Añoranza

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Título: Gorda

Capítulo 8: Añoranza

Por Janet Gaspar

Después de lo que pasó aquella noche en casa de Alan pienso que podría hacer para apoyarlo o si es que acaso quiere ser apoyado. En mi mente está el escenario donde él me grita que no me meta en sus asuntos y otro donde me ignora.

Porque la verdad es que conociendo a Alan que cualquiera lo vea llorar significa una gran afrenta, así fuera como ver llorar a un león salvaje que está planeando su venganza.

De todas formas desde ese día dejo abierta la ventana con las cortinas corridas, así a lo mejor si un día me ve quiere platicar... porque la verdad es que no tengo el teléfono de Alan ni sus redes sociales, ni nada.

Pero Alan nunca está en su cuarto.

Creo que es de esos que se brincan la cuarentena y ahora que no vamos a clases se dedica a vaguear por las calles haciendo todo lo que nos dicen que no hagamos y llevando el virus de un lado al otro. Alan seguro piensa que como es joven y atlético a él no le va a pasar nada y seguro piensa que si logra que su padrastro se contagie eso va a ser así como un logro.

Yo por mi parte estoy aterrada.

Todos los días veo en las noticias de gente que se contagia y muere aun con el ventilador —y es que el ventilador no te cura, solo te da un poco más tiempo de vida en lo que tu organismo pelea contra el virus—. La mayoría de los que mueren son hombres que ya tenían otras enfermedades, pero también mueren mujeres... mujeres gordas...

Mamá dice que ambas somos jóvenes y que no nos va a pasar nada, pero yo sé que en la ruleta rusa de la muerte tenemos más oportunidades de ganar este pase al hospital que otras personas.

Me he puesto a ver muchos lugares que hablan del virus que nos está atacando, pero claro, hay personas que no tienen ni idea. Muchas personas en las redes están poniendo que el virus se cura con limón y haciendo gárgaras de menjurjes como ajo molido con miel. Otros de plano dicen que el virus no existe y que es un invento del gobierno, mi favorito es el que dice que los médicos te lo inyectan en el hospital para que mueras y luego ellos puedan cobrar el dinero (¿dinero de dónde exactamente?).

Entre toda la información falsa lo que he sacado en claro de las revistas científicas es que todo depende de tu sistema inmune, así es, los gordos están acabados y este mundo será de los delgados sin enfermedades. ¿Suena horrible, no?

Con desamparo corro a la báscula y marca 97, es decir, sigo tan gorda como siempre. Y ahora, esto ya no es un problema de imagen o de que me hagan bullying en la escuela, esto es un problema del tipo en el que tengo más riesgo de morir que otras personas.

¡Y si muero ya no seré capaz de casarme con Leonardo y vivir felices para siempre!

Como siempre que la cosa tiene que ver con Leonardo decido tomar cartas en el asunto, ningún virus me va a alejar de mis metas de vida (y de mi vida principalmente).

Lo primero es iniciar una dieta y como ya sé que soy débil ante absolutamente todo lo que tenga que ver con dejar de comer decido por lo menos sacar lo más toxico de mi alimentación. No refrescos, no galletas, no frituras. Mamá me ayuda no trayéndolo del supermercado, así cuando ambas tenemos hambre solo encontramos frutas en el refrigerador y terminamos cambiando los dulces por una manzana. Triste la verdad. Pero se tienen que hacer sacrificios.

Lo segundo es la parte del ejercicio.

Desde el primer día sé que eso no va a funcionar, intento hacer ejercicio temprano (porque leí que es el mejor horario para tu cuerpo) pero eso choca con el hecho de que me duermo muy tarde así que despertar temprano (es decir a las diez de la mañana) es una odisea. Desvelada y cansada inicio el ejercicio solo para darme cuenta que no puedo ni con el calentamiento y que todo, absolutamente todo me duele.

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