CAPÍTULO DOS ▮ atsushi's new mission .

326 39 1
                                    


— ¿Ocurre algo, Atsushi?

El albino alzó la mirada hasta que sus heterocromáticos orbes se toparon con las gafas de Kunikida. Debió parpadear un par de veces, pues la luz que se adentraba desde la ventana reflejaba directamente sobre el cristal de los anteojos del hombre mayor, rebotando en esa superficie para finalmente arribar hasta el campo de visión del joven Nakajima, impidiéndole usar su visión apropiadamente por unos segundos. Atsushi no estuvo seguro de si fue obra del Tigre, pero consiguió prontamente aclarar su visión, dirigiendo su mirada hacia el adulto expectante apenas fue capaz de identificar su silueta.

El serio semblante, como de costumbre, que portaba el detective mayor lo hizo reaccionar. Atsushi levantó su mentón, que había estado descansando sobre su escritorio de trabajo mientras observaba con cierto recelo y decepción como Ranpo devoraba aquellos dulces, apenas deteniéndose un par de veces para respirar.

Era irónico, se decía en voz baja, porque seguramente Ranpo sabía a la perfección todo lo que les había sucedido a él y Kyouka cuando les envió en búsqueda de aquellos caramelos importados, y sin embargo, su rostro no denotaba un solo ápice de culpabilidad o remordimiento ante todo lo que dejó ocurrir solo para que aquella caja llegara hasta sus manos. Pero lo que más dejaba atónito a Atsushi de todo era que, incluso luego tener los caramelos en su poder, no mencionaba una sola palabra acerca de lo que sucedía. Tampoco Kyouka había emitido una sola palabra al respecto desde que regresaron al edificio de la Agencia, pero a diferencia de él, ella no parecía estar turbada en lo más mínimo por lo sucedido.

— ¿Atsushi? —repitió Kunikida, su tono de voz resonando más profundo que en el primer llamado.

El mencionado dio un respingo ante la dureza en la voz del contrario. Su espalda chocó contra el respaldar del asiento, haciéndole notar que había dado un pequeño salto a medida que se erguía.

— ¿Sí.., Kunikida-san? —consiguió articular, reprimiendo un quejido a duras penas.

Un suspiro resbaló de los labios del más alto, Atsushi pudo sentir el hastío emanar de su ser en cuanto le vio cerrar los ojos, como si estuviese en una lucha interna contra sí mismo por mantener la calma.

— Lucías pensativo, así que pregunté si ocurría algo —contestó finalmente, quitándose las gafas del rostro por un momento para cuidadosamente limpiar los cristales con un pequeño pañuelo azul que sacó de uno de sus bolsillos.

El chico de mirada heterocromática pestañeó confuso al comienzo. ¿Realmente había estado tan ensimismado en sus pensamientos?

— No es nada —respondió con una risa boba, intentando implorar por disculpas con su mirada a medida que su mano se trasladaba hasta su nuca para nerviosamente rascar su zona capilar—. Solo me distraje un poco, lo lamento.

Una de las rubias cejas se alzó en su dirección, Kunikida no lucía para nada convencido con aquella respuesta. Pero Atsushi bien sabía que el hombre de los ideales rara vez insistía más de lo necesario, y que no desperdiciaría tiempo en tal cosa. Finalmente, tal como Atsushi supuso, Kunikida pareció rendirse en la labor de comprender sus palabras, dejando escapar otro suspiro de sus labios a la vez que guardaba el pañuelo en el bolsillo de sus pantalones y regresaba las gafas a su sitio.

— En ese caso regresa al trabajo, mocoso —espetó con autoridad espeluznante, ocasionando que la cabeza de Atsushi asintiera de manera robótica casi al instante—. Suficiente tengo con Dazai siendo un vago e intentando suicidarse cada diez minutos como para que tú–...

— En realidad —interrumpió Ranpo desde el otro rincón de la oficina principal, terminando de devorar uno de los Zopf antes de aclarar su garganta y finalizar la oración—, el promedio de los intentos de suicidio de Dazai incrementó a cada siete minutos el último mes.

𝐌𝐄𝐀𝐍 ▮₊̇ °   SHIN SOUKOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora