| Uno |

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ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴜɴᴏ

CAOS

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Su corazón es un Caos

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Su corazón es un Caos

  El dios de la luna quiere correr, huir e irse muy lejos. Si el suicidarse era un pecado entonces que aquel que le eligió como dios le dijera como podía irse sin hacerle daño.

   Porque podían llamarlo pesimista pero él se sentía vacío, solitario y desconsolado. Recriminó a aquel superior que al menos le diera una guía que le dijera que hacer, porque alguna vez fue humano y esos sentimientos son los que lo hacen débil.

   Durante tantos años su corazón no sintió nada, sin embargo, desde que aquella brillante voz llegó a su vida impactó como una poderosa bala perdida, encendiendo algo que nunca tuvo, ni siquiera cuando fue un hombre mortal.

   No obstante un peso más grande que el de la más grande montaña llegó a su hombros cuando supo que aunque corra mil décadas, cientos de siglos o miles de años jamás lograría ver o tocar el dueño de esa bella voz.

    Muchas veces el dios del mar se lo describió, una que otra vez la diosa de los insectos bromeó por hallarlo locamente enamorado de tan solo una voz y un nombre.

Aunque sabía su nombre, que era Kyojuro, Dios del llameante sol; su alma anhelaba verle aunque sea una oportunidad.

— Quisiera irme, escaparme de toda este jodido mundo de locos...e irme a no sé dónde —gruñó al aire sus anhelos desde la punta de aquella montaña, el viento recorrió su piel y cubrió su pecho ante el frío.

   Porque también sensaciones corporales que antes no sentía comenzaron a afectarle como cuando era un humano desde el momento que escuchó la voz que arrulló a su gélido corazón.

   El albino de mechones platinados se levantó del pasto de la ahora nocturna montaña y caminó sin rumbo alguno, a lo largo del camino tomo una rama y con una rabia incontenible golpeó con agilidad a la nada, de su vida pasada no recordaba más que su nombre, el cómo lucía el día o cómo era su familia no llegaba a su memoria, sin embargo, lo que si recordaba era un inmenso sentimiento de ira y dolor que le consumían.

   Para el dios de la luna este mundo lo estrangula, lo aplasta, lo hiere y destruye. Impidiéndole vivir en su burbuja que ya no le satisfacía pues su solitaria felicidad ahora tenía un sabor amargo que no le permitía reposar.

— Entonces, señor —masculló el albino refiriéndose a su superior—.¡Ayúdame! Dame el amor que yo no logro comprender en este oscuro mundo que veo...—reprochó lanzando otro golpe al aire con la rama como si de una espada se tratase.

   En medio de un mundo dónde para los humanos el amor no es más que posesión y disputas, en un mundo lleno de luchas donde el hombre no es más que un bruto; el dios de la luna deseó escribir un nuevo mundo, un planeta solo suyo.

— ¡Mierda! Donde...donde tan solo pueda sentirme yo —continuó reprochando con el entrecejo fruncido y los dientes crujiendo, lanzó por un momento la rama lejos de él llegando a salirse de su campo visual.

   Un mundo renovado, sin odio ni estas cadenas, él no quería ser un dios pero esta era su maldición. Continuó caminando hasta quedar en uno de los peñascos que daban vista al bravo mar, se sentó justo en la punta del mismo y apoyo su cara en una de sus palmas.

— Un nuevo universo donde las lágrimas y la pena sean solo un mito, una puta leyenda urbana —masculló cansado y dejando escapar un suspiro de sus labios.

   Y siendo un dios se negó a sí mismo la platinada luna que ese noche brillaba más que cualquier otra noche por el caos que sentía en su pecho el representante de la misma. Siendo la noche una tacaña que no le permitía ver más allá de la peor cara de la podrida sociedad, aún así consideraba que existía algo que le gustaba.

El Hombre

   Que puede soñar como un niño cada noche y perseverar por sus sueños como un roble, sea viejo o joven, villano, amable o incluso feo; el hombre siempre lucha por lo que ama con esmero.

— ¡Es cierto, estoy vencido! ¡Lo confieso y lo asumo! —espetó una vez más gritando al cielo mismo, la vida se lo tragaba como con un terrible y sucio gusto de amargura —. ¡¡Ahora óyeme gritar!! ¡¡Vomitar todas mis dolencias!! —bramó con un nudo en la garganta aquel dios de mechones platinados.

  Tomando impulso desde sus rodillas el varón salta del peñasco y sobrevuela en camino a los fríos y nocturnos cielos que muy bien conocía.

— ¡¡Estoy solo, joder!! Nadie me toma de la mano, nadie me apoya —gritó hacía la luna casi desgarrando su voz—. ¿¡De qué me sirve ser un dios...sino hay nadie con quién compartir esta gloria!? ¡Mierda! —continuó con su bramido que llevaba los fuertes vientos del nublado y estrellado cielo.

  El albino se quedó en medio del nocturno cielo, justo debajo de la luna. Sin aquel hombre de la voz, sentía que caminaba solo este camino que no parecía tener un mañana.

  Porque como ahora, que faltaba poco para el atardecer y aunque acelere sus pasos y corra lo más que pueda nunca encuentra el dueño de la voz.

Nadie le espera al final

Y por esa junto a mil razones más, el albino sentía en su pecho un completo caos.

Y por esa junto a mil razones más, el albino sentía en su pecho un completo caos

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Con amor para YanikF_08

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| ᴍᴏᴏɴʟɪɢʜᴛ | (ѕaneren/ѕнιnazυren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora