1. Piloto

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Primera parte.

Era jueves. Jueves 10 de octubre del 2019. Koda caminaba sin compañía a clases, como había sido por los últimos tres días. No desayunaba, no veía a nadie antes de salir de casa, no hablaba con nadie en el camino, sólo metía las manos en los bolsillos y en su cabeza cantaba en silencio la letra de las canciones que se sabía de memoria, que no había dejado de cantar desde el 29 de septiembre, casi dos semanas atrás, el día en el que sintió que parte del mundo se apagaba, como si la luna jamás pudiera alcanzar a iluminarlo en las noches y el sol ni tuviera pensado en regresar a calentar una zona que jamás estuvo destinada a vivir el verano. Habían pasado once días y ocho horas, cada mañana se sentía como una broma, cada noche como dormitar en las brasas del infierno. En sus párpados se había grabado la imagen, el baño ensangrentado y los gritos de Leo, las sirenas de la ambulancia y los paramédicos empujándolos a la sala de espera una vez arribaron al hospital. Era imposible de escapar, vivía en un bucle, una montaña rusa que sólo bajaba y le hacía sentir todos los órganos en la garganta, un pasillo oscuro en medio del caos donde todos corren sin dirección y él se queda mirando hacia el techo porque ni el cartel indicando la salida de emergencia lograba indicarle hacia dónde tenía que ir. Como si tuviese a todas las avenidas más concurridas de todas las ciudades en la cabeza, había tanto ruido, que ya no podía oír nada.

Caminaba rápido cuando estaba solo, no le sorprendía el ver que los corredores del instituto siguieran vacíos para cuando él llegó a la mitad y notó que ni el conserje se encontraba cerca. Subió las escaleras hacia la segunda planta, directo al salón de biología, esperando que el profesor, después de las dos semanas ausente, se dignara a aparecer y no hacerle gastar más tiempo sin hacer nada, dando espacio a más ruido sordo, a más ganas de salir corriendo con la multitud, directo hacia la nada. Recorrió el aula con una mano deslizándose por encima de las mesas hasta llegar a la última, que era la que él ocupaba, a la que menos le apetecía ver. Se sentó en el banco contra la ventana, el lugar que no había ocupado en todo el año, pero que ahora no podía evitar ver vacío, dejó su mochila en la otra silla, sus ojos reparando en la madera hundida, tallada hacía tiempo con su nombre a un lado de aquél otro. El nombre de Theo. El nombre de su mejor amigo.

La historia que Koda y Theo habían escrito no se destacaba en nada de todas las otras historias de amistades de secundaria, con la excepción de que el final había llegado tan tajante, tan rápido, que no se había dado cuenta de que había terminado hasta el lunes de la misma semana, cuando su cerebro tuvo que comprender que Theo ya no regresaría. Empezaba de la misma manera que la mayoría: una clase compartida, amigos en común, reuniones improvisadas y, finalmente, días y días iguales, que al principio cansan y al final sólo quieres que se repitan. Acabó de la misma manera que se terminan de caer todos los granitos de arena de un reloj, lentamente deslizándose hacia el otro lado, casi sin dejar pista de estarse cayendo, de estar vaciando la copa de arriba, hasta que un día te das la vuelta a verlo y te encuentras con que toda la arena se ha drenado completamente y no hay manera de darle al rewind y empezar otra vez. Empezar de cero. Theo se había marchado con cada oportunidad que Koda tendría de volver a empezar de cero, como en las mañanas, que se dormía un par de horas antes de despertar y pensar en algo nuevo, algo diferente, ahora Koda despertaba y lo primero que pensaba era en él.
Claro que eso pasaba si con suerte lograba conciliar el sueño en la noche.

Se acordaba de él y de su voz incrédula diciendo que nunca lograría cambiar el mundo en ningún sentido, por más pequeño que fuese, entonces Koda miraba a las paredes y hallaba en cada una un cartel diferente con un recordatorio que sólo le hacía sentir que, en vez de estarse preocupando por los demás, sólo estaban buscando maneras de limpiar la sangre que Theo les había echado en el título de la escuela.

¡Quema esto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora