas personas mi vida es perfecta, solo porque mis padres tienen sus empresas y me dan todo lo material que puedan, sin embargo no me dan lo que más necesito de ellos que es su amor, lo que me hace sentir un poco decepcionada de ellos. Sé por conversaciones que he escuchado y por mis abuelos Dana y Oliver, que ellos esperaban un niño, el doctor que recibía a mi madre para evaluar el embarazo y realizarle los ecograma le había comunicado que sería un varón pero cuando cumplió los 6 meses, se dieron cuenta de que venía una niña en camino. Mis padres se entristecieron, ya que su sueño era tener a ese varón que tanto añoraban. La ropita, los biberones, los zapatitos que ya habían comprado para el bebé, mi abuela me contó que algunos los dejaron para mí y los demás los desecharon. No se entusiasmaban al comprar lo que yo necesitaba como se habían entusiasmado antes. A todo esto, al saber que mis padres no me esperaban, fui entendiendo el porqué nunca estaban en casa, y cuando si lo estaban mi presencia para ellos era lo de menos. Muy poco tengo conservaciones con ellos, nunca he encontrado en mamá esa amiga con la que puedo conversar y contarle todo sobre mí y en papá ese superhéroe que me sobre protege y no quiere que nada malo le pase a su hija. Al ir creciendo me fue importando menos, el no tener respuestas a mis llantos desconsolados, el no tener un poco de calor en sus brazos, el nunca verlos cerca de mí. A cambio de eso, siempre que necesitaba un abrazo de madre, iba en busca de mi abuela Dana y al necesitar que alguien me dijera que iba a estar bien buscaba a mi abuelo Oliver. Son los únicos que siempre he sentido como mi verdadera familia. Sumando la presencia de mi mejor amigo, al cual amo con todo mi corazón, al igual que a mis abuelos, él ha estado conmigo siempre que lo he necesitado y por ende él siempre contará conmigo cuando me necesite.

-¿En qué tanto piensas? Porque mejor no te terminas de alistar que llegaremos tarde a la universidad.

-¿Y quién te dice que no estoy lista? Solo busco mi bolso y podemos irnos.

-Nunca vas así a clases, por lo que pensé que te faltaba arreglarte.

-Que salga una vez de mi casa sin maquillaje no me hará mal.

-Como digas, Be. Vámonos.

-Que humorcito el que tendrás hoy- resoplé.

Connor vive a unas cuadras de mi casa, por lo que siempre pasa por mí antes de irnos. A veces nos llevamos su coche y otras veces nos vamos en el mío.

Oculta Traición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora