Salgo de casa a tiempo de coger la bufanda y las llaves para meterlas en el bolso. Por mucho tiempo que lleve aquí no acabo de acostumbrarme al frio gélido que hace por las mañanas. Corro por las calles de Londres como alma que lleva al diablo porque para variar, voy con la hora pegada en el culo. Al ver la parada de metro que me deja a pocos metros del hospital pienso si cogerlo o no, decido que no, no me apetecen aglomeraciones de gente de buena mañana.
No llevo ni una hora despierta y mi cuerpo ya me pide otra dosis de café. La noche ha sido larga, pero presiento que el día también lo será, así que decido entrar en el Starbucks de la esquina, el de ésta esquina, pienso, porque en cada esquina hay uno.
Al entrar en el establecimiento suspiro al ver que no hay cola. Me dirijo al mostrador y le pido al dependiente, que por cierto, es alto, guapo y rubio, muy rubio, como los guiris de Barcelona, aquí la guiri eres tú, así que concéntrate y pide el café, me dice mi subconsciente. Le pido a James, eso dice su placa identificativa, un americano bien cargado para llevar. Éste con una sonrisa que hace que sus ojos se entrecierren se gira hacia la cafetera y empieza a prepararme mi combustible para hoy. Un minuto después me cobra y me entrega el vaso rojo, vaya, qué navideño, digo para mí, dándole las gracias a James me guardo el cambio en el bolsillo del abrigo y justo cuando me voy a girar mi codo choca con el duro abdomen de alguien que pasaba justo detrás de mí corriendo, lo que hace que me tire todo el café encima. ¡Perfecto, justo lo que necesitaba ahora mismo!
- ¡Mierda! - Digo en voz alta y de mala gana. Otra cosa a la que no me acostumbro es a decir tacos en inglés. La mala leche me sale en castellano.
Al levantar la vista, veo que la persona que ha hecho que me tire el café encima ya está saliendo por la puerta y ni siquiera se ha disculpado. Me hierve más la sangre que el café derramado en las manos.
- ¡Inútil! – digo otra vez en castellano, espero que nadie me entienda.
Cojo unas cuantas servilletas para secarme las manos y limpiarme el abrigo mientras el dependiente viene con la fregona a limpiar el suelo. Estoy tan cabreada y absorta en mis pensamientos que apenas escucho una voz ronca que me está preguntando.
- Oye, ¿estás bien?, ¿Te has quemado?
¿Lo dice en serio?, ¿Qué si me he quemado? No, solo me he tirado un café ardiendo recién sacado de la máquina por encima, pero no, no me he quemado, quiero contestarle, pero pensándolo mejor decido no contestar, el no tiene la culpa y el día no ha hecho más que empezar, no me apetece pelear con nadie.
- Sí, perfectamente empapada en café.
Rápidamente me arrepiento de haberle contestado así, el sarcasmo no te va, reina, me dice mi subconsciente. Pero tan rápido como me he arrepentido me quedo allí pasmada al ver la expresión divertida de la cara del chico, está frente a mí con una sonrisa plasmada en sus labios. Eso hace que le haga una mueca como preguntándole que mira y el sonríe aún más. Harta de este intercambio de expresiones faciales, dejo escapar un suspiro y poniendo los ojos en blanco empiezo a dar pasos hacia la puerta de salida cuando noto que alguien me coge de la mano. ¡Ay, qué manos tan calientes y suaves!, me giro y veo al mismo chico que segundos antes.
- Te invito a otro café, dime, ¿qué habías pedido? – me pregunta.
- No quiero otro café, además, llego tarde. Adiós.
Y con esas, sin dejarle tiempo para contestar suelto mi mano de la suya y salgo por la puerta del Starbucks. Al salir, coloco estratégicamente la bufanda para que no se vea la enorme mancha de café y empiezo a caminar a paso ligero hacia el hospital, solo quedan quince minutos para que empiece mi turno. ¡Qué mañanita tan larga llevo y lo que queda!
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Broken
FanfictionCuando sientes que has perdido la esencia de tu propio ser, es el momento de huir. Es el momento de empezar a vivir de nuevo. Eso es lo que hizo Hailey hace dos años al mudarse a Londres, dejarlo todo atrás y encontrarse a sí misma.