Romper las reglas
Parpadeó lentamente intentando acostumbrarse a la luz que entraba por la ventana, las cortinas no habían sido bien cerradas la noche anterior y ahora debía sufrir las consecuencias, el sol en la cara era una tortura, era demasiado sensible a la luz cuando estaba dormido.
Dio media vuelta, sus ojos volvieron a someterse en la oscuridad y así estuvo listo para volver a dormir, mas la presencia de otro cuerpo acabo llamando su atención. La piel sobre la cual, sin querer, se había acostado al cambiar de posición era suave y olía a cítricos, siempre se había preguntado cómo se las arreglaban las mujeres para oler bien permanentemente. Saco la lengua y con ella acaricio la piel de su compañera quien ante la nueva sensación se removió incomoda. Massimo abrió los ojos por completo observando a la preciosidad exótica que tenía a su lado, dejando besos húmedos por sobre la línea de su mandíbula definida bajó hasta el cuello largo y elegante creando un camino que terminó sobre sus pechos, besó la cima marrón, la endureció soplando sobre ella, ocasionando que la mujer gimiera y se arqueara ante la deliciosa sensación.
Todavía dentro del mundo de Morfeo, Gina no era consciente de lo que sucedía, sentía la piel caliente y los besos de Massimo le resultaban excitantes, pero no despierta del todo era difícil conseguir una reacción de su parte más allá de dejarse consentir por el hombre con quien había pasado la noche.
—Buongiorno— ronroneó Massimo sobre su piel oliva.
Sus labios cubrieron el botón endurecido de su pecho y succionaron perezosamente, Gina se arqueó, más despierta apoyó una mano sobre la cabeza del hombre y tironeó de sus cabellos cuando mordisqueó el pezón.
La mano masculina serpenteó por su cuerpo hasta alcanzar el espacio entre sus piernas, percatándose de la humedad que embetunaba sus muslos, Massimo se abrió paso entre ellos, introduciendo dos dedos.
—Mmh, sí— gimió Gina, apretó sus parpados con fuerza y después los abrió.
Vio por primera vez todo el lugar; estaba en un cuarto lujoso que no era el suyo, con un hombre encima que ya la tenía lista para dejarle entrar entre sus piernas otra vez. Bajó la mirada hacia Massimo que ahora repartía besos por su piel y dejaba nuevas marcas en ella. Su amante levantó la cabeza para poder ver esos ojos ambarinos que lo habían cautivado la noche anterior, sus miradas chocaron, oro fundido contra el mar más frío que Gina había visto alguna vez, eso ojos transmitían tanto y a la vez tan poco, eran un témpano de hielo que jamás se derretía, uno que ella conocía muy bien. Dándose cuenta de a quien tenía encima se espantó, lo empujo por los hombros tomándolo desprevenido, así pudo librarse de él.
—¿Qué pasa? — preguntó Massimo confundido.
Gina no dijo nada, maldiciendo entre dientes se puso de pie y comenzó a buscar su ropa.
¡Tenía una sola regla, por Dios! ¡Una maldita regla! Y no solo la había roto, sino que además la había cagado de lo lindo acostándose con Massimo Amadore.
Gruño con frustración, enterró las manos en su frondosa cabellera mientras seguía buscando por su ropa y a la vez se insultaba por haber llegado a la cama de tal hombre.
—¿Dónde está mi ropa? — le preguntó al hombre en la cama.
Él la miraba con interés, como un depredador analiza a su nueva presa. Esa mirada audaz y calculadora la hizo resoplar, por eso no se acostaba con hombres como él, creían que las mujeres estaban a su disposición y el "no" era un reto para ellos.
—No lo sé— respondió con su tono ronco —¿Por qué no... — se puso de pie y caminó hasta ella —lo averiguamos más tarde y ahora volvemos a la cama?
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El corazón del diablo
ChickLitSu belleza siempre a sido de lo que más ha estado orgullosa y nunca le ha traído más que beneficios, hasta que una noche comete el error de dormir con un hombre peligroso. De ahí en adelante, su hermosura no será más que una maldición.