Parte 2. Cap 4 Burguer

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TITULO: GORDA

Parte 2.

Capítulo 4: Burguer

Por Janet Gaspar

Creo que nunca me voy a olvidar de ese día. Christian y yo estábamos enfrente del carro de paletas heladas, acabábamos de salir de la secundaria y estábamos juntando nuestras monedas para comprar dos paletas de tamarindo cuando vi que un montón de estudiantes empezaba a caminar hacía el deportivo.

Solo hay dos razones para caminar al deportivo, porque hay algún juego o porque alguien se va a pelear y que yo supiera no había juego así que ya con las paletas de tamarindo en mano Christian y yo seguimos entusiasmados a la comitiva, algunos empezaron a correr porque ya la pelea había iniciado y no querían perdérsela, pero Christian y yo no teníamos mucho tiempo porque se suponía que en media hora debíamos volver para el entrenamiento de futbol así que preferimos terminarnos la paleta sin mancharnos el uniforme que ver a dos chicos dándose, además seguro no veríamos nada porque ya la multitud era asfixiante.

Apenas entrar al deportivo escuchamos el grito de guerra:

―¡Burguer, Burguer, Burguer! ―Me pareció en ese momento un mal apodo para un gladiador. Luego hubo chillidos y algunos estudiantes salieron corriendo.

―¡El profe! ―Christian y yo nos aventamos de cabeza detrás de un bote de basura antes de que el profe de educación física nos viera, si de casualidad veía que habíamos ido de espectadores a una pelea callejera estudiantil nos doblaría las vueltas corriendo al campo. Estudiantes corrían por todos lados y aunque en teoría ya no estábamos en la escuela todos le teníamos terror al profesor-entrenador Gamaliel.

―¡Se puede saber...! ―La voz de trueno del profesor se perdió entre el barullo, luego lo vimos emerger de entre la multitud, dos chicas todas llenas de tierra salieron llorando detrás de él, una tenía sangre en la rodilla y la otra se agarraba la panza, el profesor llevaba a otra chica del brazo, como si la estuviera arrastrando.

¡Era Elizabeth!, tenía el cabello hecho un erizo, como si alguien se lo hubiera jaloneado, pero ninguna otra herida visible y esos ojos rabiosos que a veces ponía cuando le jugábamos una mala broma.

―Oye. ―Christian me pegó con el codo en las costillas mientras el profesor se llevaba a Elizabeth arrastrando y las otras dos chicas lo seguían llorando―. ¿Esa no es la tipa esa con la que acabas de terminar?

Así me enteré que Linda, con un nombre precioso y una personalidad no tanto, había ido a molestar a Elizabeth después de que yo le dijera lo de que quería probar la tarta de limón, al parecer la había llamado "marrana" y "¿acaso no puedes dejar de comer, cerda?" a lo que Elizabeth había contestado con unos cuantos puñetazos y cuando su amiga se metió a querer defenderla se llevó una arrastrada por el suelo.

¡Eso Elizabeth!, aunque siempre he preferido la diplomacia a la violencia la verdad.

Para mi eterno bochorno Christian se fue derecho a contarle a Javier y a Jesús como las chicas se habían enfrentado por mi amor y Elizabeth había ganado (siempre fue nuestro gallo, afirmaron). Y hasta ahí podría haber sido una anécdota un poco bochornosa de un terrible malentendido, pero la cosa no había hecho más que empezar.

Linda difundió rumores, que Elizabeth era odiosa, que en la primaria era la clásica matona, que sus padres estaban divorciados porque la mamá se había ido de puta, que el papá se había metido con una estudiante, que Elizabeth tenía problemas de ira y que comía como compensación, que por eso era una marrana y puta, encima.

―¡Ah no! ―Saltó Jesús al primero que le escuchó aquello―. ¡Gorda sí, puta jamás! ―Para todos era evidente que mejor no debía intentar ayudar.

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